El análisis marxista sobre la explotación del trabajador y la población en general, la apropiación de plusvalía o valor generado pero no remunerado, mantiene una relevancia analítica y política considerable en la economía actual. Sin embargo se encuentra invisibilizado en el discurso público y académico y políticamente marginado en la situación actual. Esto es debido a influencia de los medios de comunicación y a la necesidad de preservar el sistema hegemónico. A pesar de los cambios profundos en la naturaleza del trabajo, mutado por la influencia del cambio tecnológico y la digitalización, la pertinencia del marco marxista persiste, desafiando las interpretaciones que sugieren su obsolescencia. Sigue vigente.
Con la creciente automatización del trabajo, y la incorporación masiva de la tecnología, IA, robótica, se intensifica la producción de plusvalía relativa.
Mientras las máquinas aumentan la productividad, el valor de la fuerza de trabajo expresado en el salario disminuye al requerir menos tiempo para producir los bienes y servicios. A su vez, surgió la polarización de empleos, que es la acentuación de la separación entre empleos calificados y los poco calificados con sus diferencias en la remuneración, y la creciente desaparición de los empleos administrativos intermedios automatizables. No solo sustituye fuerza física, sino capacidad cognitiva.
La Economía Gig, trabajo por encargo/plataformas, y las Plataformas Digitales, como Uber, Glovo, Upwork, y miles más en el mundo, representan una nueva y sofisticada forma de trabajo asalariado encubierto. Las plataformas operan bajo el supuesto de que los trabajadores son "contratistas independientes" o "socios", eludiendo así las obligaciones laborales y de seguridad social.
Sin embargo, estas empresas ejercen un control algorítmico sobre el precio del servicio, las condiciones y la duración del trabajo. En la práctica, la plataforma digital se convierte en el capitalista, apropiándose de una porción, la "comisión" del valor creado por el trabajador, que es esencialmente una forma de plusvalía digital. La flexibilidad pregonada se traduce en precariedad y la informalidad laboral.
En este contexto, la lucha obrera de la que hablaba Marx se enfoca en temas como el reconocimiento legal de la relación laboral, la protección social y la regulación de los algoritmos para asegurar que la innovación tecnológica no erosione los derechos básicos del trabajador y no olvidar que la liberación real es el resultado de la lucha obrera por dirigir el país.
La reconfiguración laboral no solo intensifica la explotación en los términos clásicos, sino que también acentúa la fragmentación de los trabajadores, dificultando la acción colectiva política o reivindicativa. La individualización del riesgo laboral, donde cada "socio" o "contratista" asume los costos de su salud, pensión y herramientas de trabajo, oculta la responsabilidad del capitalista. La naturaleza global y desterritorializada de las plataformas digitales crea desafíos regulatorios para los Estados nacionales, que no saben imponer sus normativas laborales y fiscales.
El capital, a través de la digitalización, no solo busca eficiencia, sino también control. Los algoritmos de gestión laboral no son neutrales; están diseñados para maximizar la productividad y minimizar los costos laborales, optimizando la asignación de tareas y monitoreando el rendimiento en tiempo real. Esto introduce una nueva dimensión de explotación y alienación, donde el trabajador no solo está separado de los frutos de su trabajo, sino sometido a una supervisión constante e impersonal por parte de un sistema automatizado. La "mano invisible" del mercado se convierte en el "algoritmo invisible" que "ve" cada movimiento del trabajador.
Para los marxistas la respuesta a estos desafíos requiere, mucho estudio y redefinición de los medios de producción, pue en la economía digital, los datos y las plataformas son los nuevos medios de producción. La lucha por la "propiedad social de los datos" o la "democratización de las plataformas" debe ser el complementario moderno a la socialización de las fábricas. La lucha obrera se extiende ahora al ámbito digital, exigiendo transparencia algorítmica y la posibilidad de que los trabajadores participen en la gobernanza de las plataformas que dictan sus vidas laborales.
La lucha de los trabajadores en el mundo digital necesita urgentemente políticos formados en el análisis de Marx y Engels, y en Venezuela es demasiado notoria su necesidad y sus análisis. Algunos dirigentes levantan la sospecha de no haberse leído ni siquiera El Manifiesto Comunista. Se necesita de ese marco analítico para comprender que, a pesar de los cambios tecnológicos superficiales, la explotación entre capital y trabajo persiste en nuevas forma. La liberación del país no es solo de las fuerzas externas sino de las internas que viven en muchísimos trabajadores y políticos. Lo digital no ha superado el capitalismo; simplemente lo ha reconfigurado. Lo que antes era una relación entre personas es ahora impersonal, con una máquina.
Impulsados por la acumulación indetenible y creciente del capital se abren nuevos campos para la lucha de clases y haciendo que la necesidad de que el partido incida más en la conciencia de clase en los trabajadores, y lograr la liberación completa y la transformación social radical tan urgente como siempre. Urgente ahora como cuando la Revolución Industrial, que inspirara a Marx y Engels cuando no se podía prever algoritmos, plataformas ni big data.