Francia. Las calles vuelven a expresar el descontento contra Macron, mientras las centrales sindicales buscan el diálogo

 

Más de 300000 personas se manifestaron en París, 50000 en Toulouse y Marsella, 20000 en Nantes, 10000 en Rennes, Grenoble y Le Havre, 6500 en Niza, y miles en otras ciudades. Las miradas sobre la jornada pueden ver el vaso medio lleno o medio vacío. Hay que decir que el número de manifestantes fue mucho menor que en ocasiones anteriores y que la huelga fue muy débil, de modo que la movilización del martes 6 de junio estuvo marcada por el nivel de participación más bajo desde el inicio de las protestas, en enero, contra la reforma jubilatoria impuesta por el presidente Emmanuel Macron. Esto es expresión de la falta de continuidad que le imprimieron las direcciones de las centrales sindicales al movimiento.

Las direcciones de las centrales sindicales quieren que el 6 de junio sea una última jornada de lucha, pero el descontento en la base sigue

Con 900000 manifestantes en toda Francia según la CGT (Confederación General del Trabajo), el número de manifestantes sigue siendo elevado. Más aún si tenemos en cuenta que se trata de la decimocuarta jornada de protestas a nivel nacional e intersectorial, casi cinco meses después del lanzamiento del movimiento. En otras palabras, la magnitud de la movilización sigue sin tener precedentes, muy por encima, por ejemplo, de la última jornada de lucha contra la reforma jubilatoria en 2010, cuando, según el ministerio del Interior de ese momento, acudieron 52000 manifestantes ese año.

A pesar de una menor participación a la prevista en las huelgas, en consonancia con el declive del paro en el sector del transporte, la situación aún no ha vuelto a la normalidad. En el transporte aéreo, se cancelaron un tercio de los vuelos desde el aeropuerto de París-Orly, mientras que los trabajadores de los sectores de la electricidad y el gas convocaron varias acciones. En la región parisina, la CGT Energie (sindicato de los trabajadores del sector de energía) llevó a cabo varios cortes de electricidad el martes por la mañana, dirigidos en particular a las sedes de Canal +, Orange y Microsoft. A pocos kilómetros, los huelguistas de las empresas de transporte público invadieron los locales del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París al grito de "sin jubilaciones, no hay Olimpiadas".

A pesar de todo esto, las direcciones de las centrales sindicales agrupadas en la Intersindical prefieren ver el vaso medio vacío, para pasar de página en la lucha contra la reforma jubilatoria. Tras haber sido el principal artífice de la manifestación, un mes y medio después de la jornada de protesta del 1 de mayo, Laurent Berger (líder de la conciliadora Confederación Francesa Democrática del Trabajo) defendió que la jornada de este martes sería "la última manifestación, en este formato, sobre la cuestión de las jubilaciones", justificando en particular su voluntad de pasar página en favor del "diálogo social". "No nos vamos a engañar. Vamos a tener que cultivar la cólera que se ha expresado para trabajar sobre la cuestión de los salarios, del trabajo, del poder adquisitivo y del diálogo social" (estas son demandas muy sentida por las mayorías populares que la central que él dirige se esforzó en no incluir en la lucha de estos meses), explicó el Secretario General de la CFDT unas horas más tarde ante la Asamblea Nacional (Parlamento). Era una señal clara de la estrategia de la Intersindical para los próximos meses.

Esta lógica choca con el descontento expresado en las manifestaciones, incluso este martes, cuando muchos pidieron que continuara la movilización, estableciendo el vínculo con las huelgas salariales iniciadas en los últimos meses. En su pancarta, en medio de la protesta en la ciudad de Marsella, Christine Lecocq de 50 años, rindió homenaje a los empleados de la empresa Marquette-lez-Lille (Nord), que el 2 de junio consiguieron un aumento salarial tras dos meses y medio de huelga.

Los sindicatos conciliadores dispuestos a enterrar la movilización; los sindicatos "combativos" los siguen.

Mientras el líder de la CFDT y principal referente de la Intersindical, el conciliador Laurent Berger, asume ahora abiertamente su voluntad de poner fin a las huelgas y la lucha en las calles contra la reforma jubilatoria, el resto de los dirigentes de las centrales sindicales, y en particular sus direcciones llamadas "combativas", fingen desmarcarse pero en el fondo mantienen la misma estrategia, la de volver a poner el "diálogo social" con el Gobierno y los empresarios, en el centro.

