Muchos temas trascendentes tienen pendientes por discutir en el Congreso del Perú, pero una mayoría accidental (literalmente) se ha dedicado a la nomenclatura urbana: cambiarle el nombre a la Plaza Bolívar del Lima.
El asunto tiene su trompo enrollado. Desde hace tiempo una parte de la clase política peruana actúa como invasor en el país del cual son ciudadanos, aunque algunos desearían ser sólo "súbditos", y que el Perú nunca hubiera alcanzado la gloria de ser una Patria Soberana. (Lo que se logró "por culpa" de Bolívar).
Sería extenso explicar lo de Riva Agüero negociando con el virrey La Serna para atacar juntos a Bolívar (Riva Agüero era demasiado valiente para hacerlo solo), y Torre Tagle traicionando la causa independentista para entregar los castillos del Callao a los realistas españoles a cambio de conservar sus privilegios.
Estos congresistas de 2025 que mantienen reo al presidente legítimo por ser un humilde maestro provincial con sombrero, quieren restaurar la colonia y para ello necesitan que les regresen el pendón de Pizarro, y aparter lo más que puedan el nombre de Simón Bolívar porque temen que una noche de pesadillas les apliquen sus decretos contra la corrupción y traición a la patria. Sobre todo, el legislador proponente del cambio de nombre de la plaza.
¡Ay Luis Elías hijo de Abraham, etcétera…! Cuando se escriba la antología del dolo y el transfuguismo en el Perú tu nombre de seguro ocupará una vitrina entera.
Es normal que le tengan -no digamos culillo, como muchos por ahí-, pánico es lo que les produce tener esa Plaza Bolívar frente a frente del lupanar donde tantos maleficios se han consumado: desde crear el Grupo de Lima hasta condecorar al inmundo innombrable.
Tienen que temerle. No basta con odiarle. (¿Verdad que suena a vals peruano?)
Bolívar, además de "zambo" (como lo decía Pruvonema en tono ofensivo), es chamán. Sepan Keiko y Luis Elías (y el alcalde López Aliaga que quiere ser español como el que te conté), que, en una ocasión -a mitad de 1817- durante la Campaña de Guayana, Bolívar junto a varios oficiales de su Estado Mayor, tuvieron que lanzarse a las aguas del Delta del Orinoco en el lugar identificado como Casacoima; perseguidos por las flecheras realistas y en medio de un humedal plagado de constrictoras gigantes, pirañas y caimanes, nadaron y caminaron con medio cuerpo sumergido en el lodo, hasta llegar a la otra orilla. Allí, libres del acecho enemigo, exhaustos, sin sus vestimentas ni sus armas, El Libertador se envolvió en un tejido indígena que les habían obsequiado los lugareños, y echado sobre las arenas deltaicas, exclamó: "Dentro de pocos días rendiremos a Angostura, y entonces... iremos a libertar la Nueva Granada, y arrojando a los enemigos del resto de Venezuela, constituiremos a Colombia. e iremos a completar nuestra obra de libertar a la América del Sur y asegurar su independencia, llevando nuestros pendones victoriosos al Perú: El Perú será libre".
Ódiennos sin piedad se lo pedimos. No queremos de ustedes más que eso. Sabemos que temen al bolivarianismo más que Riva Agüero, Torre Tagle y el virrey La Serna juntos, y que sólo les queda tratar de ofender, calumniar, enlodar (a la menos uno). Así los formaron la oligarquía que usurpó la patria peruana para su provecho personal y del patrón imperialista oprimiendo a los pueblos originarios, al campesinado, a la clase trabajadora, incluidos los sectores profesionales y emprendedores criollos.
A falta de William Tudor, ¿a quién consulta para hacer estos dislates?
¿Plaza Constitución? ¿Cuál Constitución? Pueden ponerle plaza Pizarro, algún emperador nipón, o europeo. Ustedes odian al Perú profundo, porque en el fondo de vuestras almas, os sentís invasores. Ustedes son el estiércol de la colonialidad.
