¿No existen ahora las utopías?

Al eclosionar la URSS, se propagó la especie que era "el fin de la historia", lo que, de modo adicional, significaba el "fin de las ideologías" y el "fin de las utopías". Con ello empezó la deserción y la desesperanza entre muchos adeptos del marxismo leninismo. En otros, una revisión de los aportes teóricos de Marx y Engels que acabaron adoptando los postulados capitalistas. En un alto nivel, la utopía se percibió como algo imposible de lograr. Ya no sería sensato hablar de utopía cuando la realidad del capitalismo neoliberal se expandía alrededor del mundo. Sin embargo, en el continente americano, para más precisión, en nuestra América, los acontecimientos empezaron a apuntar en otra dirección, con cuestionamientos, movimientos populares y gobiernos de tendencia progresista y/o izquierdista que le dieron un vuelco al pretendido final de la historia proferido desde las esferas de poder de Estados Unidos.

A pesar de la propaganda y los aires de victoria de los sectores conservadores, algo se fue prefigurando en las exigencias hechas cada día por una diversidad de sectores sociales por el respeto de las diferencias, de la aceptación de lo múltiple, de lo heterogéneo, de lo pluricultural que pueda existir (y existe) en cada una de nuestras naciones. Movimientos de mujeres, campesinos, jóvenes, comunidad LGBTQ, ecologistas, indígenas y pobladores urbanos, entre los más destacados, comenzaron a estructurar un nuevo lenguaje y unas nuevas propuestas que le dieron una nueva dimensión a lo ya planteado a finales del siglo XIX por anarquistas y comunistas aunque muchos quisieron desligarse de esta afinidad en búsqueda de una mayor originalidad. Esta nueva dimensión fue interpretada como el resurgimiento de la utopía, ahora multiplicada en varias utopías apuntando a la construcción de otro mundo posible, convirtiéndose en bandera de muchos teóricos y luchadores sociales de diversos niveles.

La inevitabilidad histórica atribuida al mercado y a la democracia -según el pensamiento eurocentrista- que terminaría por arropar al mundo entero, empezó a resquebrajarse con algunos sucesos, entre éstos, el alzamiento popular de 1989 en Venezuela, el alzamiento armado de las poblaciones indígenas del sur de México en 1994 y el triunfo electoral de Hugo Chávez Frías en 1998. Acontecimientos que obligaron a muchos a replantearse el tema de la utopía frente a los conceptos de moda de globalización, globalidad y globalismo; en algunos casos, incorporando la cosmovisión de los pueblos originarios, en especial de la región de los Andes.

La desmovilización, el consenso y el conformismo social observados durante las dos últimas décadas del siglo XX en un amplio porcentaje de los sectores populares fueron productos de la pérdida de su capacidad de resistencia ante el poder constituido; apoyado esta vez en el éxito de las tesis del neoliberalismo económico. Tal cosa incidió, de una u otra manera, en el repliegue de los partidos y movimientos de izquierda que no pudieron contrarrestar el avance neoliberal. Todo cambió con el liderazgo carismática de algunos presidentes que no formaban parte del establishment político-partidista, como Chávez Frías, Rafael Correa, Fernando Lugo y Evo Morales, a quienes se unirían Néstor Kirchner, Daniel Ortega y Lula Da Silva; conformando una corriente progresista y antiimperialista que desafió la hegemonía gringa en el continente nuestroamericano. En la actualidad existe un repunte de luchas populares que están revitalizando y sustentando las utopías del siglo XXI, otorgándole visos de originalidad y potencialidades, quizá mayores a las conocidas en el pasado.



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Homar Garcés


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