The Economist, del imperio y la contrarrevolución, como el 99% de las otras del mundo

1. The Economist es una publicación semanal en lengua inglesa, editada en Londres. Contiene muchos artículos sobre la actualidad de las relaciones internacionales y de la economía desde un marco global. Comenzó a circular en septiembre de 1843 bajo la dirección de un notable periodista. ¿Quiénes son los lectores de The Economist? Obviamente la élite internacional integrada por líderes políticos, directivos empresariales, analistas y académicos de muchos lugares del mundo. Los pueblos, el mexicano en particular, ni se imaginan su existencia, tampoco tendrían interés siquiera para conocerla. Es una revista del imperio que sólo leen empresarios e inversionistas.

2. Dicen que la polarización que caracteriza desde hace un tiempo a la sociedad mexicana, acentuada en la pandemia, sesga los juicios. Entre los sectores reaccionarios se ha visto a quienes festejaban la portada de The Economist como si fuera el triunfo electoral. Y los que respaldan a AMLO vieron una auténtica conspiración mundial de los conservadores, que sienten amenazados sus privilegios. Ni una cosa ni otra. Quienes en México son lectores de The Economist simplemente coincidieron con lo apuntado, que por cierto se lee con frecuencia en la prensa mexicana. Los partidarios del gobierno parecen confundirse: es la decisión de un consejo editorial con una conspiración interplanetaria.

3. Inglaterra es una nación con gobiernos tradicionalmente conservadores y guerreristas que han apoyado todas las intervenciones de los EEUU en el mundo. The Economist, es una revista más, como el 99 por ciento de todos los periódicos del orbe (incluyendo México), que son propiedad de muy poderosos empresarios. Obviamente toda la orientación ideológica la imponen los empresarios a partir de sus intereses. ¿Cuáles son esos intereses?: ganar mucho dinero y obtener mayor poder; por eso buscan presionar al presidente López Obrador –como desde hace un siglo lo han hecho con otros mandatarios- para que facilite las inversiones privadas en México y no se dedique a bloquearlas.

4. Esas inversiones de grandes capitales en México las mandaríamos al carajo –así como a todas las revistas del tipo El Economist- si el gobierno mexicano expropiara la mitad de la riqueza de los mil multimillonarios del país y los obligara a pagar altos impuestos y lo que deben. El gobierno suavecito o blandengue de López Obrador, prefiere sólo hablar y denunciar con un terrible miedo, buscando que inviertan. Se vanagloria AMLO de no subir impuestos a pesar de que la miseria del pueblo aumenta. Por ello los sectores de la ultra derecha crecen en número y se envalentonan. No hay que esperar más meses para ver que el gobierno de AMLO ha sido integrado mayoritariamente por funcionarios del PRI, del PAN y la derecha.

5. Pensé que el gobierno centrista de AMLO sería una transición hacia la izquierda, es decir, que pondría siquiera las bases para acabar con la miseria, la pobreza y el desempleo; que aumentaría a los ricos los impuestos y elevaría el salario mínimo a 500 diarios por lo menos buscando algo de igualdad. Ha perdido el tiempo respetando leyes burguesas hechas a modo por gobierno anteriores. Creí que el primer mes de gobierno cesaría a jueces, a funcionarios corruptos como los electorales, colocaría a expresidentes y sus aliados en prisión, tal como lo hizo Bukele en El Salvador obligando a la renuncia de la embajadora yanqui. Nada de eso. Espero que al final no lloren como cobardes con el viejo argumento de que "no se pudo porque no nos dejaron". (13/II/22)

 



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Pedro Echeverría


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