Caridad imperial ¡Hipócrita caridad!

Joseph Robinette Biden es el 46º presidente de los EEUU, cargo que asumió el pasado 20 de enero de 2021. Es, «el mandatario estadounidense más devoto de su fe en medio siglo: asiste con frecuencia a misa, ha reflexionado sobre la ascendencia de su fe católica en su vida y sus políticas y se enfoca en combatir la pobreza, el cambio climático y la desigualdad racial» según The New York Times, diario de nítida inclinación política demócrata. El padre Kevin O’Brien, presidente de la Universidad de Santa Clara y amigo de la familia Biden, se refiere a éste en los siguientes términos: «Tu servicio público es animado por la misma convicción… ayudar y proteger a la gente y promover la justicia y la reconciliación, especialmente para aquellos que con demasiada frecuencia son ignorados y abandonados». Es el segundo presidente católico de la historia de Estados Unidos (el primero fue John F. Kennedy). El objetivo de su presidencia, así lo dijo, será: «Restaurar el alma de América». Con una fortuna, estimada por Forbes en 9 millones de dólares, Biden, tiene su propia fundación para fines caritativos. La Fundación Biden tiene fines específicos: la lucha contra el cáncer, la prevención de agresiones sexuales, el apoyo a las familias de los militares y la promoción de la educación. Según su web, es financiada con donaciones libres de impuestos. En plena campaña electoral, salieron a la luz pública la verdad de la Fundación Biden Cancer Initiative; la cual no dio dinero para el sector de investigación sobre el cáncer, en su lugar gastó el 65 por ciento de sus contribuciones en salarios del personal de la fundación, según New York Post. El diario, informa que la organización benéfica recibió 4.809.619 de dólares en contribuciones durante los años fiscales 2017 y 2018, pero gastó 3.070.301 de dólares en nómina durante esos dos años. Además, gastaron 56.738 de dólares en conferencias y 59.356 de dólares en viajes en el primer año. Para el año siguiente, sus gastos escalaron a 742.953 y 97.149 dólares respectivamente. En 2017, se llevó a cabo una de las tantas conferencias y antes de su intervención, Biden, habría conversado con Tony Bobulinski, quien fue señalado por estar involucrado en los negocios ilícitos de Hunter Biden, su hijo, con una empresa de energía. La triangulación se hace más que clara, dejando en evidencia a Joseph Biden por usar a la organización para fines económicos propios y generar alianzas clandestinas, según el medio antes señalado. Ni un solo dólar de la fundación fue a dar a los pobres y menos a la caridad. ¡Hipócrita caridad!

Su predecesor, el ex presidente Donald Trump, ejercía también la caridad a través de la fundación Trump. Una investigación realizada por CNN a dicha fundación reveló que en 2009, recibió más de 4 millones de dólares en contribuciones de terceros, valga decir, el propio Donald Trump no hizo ninguna contribución personal a su propia fundación. La caridad de Trump, funciona como un conducto que reparte dinero entregado por terceros. La fundación, no tiene personal remunerado, pero enumera como directores a cuatro miembros de la familia Trump, incluidos Donald, Eric, Ivanka y Donald Jr. Otros, ponen el dinero para la caridad y Donald cobra en fortalecimiento de su imagen personal. En 2018, la fundación Trump cesó sus operaciones en medio del escándalo público. Al respecto, la fiscala Bárbara Underwood, quien llevó el caso, definió a la fundación como «un patrón escandaloso de ilegalidad», que permitió una coordinación -no permitida- con la campaña electoral 2016 de Donald Trump, sentenció: «Eso significó, que la Fundación Trump funcionó como poco más que una chequera para los intereses empresariales y políticos de Trump». ¡Hipócrita caridad!

