La revolución democrática y popular de abril de 1965 y su gobierno, presidido por Caamaño luego de la propuesta de Bosch, quedó cercada en un área pequeña de la ciudad (Zona Colonial, Ciudad Nueva, Ensanche Lugo, parte de Gazque, San Carlos, San Miguel, San Antón, Santa Bárbara, Borojol y parte de Villa Francisca). Allí se escenificó un hermoso ensayo de democracia tipo Comuna de París con órganos centrales de dirección
En la zona constitucionalista se estructuró progresivamente un poder popular basado en los comandos armados de trabajadores (as), estudiantes, soldados, desempleados, intelectuales, técnicos…
Se formó un nuevo ejército, resultado de la fusión de combatientes civiles y soldados, clases y oficiales procedentes de las fuerzas armadas regulares.
Concretamente esas nuevas Fuerzas Armadas fueron producto de la articulación de los comandos armados y unidades de fuerzas especiales como los Hombres Ranas de Monte Arache, de los grupos de oficiales y soldados dirigidos por los jefes constitucionalistas, y de los comandos formados por civiles procedentes de todas las zonas de la Capital y, en menor medida, de todo el país, incluyendo zonas campesinas.
Los exiliados haitianos, luchadores (as) anti-duvalieristas, formaron su propio comando, sellando en esa ocasión la unidad entre los dos pueblos de la isla en lucha por una verdadera democracia.
Desde los comandos se vigilaba, se combatía, se administraban los medios de vida y el hábitat, se debatían las orientaciones y temas de actualidad, se cooperaba… pero también se ejercía una nueva democracia, una democracia de base, participativa, con riquísimos debates políticos y culturales.
Los (as) artistas se organizaron para participar en la lucha y aportar su capacidad creativa: poetas pintores, novelistas, músicos, teatristas…con despliegue de colorido, obras, canciones y espectáculos, animaban constantemente la vida de nuestro pequeño Estado, registrándose una hermosa relación de cooperación entre la red de comandos y el frente cultural constitucionalista.
Los (as) comunicadores (as) sociales se concentraron para darle vida al periódico Patria, órgano independiente, al periódico la Nación, órgano del gobierno, y a la Radio Constitucionalista, voz de todos y todas.
Las mujeres potenciaron su federación y las organizaciones de combatientes.
Los principales sindicatos organizaron sus propios comandos, destacándose el caso del sindicato portuario Poasi.
Los (as) profesionales de la salud, médicos y paramédicos organizaron con eficiencia un sistema gratuito, tomando como base todas las instalaciones públicas y privadas establecidas en el espacio geográfico de la zona constitucionalista.
La educación se centró en las conferencias, charlas y debates al interior de los comandos, organizadas por los mejores cuadros de las diferentes organizaciones.
La instrucción militar se hacía en la Academia Militar Constitucionalista; ubicada en el parque Eugenio María de Hostos, organizada ejemplarmente por el 14 de junio.
EL suministro de alimentos era igual para todos (as) y cada comando, unidad militar o civil asumía su preparación y distribución.
Los comercios y propiedades de los empresarios que permanecieron en la zona fueron respetados y los de los que la abandonaron (sobre todo los de los grandes mayoristas) fueron controlados y sus existencias empleadas para la sobrevivencia de la mini-república y sus habitantes.
Igual pasó con los almacenes de Aduana.
Las casas abandonadas fueron sedes de comandos, oficinas, organizaciones y entidades del movimiento.
Los bancos quedaron bajo custodia de tropas constitucionalistas, expuestos a ser dinamitados si las tropas yanquis avanzaban hacia el corazón de la zona.
Los ingenieros, técnicos metalúrgicos, y trabajadores de la construcción organizaron los talleres de reparación de arma, de mecánica en general, de construcción de artefactos e ingeniería militar y civil, desplegando una gran capacidad innovadora. Allí se llegaron a diseñar y construir tanquetas, que posteriormente sus modelos fueron copiadas por el general Ramiro Matos para nutrir las unidades blindadas del ejército regular (las R.M)
Los partidos de la revolución PRD, PSD-PCD, 1J4, MPD, y el sector progresista del socialcristiano, readecuaron sus estructuras y su presencia en función del nuevo tejido social y de las formas organizativas generadas por la insurrección y sometida al cerco imperialista.
Conservaron su independencia y su labor de reclutamiento. Una parte importante de su militancia hacía vida política en los comandos.
Todos ejercieron el derecho a la crítica y todas desplegaron relaciones multilaterales y bilaterales de acuerdo a las necesidades Todos confluyeron con el movimiento de militares constitucionalistas en una especie de frente político- militar, con una dirección o coordinación central en las que se hacían los consensos necesarios y se adoptaban las decisiones fundamentales.
