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8:13 (hace 4 horas) |
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El neocapitalismo ultraliberal aspira a favorecer un transhumanismo que es un nuevo proyecto de dominación integral bajo el aspecto de los beneficios de la tecnociencia. Y este transhumanismo pretende, a su vez, dejar atrás los problemas de la humanidad por medio del simple hecho de eliminar precisamente lo que nos hace humanos.
No se trata de algo nuevo, y se basa en el viejo dicho de "muerto el perro se acabó la rabia". Ya hubo un proyecto similar que se llamó nazismo. Los campos de exterminio fueron la muestra más aberrante y llamativa de lo que fue ese intento de transhumanismo. El nazismo fue un proyecto básicamente científico, basado en uno a priori claramente racional. La eliminación masiva de seres humanos en los lager era la aplicación eficiente del proyecto transhumanista en clave de taylorismo, un método de optimización del trabajo en clave de productividad, la división de funciones y la producción en serie. Ésta era la característica esencial y tecno - científica del exterminio nazi: por primera vez en la historia la eliminación masiva de seres humanos en genocidio no se a partir de la simple brutalidad, sino en base a una planificación que pretendía basarse en una antropología, genética y medicina cultivadas a lo largo del siglo XIX y parte del XX. Cuando algunos científicos entusiastas pretenden denunciar las pseudociencias acusando a determinadas prácticas naturistas o psicoterapéuticas, yo recomiendo girar la vista hacia el doctor Mengele para comprender la dimensión real de la cuestión.
La modernidad nos ha dado suficientes razones para desconfiar del maquinismo. Pero la relación hombre-máquina ha sido suficientemente compleja como para darse cuenta de que la cuestión supera al mero ludismo. Si un mecanismo puede sustituir un puesto de trabajo, esta ley de hierro no tiene marcha atrás. La cosa va mucho más allá: si esta sustitución puede abarcar la totalidad de la expresión de la existencia, es decir, el advenimiento de un mundo de máquinas que gestiona la convivencia entre máquinas que toleran la vida humana como elemento mínimo que permite hacer funcionar la reproducción de las máquinas entre sí. A esta distopía definitiva apunta todo el recelo frente al alcance civilización a de la máquina. Y de esta perspectiva aparece el repunte de ese miedo antiguo con el recelo ante la inteligencia artificial.
No es necesario confundir el espíritu crítico con considerar el avance de la tecnología con la emoción supersticiosa que surge de una constatación de Arthur C. Clarke ("2001: Una odisea del espacio"): "Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia". La dificultad para distinguir entre magia y tecnología ha acompañado a todo el desarrollo avanzado de la técnica, situándose en el centro de la recepción de las innovaciones. Esto vuelve ahora a que la comunicación se alza como ciencia articulado de la posmodernidad, con la aspiración de hacer pivotar a su alrededor el resto de las ciencias sociales. Y con ello, la reaparición de un viejo temor suscitado: la "manipulación de las conciencias". La retirada de la idea de progreso hace el resto, con las propuestas de decrecimiento por bandera o el resurgimiento del culto a lo "natural" como distintivos de lo pretendidamente progresista.
Ellos :Elon Musk , Shou Chew,Sam Altman y Mark Zuckerberg entré otros Creadores del mito tecnología del Moderno Prometeo salvadores o Destructores de la Humanidad.
"Inteligencia artificial" es un concepto lo suficientemente provocativo como para remover de nuevo la olla de los garbanzos. En realidad, no es ni lo uno ni lo otro; no es inteligencia, porque es mero cálculo mecánico; y no es artificial, porque está ausente un ingrediente fundamental de todo acto específicamente humano, lo que resulta de la opción en una disyuntiva moral, y por tanto aquí no hay nada de "artificial", es decir, expresión inteligente de lo creado por el ingenio humano, sino mero mecanismo altamente depurado surgido de la simple lógica mecánica y maquinal. Fue, una vez más, Mary Shelley quien comprendió en profundidad el alcance del problema de la modernidad con su historia del monstruo de Frankenstein: un ser mecánico biológico (un cyborg ante la lettre) que reclama para sí el derecho a vivir como humano a partir de un acto de la conciencia. Lo de Frankenstein sí que era inteligencia artificial, y no esa juguetería cibernética. El culto a la máquina es el sueño delirante de la máquina perfecta. El deseo de construir un mecanismo que nos libere de las enojosas imperfecciones que la vida humana comporta necesariamente. El advenimiento de la respuesta total a la paradoja final: vivir significa necesariamente morir. Ésta es la rebelión definitiva del monstruo de Frankenstein como "moderno Prometeo", tal y como lo definía Shelley.
El culto a la máquina esconde el culto a ese rechazo del mundo aparentemente imperfecto. Es el deseo de que las cosas sean como "deberían ser" según la mente idealizante y el rechazo de la imperfección paradójica a partir de la tecnociencia, en tanto que practica la ciencia como sistema de dominación y no como arte del liberación. La puerta de la libertad debe permanecer siempre abierta, y la ventana del infinito de par en par, dando paso a la imperfección paradójica; si no, el nazismo ya está aquí acompañado de la mayor manipulación de las conciencias nunca concebida, que es la angustia por el deseo de lo perfecto.