Ambos, Biden y Trump, expresan la misma actitud que asume la burguesía imperialista hacia la caridad que ejercen mediante sus fundaciones y en la que reciben generosas donaciones de otros de su misma clase y que les permite revalorizar sus marcas, mostrándose como generosos ciudadanos, mientras el Estado imperialista los premia con considerables exenciones de sus tasas de impuestos. Tal como fuera denunciado por Philip Greenspun en su blog Harvard Law, preguntándose: ¿Es la nueva caridad falsa de Zuckerberg (Facebook), un esquema de elusión fiscal? Respondiéndose: «Sí, es tan fácil evitar el pago de 18 billones en "federal state taxes", en el Estado con los impuestos hereditarios más altos del mundo. La caridad de Zuckerberg es un esquema para eludir billones en impuestos». Entre ellos mismos, se donan unos a otros miles de millones de dólares, que no llegaran nunca a las arcas impositivas del Estado para invertirlas en salud y educación. En fin, la caridad, falsa caridad, ha devenido en un negocio altamente lucrativo.

A diferencia de los imperialistas, una persona caritativa perdona, comprende, se orienta al servicio, es humilde, siempre está dispuesta a ayudar y siempre mira a la gente de una manera tolerante y favorable. Sentenció Jesús: «Todo árbol que no lleva buen fruto, córtase y échase en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis». Expresó, el Papa Francisco, en la XXI Asamblea General de Cáritas Internacional: «Hay que estar muy atentos para no caer en la tentación de vivir una caridad hipócrita y engañosa, una caridad identificada con la limosna, con la beneficencia, o con la "píldora calmante" para nuestras inquietas conciencias. He aquí por qué se debe evitar asimilar la acción de la caridad con la eficacia filantrópica o con la eficiencia planificada, o con la exagerada y efervescente organización». Por eso, «resulta escandaloso ver operadores de la caridad que la transforman en negocio: hablan mucho de la caridad pero viven en el lujo o en la disipación, incluso organizan Foros sobre la caridad desperdiciando inútilmente el dinero. Causa mucho daño constatar que algunos operadores de la caridad se transforman en funcionarios y burócratas». Y, aclara Francisco: «La caridad no es una estéril prestación o una simple donación para callar nuestra conciencia... la caridad es el abrazo de Dios nuestro Padre a todo hombre, de manera particular a los últimos y sufrientes... Si viéramos a la caridad como una prestación, la Iglesia sería una agencia humanitaria y el servicio de la caridad su reparto logístico».

La caridad imperial, funciona al igual que lo hiciera el ex embajador William Brownfield. Quien, durante su estadía en Venezuela, repartía bates y guantes de béisbol en las barriadas pobres del país y años después, pujaba por «acelerar el colapso» del país que lo recibiera en hermandad. Así, define las tareas de EEUU en Venezuela: «En este momento, quizás la mejor solución sería acelerar el colapso, aunque produzca un periodo de sufrimiento mayor, por un periodo de meses o quizás años». Hipócrita caridad la del señor Brownfield. ¡Criminal caridad! Es, la misma actitud del ultra religioso ex presidente Donald Trump quien al ordenar las sanciones, el bloqueo financiero-comercial contra Venezuela y el secuestro de sus activos y recursos en el exterior, estaba muy consciente del sufrimiento y tortura que ejercía contra el pueblo venezolano para luego mostrarse caritativo y benevolente, tal cual un «buen samaritano». Leemos en un medio occidental: «La Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo anunciaron el martes que destinarán 2 millones de dólares para proyectos que ayudarán a migrantes venezolanos y a las comunidades que los reciben en Brasil, Ecuador, Panamá y Perú y Guyana…» ¿Quién puede dudar, hoy en día, que la migración venezolana es consecuencia de la política criminal basada en sanciones y el bloqueo de EEUU contra Venezuela, a solicitud de Juan Guaidó y su banda terrorista? Es la misma actitud de los funcionarios de la Administración Trump, que se enorgullecen de manifestar –públicamente- que han entregado millones de dólares a Venezuela en supuesta «ayuda humanitaria», extraída de los recursos que han secuestrado a Venezuela. Es la misma fórmula de la Fundación Trump, que ahora aplica la Administración Biden, sin vergüenza alguna. Como bien lo ha manifestado el Canciller Jorge Arreaza, en uno de sus tuit de 2020: «Esta es la hipocresía de quienes generan sufrimiento en Venezuela al bloquear sus recursos, robar sus activos, amenazar a sus proveedores y obstaculizar las importaciones de alimentos y medicinas. Cometen crímenes de Lesa Humanidad y se venden al mundo como corderos caritativos». ¡Hipócrita caridad!

