Trump exhibe 'doble mano de hierro' en sus primeros 15 días: autoritario en la política doméstica

El presidente de EEUU deja atrás los conatos neoliberales de su primer mandato, y emplea un manual autoritario para arrasar con políticas como la energética o la migratoria, mientras trata de doblegar países y principios como el del libre comercio.

Las primeras horas de la versión Trump 2.0 no defraudaron a sus correligionarios, muchos de los cuales salieron de nuevo en libertad tras su participación en el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, hostigados por el intento del actual presidente de quebrar el orden constitucional por su estrategia de no reconocer su derrota electoral de noviembre de 2020 ante Joe Biden y poner en tela de juicio la limpieza del recuento de las urnas.

De las acciones que sucedieron a la segunda jura de su cargo hace quince días se pueden extraer varias primeras lecturas. Por ejemplo, su propensión a declarar como emergencias nacionales asuntos para nada excepcionales como el mercado energético de EEUU o los controles fronterizos con México. O, en el orden global, su impulso a doblegar decisiones soberanas de ciertos países o a imponer criterios unilaterales sobre aspectos asentados universalmente como el libre comercio.

Con ellos ha elevado su grado de autoridad, convienen en señalar en Foreign Policy (FP) en una edición especial sobre el inicio de la andadura de Trump en la Casa Blanca, donde aseguran que "el uso liberal de poderes" de su primer mandato "está siendo replicado" aunque con "una mayor dosis de unilateralidad", si cabe. Al apelar a la "emergencia nacional" -precisan- "el presidente puede aumentar su potestad y sus recursos para abordar crisis" con el respaldo que le confieren no pocas leyes y varios usos de ámbito federal.

Todo ello, además, al amparo de una concesión que permite al dueño temporal del Despacho Oval aplicar medidas y respuestas con mayor rapidez que la que puede generar el Congreso, o movilizarse a través de cambios legislativos, por muy urgentes que sean. Incluso cuando, como ocurre en esta legislatura, el Grand Old Party (GOP) de Trump controla tanto la Cámara de Representantes como el Senado.

De puertas afuera de EEUU, el desafío es el mismo. Bien es cierto que el mandatario americano no podrá invocar para ello el sacrosanto ordeno y mando de la emergencia nacional. Pero Trump parece convencido de que podrá imponer al mundo su voluntad, instaurar una doctrina unilateral en el orden mundial y doblegar a cuantos países se opongan a sus designios presidenciales.

"Desde Sudamérica hasta el Ártico, el mundo está recibiendo un curso intensivo de trumpismo", escribe Edward Alden en FP. A su juicio, el líder republicano trata de exigir su recetario de forma "inmediata y contundente", en alusión a las reivindicaciones de comprar Groenlandia a Dinamarca, de adhesión de Canadá o de renombrar el Golfo de México. Tres de las picas que ha querido imponer como retos expansionistas de su segundo mandato.

Trump agita el tablero global (…)

Alden afirma que su brusca maniobra de aterrizaje en la Casa Blanca "ha dejado a varios líderes de otros países desorientados". En parte, con toda la intencionalidad de la que es capaz porque la estrategia de Trump pasa, "casi siempre, por mantener a sus interlocutores, rivales y adeptos en un permanente juego de adivinar sus intenciones". Si bien la oleada de embestidas dialécticas de estos primeros días de su vuelta a Washington demuestra que ha perfeccionado su técnica".

"El objetivo del presidente no es tanto asegurar la frontera sur como reducir drásticamente el número total de migrantes que llegan a EEUU" -sostiene-, pese a que "su exigencia migratoria traerá el caos a la frontera" y, por supuesto, daños económicos por las deportaciones masivas y posibles repercusiones diplomáticas. En alusión al rechazo y posterior marcha atrás de Gustavo Petro de prohibir en primera instancia los vuelos de devolución, de permitirlos con posterioridad ante la amenaza de Trump de instaurar a Colombia aranceles del 25%, y el definitivo envío de aviones colombianos para evitar el ultraje en el traslado de los afectados.

