Reseña de Stakeholder Capitalism. El reinicio del capitalismo, de Genís Plana (Letras Inquietas, 2025)
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Vivimos en un tiempo de gran desolación, envueltos en horrores que no se quieren ver. Estos horrores son los propios del Capitalismo. Las miles de monjitas de hábito rojo, la "izquierda", y a veces rojo y negro (¡todavía quedan anarquistas!), alzan el grito de "¡Al fascismo no se le discute, se le combate!). El problema que es que la encarnación perfecta de un régimen genocida, totalitario y opresor es el Capitalismo en su fase avanzada, el verdadero fascimo al que muy poco combaten. El Capitalismo "Stakeholder" como lo denomina Genís Plana.
El palabro anglosajón "Stakeholder" significa algo así como "partes interesadas". No fueron Hitler ni Mussolini quienes idearon un Planeta Tierra concebido como una gigantesca corporación capitalista en manos de accionistas privados para quienes la última y única finalidad de su "gobernanza" es la obtención de beneficios. Todas las medidas de ingeniería social, "resiliencia", control de pensamiento, modificación de las costumbres, re-programación de la especie humana, etc. van encaminadas a la "felicidad" de esos accionistas.
Genís Plana, doctor en Filosofía política, y con varios máster y títulos en ciencias sociales y políticas, analiza con sutileza e ironía este verdadero fascismo: el Capitalismo tardío, que no se conforma con explotar a las masas humanas sino que quiere (y puede) transformarlas. Parafraseando a Marx y a una de sus famosas Thesen sobre Feuerbach: "los capitalistas se han dedicado a explotar al ser humano: es hora de ¡transformarlo!". A las tesis defendidas por Klaus Schwab, Yuval Harari, Bill Gates, Elon Musk, y demás ricachos y apologetas del "Nuevo Hombre" no hace falta añadir esta coda: "transformarlo…para explotarlo más y mejor".
Explotar al hombre, en el capitalismo clásico, consistía en comprar al obrero la fuerza de trabajo –medida en unidades de tiempo- y hacerle trabajar, esto es, producir un valor extra, que va más allá de cuanto se invirtió en la compra de esa fuerza humana. Explotar al hombre significaba tratarlo como verdadera mercancía, alienarle y degradarle de manera espantosa. Dos factores de producción que en sí no son, ni pueden ser mercancía, son tratados como tales mercancías: el hombre y la tierra. Pero dotadas, además de un poder que a ojos del lego en Economía Política, parece poder mágico: una vez comprados, el hombre y la tierra son factores que –por medio de un proceso social-metabólico, producen más de lo comprado.
Pero la fase que hoy vivimos es la fase de la pesadilla. Para hacer del hombre una mercancía, tal y como desean las "partes interesadas", había que simular un contrato jurídicamente válido entre supuestos iguales; había que vivir dentro de la atmósfera del Estado liberal-burgués en la cual el ser humano tiene derecho a comprar y vender la fuerza humana (y el producto del uso de esa fuerza) por horas. Lo que nunca debería haber sido otra cosa que un "servicio" a los demás, lo cual es el fundamento de una Comunidad (la Comunidad es una unidad de destino y una red de servicios recíprocos), pasa a ser mercancía.
Pero he aquí que el capitalismo tardío, este que vivimos hoy, el cual combina la IV Revolución Industrial (la de las tecnologías convergentes y susceptibles de hibridarse) con la alta financiarización, no ve al ser humano sólo como mercancía explotable. Nos percibe a todos como "carne fresca", apta para ser modificada ("tuneada") a voluntad. Masa producible y reproducible a criterio y voluntad del capitalista, soberano que actúa en virtud de sus prosaicos deseos, que no son más que los deseos por aumentar la cuenta de beneficios. Podemos producir "corpoides" humanos para vender órganos. Podemos producir esclavos semi-androides (híbridos semi-humanos, por tanto). Podemos criar gusanos e insectos y dárselos a comer a las masas hambrientas que no pueden ir a sentar el culo en un hotel de Davos. Podemos combatir el "fascismo" manipulando algoritmos de las redes sociales o fabricando marcas blancas del PPSOEVOX, marcas al servicio globalista del Capitalismo como Sumar, Podemos, Compromís, etc. Es decir, el capitalista del Planeta Tierra Sociedad Anónima es un Dios Absoluto, un dueño de la vida y la muerte (Biopolítica y Tanatopolítica puras y duras). Es también un redentor, que liberará a los pobres prehístoricos de su condición humana y demasiado humana. El Santísimo Capital cuidará de todos nosotros, hasta que termine por llevarnos al matadero, aptos para el consumo.
Genís muestra las contradicciones internas de este tipo de sistema de dominación, y lo hace de forma oportuna e incisiva.
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