La diplomacia al carajo y la agonía de la ONU

El ataque de los EE. UU. (llámese el imperialismo norteamericano) a las instalaciones nucleares pacíficas iraníes de Natanz, Fordo e Isfahán, se ha convertido en “la gota que rebasó el vaso.” Lo cierto es que ese ataque es la demostración más evidente que permite afirmar que la Organización de las Naciones Unidas-ONU, fundada y organizada en 1946, después que concluyó la Segunda Guerra Mundial y cuya finalidad política y técnica de “mantener la paz, la cooperación y la seguridad a nivel mundial, a través de la prevención de conflictos, la mediación entre partes”, ha fracasado.

Son muchos los eventos de agresión militar de los EE. UU., Inglaterra, Francia e Israel, contra otras naciones integrantes de la ONU. Entre los más recientes tenemos la agresión de EE. UU.-israelí contra Palestina, Siria, Yemen, el Líbano, Cuba, Venezuela, entre otros. 

En lo esencial el objetivo primario de la ONU se ha convertido en letra muerta y como organización mundial se ha transfigurado en un florero que solo ha servido para adornar los salones de la guerra de los países de la OTAN. Así mismo, la paz, la seguridad y la cooperación internacional desde hace décadas han sido echados en el pote de la basura. 

De nada ha servido la Carta de las Naciones Unidas que establece sus propósitos, principios y la constelación de departamentos, divisiones y oficinas, que conforman su estructura orgánica operativa; de nada han servido los derechos y deberes de los Estados miembros que se plasman en ese documento. De nada han servido las Resoluciones del Consejo de seguridad, aprobadas para impedir las agresiones a los países que se han enfrentado a las injerencias y a actitud bélica y guerrerista individual o colectiva de los países de la OTAN, no solo en el siglo 20, sino en lo que va del siglo 21.

Desde una perspectiva más específica, la diplomacia de paz se encuentra hoy en un punto muerto y los tambores de la guerra se extienden a nivel mundial. La diplomacia de guerra se impone ante la diplomacia de paz. Dentro de ese marco, el orden internacional vigente, establecido a partir del haber finalizado la Segunda Guerra Mundial se encuentra en un estado de crisis, riesgoso, complicado y gelatinoso y, en consecuencia, la agonía de la ONU se observa después de 79 años de su creación. 

En esa dirección, la idea planteada en el párrafo anterior genera otra realidad que refuerza las posibilidades y perspectivas de un nuevo orden internacional a partir del ataque de los EE. UU. a Irán. Igualmente, acelera la crisis del vetusto orden internacional basado en reglas que nació en abril de 1946. 

El hegemon está perdiendo consenso y su dominación a nivel mundial se está debilitando progresivamente. Aunque unos países juegan al oportunismo y a sus intereses nacionales y a otros los paraliza el miedo y su debilidad militar para entrar y fortalecer esa posibilidad, la crisis que transita el orden mundial vigente abre las puertas a esa contingencia. La cristalización de ese objetivo debe transitar un proceso largo, pero ya está en marcha. 

En síntesis, la situación mundial se encuentra en un periodo peligroso. Desde la perspectiva de Gramsci el viejo orden mundial lentamente pierde consenso y ante ese hecho solo le queda imponer su dominación a través de la fuerza y su fortaleza militar. Actúa para frenarla. El viejo orden muere y el nuevo orden todavía no puede nacer y la sociedad mundial corre el riesgo que en el ínterin alguna fuerza macabra y enfermiza intente, con una guerra nuclear, resistir a los cambios que están en tránsito a nivel mundial.

 


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Carlos Mezones


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