El Gobierno Constitucionalista, su gabinete y dependencias, el congreso legislativo el ayuntamiento o alcaldía de la Capital y el sistema judicial heredado del gobierno electo en 1963, operaban como una especie superestructura o mecanismo de representación hacia el país y hacia el exterior.
Muchas de sus dependencias no podían operar realmente, eran más bien simbólicas. Otras sí, entre las que se destacaron el Ministerio de Relaciones Exteriores, dirigido por Jottin Cury, con destacadísimos aportes de Hugo Tolentino Dipp y otros intelectuales, y las estructuras militares dirigidas por los coroneles Lora Fernández, Montes Arache y Lachapelle Díaz, entre otros. Y, sobre todo, el cuerpo de funcionarios civiles y militares, intelectuales y dirigentes políticos, vinculados al Poder Ejecutivo y al presidente Caamaño.
Francis Caamaño era el vínculo directo entre la estructura de gobierno y el poder real, el nuevo poder, representado por la red de comando y las fuerzas políticas y militares que gravitaban en su seno. Todo ellos confluyendo en el comando político o coordinación central del frente conformado.
En ese espacio participamos con bastante regularidad Francis Caamaño, el coronel Marte Hernández y Héctor Arístides, José Francisco Peña Gómez (PRD), Ramírez Conde (MPD), Juan B. Mejía y Fidelio Depradel (1J4), Rafael Martínez (socialcristiano), Asdrúbal Domínguez y Narciso Isa Conde (PSP-PCD). En algunas ocasiones por el PSP participaron Juan Doucudray y José Israel Cuello.
En una de sus reuniones participaron juntos Juan Miguel Román y Fernández Domínguez (acabado de llegar de Puerto Rico), horas antes de poner en marcha la operación comando que le costó la vida a ambos (intento de asalto al Palacio Nacional).
En realidad, el proceso generó una cierta dualidad institucional, con una cierta repartición de funciones y poderes y con un liderazgo político- militar común (el de Francis Caamaño y los líderes militares), capaz de armonizar tensiones y diferencias.
En el Comando Político Central, la sensibilidad, inteligencia, firmeza e intuición política del coronel Caamaño contribuyeron determinantemente a la unidad interna y le permitió fortalecer su liderazgo. Él siempre se inclinó por las decisiones más sabias y las propuestas más racionales y eso facilitó los consensos y aciertos.
-
Los yanquis no pudieron derrotarnos militarmente.
Estas características de la República de los Comando, este modelo de Estado y sociedad -el más democrático a todo lo largo de nuestra historia (no superado ni antes, mucho menos después de la Revolución de Abril) - explican su enorme fortaleza a pesar de la pequeñez del área bajo control.
En su limitada dimensión cercada, reducida al casco más antiguo de la ciudad; en su cultura caribeña y su confrontación con tropas de la superpotencia hegemónica escala mundial, estuvo lo propio. Pero en su carácter popular y comunitario, en la socialización de sus recursos y funciones, el parecido con la Comuna de París era sorprendentemente cierto. Un poder armado profundamente democrático y derechos compartidos igualitariamente.
La unidad nacional, el respeto y la solidaridad que fue capaz de generar esa especie de COMUNA DE SANTO DOMINGO.
La autoridad bien ganada le posibilitó hermanar civiles y militares, mujeres y hombres y personas de diferentes edades.
La capacidad para relacionarse con la población local y el ingenio y coraje para dirigir y defender territorios y sectores de la clase obrera, campesinos y comunidades populares urbanas aumentó el respeto bien ganado.
La preparación para combatir las agresiones de un ejército poderoso y moderno, nos permitió sobrevivir en medio del cerco y, sobre todo, impedir la toma de la zona y la derrota militar por las tropas invasoras.
Intentos hubo, pero no pudieron pasar: el costo político y militar hubiera sido demasiado alto para los invasores, por lo que en tales condiciones optaron por volver a negociar.
En verdad, la Guerra Patria, la heroica resistencia frente a las tropas yanquis durante más de cuatros meses, constituyen un ejemplo de heroísmo y firmeza de extraordinario valor humano.
Los invasores lograron bloquear y detener la revolución, lograron imponer la contrarrevolución, pero no pudieron derrotarnos militarmente. Su último gran intento de asalto se ejecutó los días 15 y 16 de junio de1965 y la bravura del pueblo armado le impidió salirse con las suyas.
De todas maneras, el desembarco yanqui impidió la extensión de la revolución al resto del país (frenando el gran viraje que ya se iniciaba en muchos cuarteles militares) e impuso meses después, vía una salida forzosamente negociada, la victoria política de la contrarrevolución.