La arenga tarifaria –"la palabra más hermosa del diccionario", llegó a decir en campaña- no solo será utilizada como herramienta de destrucción masiva contra enemigos geoestratégicos, sino que "será esbozada contra aliados para ganar influencia política, económica y comercial", asegura Ravi Agrawal, editor jefe de FP en Trump World, un extenso especial monográfico de la versión Trump 2.0. A su juicio, "las amenazas proteccionistas de Trump están cambiando el vecindario".

Catherine Osborn, responsable de América Latina en FP, recuerda que los aranceles fueron uno de los "factores determinantes" que llevaron a México, por un lado, y a Canadá, por otro, a sellar sendos acuerdos de libre comercio con la UE durante el primer mandato de Trump. O del flujo de halagos entre Bruselas y Ottawa que hacen resonar temporalmente cantos de sirena de una posible adhesión canadiense al club comunitario. O, cuanto menos, de forjar lazos estratégicos de la máxima intensidad. Canadá y México aceptaron la reedición del Nafta 2.0, rebautizado por obra y gracia de Trump como USMCA, y la anterior Administración republicana apenas hizo nada por revitalizar las relaciones con la puerta trasera de EEUU, como se denomina despectivamente a América Latina entre los diplomáticos de la primera potencia global.

(…) altera el orden mundial (…)

Detrás de esta puesta en escena subyace la intención de Washington de "alterar el comercio y el orden geopolítico y económico internacional". Es el recurso del garrote, al que recurre Saijad Ali Memon, asesor en un think tank de abogados adscrito a la Universidad de Islamabad y que se dedica al estudio de la paz y los conflictos globales, para explicar la decodificación semántica del poder exterior de Trump.

De hecho -recalca-, el término más usado por las autoridades de inmigración al obedecer la orden presidencial de detener sin papeles -que solo el primer domingo de su estancia en la Casa Blanca afectó a 956 personas, por parte del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE)- fue "arrestos colaterales". Apelativo blanqueador con el que se referían a "los delincuentes" que, según la jerga trumpista, "han venido a usurpar propiedades y atentar contra estadounidenses" y que, en realidad, afectó a residentes "sin antecedentes penales" y, en numerosos casos, "con derecho a recibir la nacionalidad" estadounidense. Son "iniciativas draconianas", alerta Alden.

Después de que -asegura-, "como siempre, toda carrera presidencial estadounidense deje posos anticipados de los cambios políticos y geoestratégicos que pretende instaurar cada inquilino de la Casa Blanca".

Y, si no, que se lo digan a Dinamarca, cuya primera ministra, Mette Frederiksen, aún se repone de la conversación que mantuvo con Trump, en la que le trasladó que su deseo de apoderarse de Groenlandia no era ninguna broma. O a Palestina, la parte silenciosa, oculta y aislada del Gran Israel que pretende impulsar en la región más convulsa del planeta, avisa Memon.

Pero hay más. De todos los colores, sabores y lugares. A Europa le ha dicho que trata de manera muy injusta a su país y la amenaza con el mayor proceso de desregulación en EEUU para elevar su déficit competitivo, a los socios de la OTAN que eleven sus gastos de Defensa ahora al 5% del PIB, a Arabia Saudí, que rebaje el precio del petróleo para forzar el final de la guerra de Ucrania y a Irán, le ha amenazado con aplicarle su "máxima tensión" estratégica. Más compleja será su actitud frente al gigante asiático.

Ryan Hass, director del John Thornton China Center, considera que "el equipo de Trump tiene una variedad de puntos de vista sobre cómo maximizar la influencia" de Washington y "sobre sus objetivos competitivos con Pekín". Tanto en materia tecnológica, como comercial, en temas como Taiwán, el capital humano e innovador o en el terreno de la seguridad geoestratégica. En su opinión, "hay muchos asuntos del escenario mundial en los que la asimetría de poder entre las dos superpotencias podría favorecer a Trump, pero, desde luego, la competitividad no será uno de ellos, porque la capacidad competitiva de China es formidable".

Por eso, sería muy recomendable que se olvidara de improvisaciones y retóricas beligerantes y "contribuyera a reequilibrar la economía mundial generando oportunidades a las empresas y los trabajadores estadounidenses".