En carta a Joaquín Mosquera el 10 de noviembre de 1824, Simón Bolívar sigue en vibración chamánica prediciendo lo que ha de ocurrir: "nuestro ejército ha obtenido sucesos inauditos; sin quemar un grano de pólvora hemos ahogado la guerra civil, hemos libertado el Perú. Los españoles no poseen más que a Arequipa y la mitad del Cuzco y pronto no estarán en el Perú. La esperanza nos lisonjea con sucesos aún más afortunados Lima será tomada, el Callao sitiado, la escuadra española destruida y la paz nacerá al sonido halagüeño de los vivas de los pueblos."
La Batalla de Junín abrió el vientre que en Ayacucho dio a luz. Y los pueblos del Perú adentro lo clamaban con amor ¡Viva Bolívar! ¡Viva el Libertador del Perú!, aumentando más el miedo y el odio de la oligarquía parásita que no supo ni pudo ni quiso liberar su país, por eso fuimos desde aquí y nos regresamos a criar corrales de chivos y sembrar maizales, sin traernos un gramo de plata y oro.
Todavía los babosos engreídos se dejaron azuzar (calentar las orejas) del Cónsul gringo, y apenas Bolívar tuvo que salir del Perú a resolver asuntos graves en Bogotá y Caracas, invadieron Guayaquil, ¡que traidores y cobardes!, no le aguantaron un amague al Gran Mariscal de Ayacucho. (Bolivia se conservó como nuevo Estado).
Pero los oficios de Washington apostaban (junto a los rituales del cura Luna Pizarro) que el General La Mar era el mejor militar del continente. ¡Pobres cipayos pitiyanquis!
Bolívar fue al Perú el 1° de septiembre de 1823 a petición del Congreso, cuyo emisario en calidad de Canciller le confirmó: "sólo ansían por ver a Su Excelencia en el Perú a quien esperan como el salvador".
Bolívar vio con horror aquel mundillo de intrigas que era Lima en 1823, enceguecida peleándose entre sí, mirándose el ombligo cada cual, mientras el enemigo se fortalecía y amenazaba desde Perú la Independencia de toda la América Hispana. Sólo él tuvo la voluntad política unitaria, la autoridad moral, el liderazgo militar y la estrategia para destruir al ejército enemigo donde quiera que se encuentre, porque era la única forma de garantizar la victoria definitiva sobre el colonialismo español.
Y el amor, ¿verdad congresistas corruptos y vendepatria? El amor de Bolívar hacia el Perú y del pueblo peruano al Libertador. Esto nunca lo soportó la oligarquía más vanidosa, acomplejada y ladrona del continente. Bolívar se enamoró del Perú; así se lo manifestaba al poeta Olmedo en 1825 al llegar al Cusco: "He llegado ayer al país clásico del sol de los Incas, de la fábula y de la historia. Aquí el sol verdadero es el oro; los Incas son los virreyes o prefectos; la fábula es la historia de Garcilaso; la historia la relación de la destrucción de las Indias por Las Casas. Abstracción hecha de toda poesía, todo me recuerda altas ideas, pensamientos profundos; mi alma está embelesada con la presencia de la naturaleza primitiva, desarrollada por sí misma, dando creaciones de sus propios elementos por el modelo de sus inspiraciones íntimas, sin mezcla alguna de las obras extrañas, de los consejos ajenos, de los caprichos del espíritu humano, ni el contagio de la historia de los crímenes y de los absurdos de nuestra especie…y la historia ha dicho la verdad porque los monumentos de piedra, las vías grandes y rectas, las costumbres inocentes y la tradición genuina, nos hacen testigos de una creación; social de que no tenemos ni idea, ni modelo, ni copia. El Perú es original en los fastos de los hombres. Esto me parece, porque estoy presente, y me parece evidente todo lo que, con más o menos poesía, acabo de decir a usted." (De algo recuerdo ese "ni calco, ni copia")
Congresistas desvergonzados, ustedes como escoria de esa oligarquía cobarde y ladrona que se adueñó del Perú, sicarios al servicio de la colonialidad del poder, que desde hace dos siglos han intentado calumniar e invisibilizar al Libertador Simón Bolívar, ustedes se hunden en la cloaca del oprobio con sus alforjas repletas del deshonor y la nulidad. Ustedes, sencillamente, no existen, medran, parasitan, vegetan, pudren la atmósfera.