Las negociaciones, con altas y bajas, interrumpidas por batallas tan heroicas como la del 15 y 16 de junio, duraron hasta principios de septiembre, cuando se firmó el Acta Institucional y se instaló a continuación el Gobierno Provisional de García Godoy.
En todo ese proceso, acompañado de una heroica resistencia popular, de una enorme solidaridad internacional, las izquierdas, cuya autoridad e influencia habían crecido, desplegaron sus dotes combativas, organizativas y propagandísticas en gran escala; al tiempo que sus ideas y su fuerza moral crecía dentro de los militares constitucionalistas y en el seno del PRD.
Eso permitió, no sin algunas desavenencias engorrosas (particularmente con el MPD por la Izquierda y con el PRD por la derecha), que las negociaciones se hicieran, aún en condiciones tan desventajosas, con una dosis de dignidad insuperable, impidiendo la masacre y garantizando el paso hacia una fase y un escenario diferente de la lucha.
Caamaño dio una demostración de inteligencia y sagacidad política, cuando cansado de la presión izquierdizante del MPD convocó una amplia asamblea de comandos en el Teatro Leonor (calle Arzobispo Nouel) y emplazó a los que se oponían a las negociaciones a romper el cerco militar yanqui, algo materialmente imposible. Ahí concluyó la jodedera radicaloide:"No es eso, coronel, lo que estamos proponiendo", exclamaron sus promotores. ¿Y entonces?
De todas maneras, actitud y papel desempeñado por las izquierdas determinaron la participación del PSP (luego convertido en PCD), del IJ4 y del MPD, en igualdad de condiciones junto al PRD, al sector progresista del socialcristianismo y al movimiento militar constitucionalista, en la conducción del proceso bajo el liderazgo unificador de Caamaño.
Así se conformó, inmediatamente después de la intervención militar estadounidense, una comisión político-militar de alto nivel, integrada por todas esas fuerzas convertidas en mando estratégico del proceso, y en la que dados los cambios operados en el PSP, Asdrúbal Domínguez, José Israel Cuello yo, asumimos darle el seguimiento correspondiente desde la dirección política del partido, así como también a la vertiente propagandística y la política internacional de la revolución.
Ese comando o comisión política de la Revolución se reunía con mucha frecuencia en la calle El Conde esq. Sánchez, en los altos del Restaurante Rossi, presidida por el coronel Caamaño. Eran reuniones al margen del Gabinete de Gobierno.
Allí se decidían las orientaciones políticas y militares más trascendentes en estrecha relación con las direcciones de los partidos y el Comando Militar Constitucionalista, con el equipo de la Cancillería (Jottin Cury, Hugo Tolentino, Tirso Mejía Ricart, Quique Acevedo, Joselín Rodríguez Conde, Pedrito Russo y otros), con el Movimiento Cultural inspirado por Silvano Lora y con los equipos y medios de propaganda. En este aspecto, montamos una oficina de elaboración de documentos para la Radio Constitucionalista y la prensa escrita con la participación de una parte de los dirigentes universitarios, Franklin Franco, Abelardo Vicioso y Carlos Dore).
Recuerdo que a la reunión realizada antes del intento de asalto al Palacio Nacional llegaron sudorosos el coronel Fernández Domínguez y Juan Miguel Román. Allí conocí, por primera y última vez, a Fernández Domínguez; a Juan Miguel lo conocí en el 14 de junio y previamente a ese momento participó junto a Juan B. Mejía en una o dos reuniones de ese comando político.
El poder real residió en la unidad de esas fuerzas políticas, en el pueblo movilizado, en los comandos y en las tropas militares constitucionalistas, mientras perduraron las instituciones formales heredadas del gobierno constitucional del 63, mayormente integrado por cuadros perredeístas e intelectuales liberales progresistas. Por eso Francis insistía en la unidad en todas las fuerzas patrióticas en sus discursos.
Las izquierdas, por su claridad estratégica y su formación político-ideológica, tenían un peso sensible en la dirección política y una buena articulación con el liderazgo de Caamaño, mucha influencia en los comandos y una autoridad decisiva en los mecanismos propagandísticos, culturales y formativos de la revolución.
Su influencia, claro está, no era uniforme, ni tampoco estaba libre de ciertas contradicciones que por momentos se superaban o atenuaban. Era tan desigual como su propio desarrollo, pero sensiblemente complementarias. Pero esa significativa influencia, claro está, nunca implicó el liderazgo ni hegemonía política en esa revolución.
(Santo Domingo RD / 25 de abril 2025 // 60 Aniversario de la gesta de 1965/ Biblioteca Nacional Pedro Henrique Ureña)