Algo difícil de presenciar si responsables de su Ejecutivo, como Elon Musk, siguen generando dosis de controversia con sus apariciones en mítines de la extrema derecha alemana (AfD) o alzando el brazo con el saludo nazi y forzando a radicalizar las posturas electorales germanas en materia de inmigración. Mientras Trump, al más puro estilo Vladimir Putin, ensancha la brecha entre sus partidarios (Hungría e Italia, principalmente) en torno a acabar con el apoyo europeo a Ucrania respecto al resto de socios del club comunitario y, en consecuencia, genera divisiones internas de muy difícil resolución.

(…) y promueve disciplina doméstica

Trump lo prometió en campaña. Hará un uso activo de los poderes de emergencia presidenciales para abordar una variedad de cuestiones, en particular la inmigración. En medio de la oleada de órdenes ejecutivas que ha emitido desde el primer día de su segundo mandato, declaró que la soberanía nacional está "bajo amenaza" por las personas en situación de ilegalidad y el mercado energético. Ni siquiera el recién fallecido Jimmy Carter acudió a este poder en todo el territorio federal cuando, a finales de los setenta, y en plena crisis petrolífera, facultó a los gobernadores de Ohio, Indiana y Kentucky a suspender temporalmente los controles de contaminación de aire.

Para Trump, el argumento, falaz, es también etéreo: "Tenemos una red de suministro de energía precario, inadecuado e intermitente y cada vez menos confiable". Por eso propone estimular el auge productivo nacional que, en su opinión, "reducirá el coste de la luz y rebajará la inflación, al tiempo que permitirá competir mejor contra China en Inteligencia Artificial (IA)". Cuando en realidad busca catapultar a los combustibles fósiles con su firme promesa de "perforar, perforar y perforar" hasta llevar al país a su récord de extracción, resalta una información de Bloomberg.

Esta doble apelación a la emergencia nacional en inmigración y energía de puertas adentro es la que también usa para justificar sus medidas proteccionistas a la industria y sus embestidas sobre el comercio con sus guerras arancelarias. Este sábado, ha firmado las órdenes ejecutivas para imponer aranceles del 25% a los productos procedentes de Canadá y México, y del 10% para los de China. El fast track o poder enfocado a acelerar acuerdos de libre tránsito de mercancías y uniones aduaneras es una cesión constitucional al Congreso que, en ocasiones, cede a los presidentes.

Es como un plácet que se traspasan entre el Capitolio y la Casa Blanca, pero que es propiedad de los legisladores. Aunque por razones de emergencia y de seguridad nacional suele caer en las manos del presidente. La International Emergency Economic Powers Act (IEEPA) es la norma que habilita este tránsito de competencias y antes de la versión Trump 2.0 nunca antes había cedido esta herramienta al Despacho Oval desde que entró en vigor en 1977.

Entre otras razones, porque ningún presidente había recurrido a la ley para imponer aranceles. Con la sola excepción de Richard Nixon, que lo solicitó a la entonces Ley de Comercio con el Enemigo, para fijar brevemente una tarifa adicional del 10% a todas las importaciones, seis años antes de que naciera la IEEPA. Su antecesora legal fue diseñada para forzar una renegociación de los tipos de cambio fijos establecidos al final de la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, Trump amenazó con usar la IEEPA para aumentar aranceles a las importaciones de México durante su primer mandato, aunque finalmente optó por no hacerlo. Al comienzo de su segundo mandato, la volvió a implorar para avanzar el castigo a Colombia por no admitir vuelos de deportación de migrantes no autorizados, según la terminología estadounidense.

Solo el Congreso puede controlar estos desmanes. A través de la Ley de Emergencias Nacionales de 1976, que exige al mandatario americano de turno especificar cada uno de los poderes que planea utilizar, las crisis o riesgos a los que dice que se enfrenta el país y los cauces para combatir esas amenazas. Pero ambas cámaras están bajo el control republicano y el presidente de EEUU podría ejercer hasta 150 poderes especiales, según un informe del Brennan Center for Justice, instituto que estudia los lazos entre el derecho y las políticas públicas. Para, por ejemplo, poner en marcha su idea de deportar migrantes a Guantánamo, recortar partidas a programas como el del VIH, en contra del criterio de la OMS, o arremeter contra el colectivo LGTBIQ+.



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