La Secretaria General de la CGT, Sophie Binet, tras meses y meses de fracaso en la Asamblea Nacional, el Senado y el Consejo Constitucional, se contenta con continuar con una lógica de cuestionamiento al papel de los diputados que apoyan a Macron.

"Quiero subrayar realmente el papel de Yaël Braun-Pivet, el presidente de la Asamblea Nacional. (...) Si impidiera que el Parlamento volviera a votar el jueves, eso sería gravísimo para la situación democrática del país, sentaría un grave precedente", explicó Binet el martes en BFM TV. Este llamamiento a la "responsabilidad" no podría estar más en desacuerdo con el estado de ánimo del Gobierno y de sus partidarios, decididos a acabar con el movimiento contra la reforma jubilatoria para continuar con sus ataques. Pero mientras hace esas declaraciones, la CGT ha vuelto a las reuniones con el Ejecutivo retomando el "diálogo social" y no anunció ninguna nueva fecha de movilización. Esta respuesta contribuye a desarmar las protestas y a cerrar el capítulo de movilizaciones contra la reforma.

Más llamativo fueron las declaraciones que surgieron desde el sindicato Solidaires que llegaron a pintar un cuadro de la Intersindical "a la ofensiva". Simon Duteuil, Secretario General adjunto de esa central sindical, declaró "¡La intersindical es excepcional! Hace seis meses, francamente, si me hubieran preguntado, no habría imaginado que hubiera alcanzado este nivel. Está pasando de un modo defensivo, contra los 64 años, a un modo más ofensivo, ya que empezamos, juntos, a exigir algo positivo". El objetivo de esas declaraciones fue tapar el papel de los dirigentes de las centrales sindicales, partidarios de volver a la mesa de negociaciones y enterrar la movilización.

Esta posición es tanto más problemática cuanto que la movilización de los últimos meses ha demostrado que sólo endureciendo la lucha, a través de una huelga generalizada, podría hacer retroceder a Macron y los empresarios. Pero los dirigentes de las centrales sindicales abogan por lo contrario, cifrando sus esperanzas en un diálogo muy ilusorio con la patronal y el Gobierno.

Otra salida: la urgente necesidad de hacer un balance para retomar la lucha

El llamamiento de la Intersindical a pasar página la lucha contra la reforma jubilatoria es la culminación de una estrategia que ha ido desarmando poco a poco la bronca contra el Gobierno expresada desde enero. Tras negarse a ampliar sus reivindicaciones, permanecer pasiva ante las medidas represivas contra los huelguistas y no construir un plan de lucha que ofrezca la perspectiva de torcer la relación de fuerzas a través de la huelga poniendo por delante una estrategia de presión sobre las instituciones, pretende ahora aceptar los llamamientos de Macron al "diálogo social".

Es más urgente que nunca hacer balance de estos meses de lucha y plantear la necesidad de una dirección diferente. La cólera sigue ahí: con el movimiento contra la reforma jubilatoria ha aparecido una nueva oleada de huelgas por los salarios, con tendencias a renovarse. Para que este profundo descontento se extienda, es necesario ampliar las reivindicaciones a la cuestión salarial, exigiendo aumentos salariales de 400 euros para todos, e indexación por el aumento de la inflación, pero también utilizar las huelgas actuales como puntos de apoyo. Una perspectiva que la Intersindical siempre se ha negado a apoyar, a pesar de las declaraciones de la dirección de algunas centrales sindicales. Sin embargo, intentar extender estos movimientos, generalizarlos a todas las empresas en torno a un programa reivindicativo común, sería una herramienta decisiva en la relación de fuerzas con los empresarios, para obtener victorias para el conjunto de nuestra clase.

Defender tal política es más que nunca inseparable de la ruptura con el "diálogo social" que propone Macron, de la elaboración de un plan de lucha que vaya más allá de las jornadas aisladas de movilización de un día y que busque construir la perspectiva de una huelga generalizada. Tal objetivo debe basarse en la organización de base de los huelguistas en asambleas generales, que ha sido uno de los puntos débiles del movimiento. Tras más de cinco meses de movilización, y en un momento en que la intersindical ya no oculta su voluntad de pasar página, ya no podemos contentarnos con esperar a que elabore un verdadero plan de batalla. En torno a esta necesidad se forjó la Red por la Huelga General. Una red que sigue viviendo y estructurando en torno a la tarea central de coordinar los conflictos.



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