Iniciando marzo de este año, Joseph Biden y Andrés Manuel López Obrador (AMLO), sostuvieron su primer encuentro en el que dialogaron sobre migraciones y otros temas. Aprovechó AMLO, la oportunidad para solicitarle a Biden que considerase la posibilidad de compartir sus vacunas con México. La respuesta de la Administración Biden no se hizo esperar, y por intermedio de la vocera de la Casa Blanca, Jen Psaki, ese mismo día se manifestó, asegurando que el presidente estadounidense, Joe Biden: «ha sido claro que su foco está en asegurar que la vacuna sea accesible a todos los estadounidenses, ese es nuestro foco. El siguiente paso es la recuperación económica". Días después, la Administración Biden cambia de actitud y comunica su deseo de compartir 60 millones de dosis de la vacuna de la Universidad de Oxford: AstraZeneca. ¿Qué motiva la caridad imperialista? Pues, sencillamente, dicha vacuna comienza a ser rechazada por Europa vistos los efectos negativos que han sufrido las personas vacunadas con dicho fármaco anticovid. Según la Agencia Europea de Medicamentos (EMA), se habían registrados 169 casos de trombosis cerebrales y 53 abdominales, todos relacionados con personas vacunadas con la fórmula de AstraZeneca. Las dudas sobre la eficacia de la vacuna y la incapacidad de la empresa por satisfacer el mercado, terminaron por colapsar la empresa vacunal y aquellos países que adquirieron la primera dosis, quedaron en el limbo de esperar una segunda dosis que no les llegará. EEUU, es uno de esos países que se embarcaron comprando millones de dosis, acaparando vacunas, que les quedaron frías ante la incertidumbre de su eficacia anticovid y faltándoles la segunda dosis. Ante tamaño problema, el «caritativo» Biden, ha optado por donar millones de dosis de AstraZeneca que acapararon, en una acción de supuesta caridad que ya ha generado la disputa entre los gobiernos pobres del Sur, pujando por hacerse de algunas vacunas. Mientras, los medios occidentales intentan ahora lavar el rostro de la vacuna de la muerte. Falsa caridad imperialista. ¡Criminal caridad!

La caridad imperialista, ha devenido en humanismo institucionalizado, que justifica la invasión y destrucción de países, como le ocurrió a Irak, Libia y se intentó con Siria; no menos con Venezuela, en que la supuesta «ayuda humanitaria» para calmar los dolores del pueblo venezolano ha devenido en el festín de Baltazar, el festín de la corrupción, creando nuevos ricos –autoproclamados- en falsos gobernantes no electos por el pueblo, en una oposición vendida -en cuerpo y alma- a los mandatos de Trump y ahora de Biden. Es lo que permite, a la Administración Biden, afirmar a finales de marzo 2021, que: «vamos a incrementar la presión, junto con otros aliados porque hasta ahora las acciones unilaterales no han demostrado ser efectivas para generar cambios», según lo dicho por Juan González, uno de los principales asesores en temas latinoamericanos del presidente Biden. Nada que ver, con la palabra de Jesús: «Bienaventurados sois cuando os vituperaren y os persiguieren, y dijeren de vosotros todo mal por mi causa, mintiendo». Es la hipocresía imperial, que no se harta de hacer el mal a los pueblos de la Tierra hasta que consigue sus objetivos de dominación y sumisión. Y si no los consigue, entonces para guardar las apariencias, cubre sus guerras de dominación en la caridad de la supuesta «ayuda humanitaria», que de humanitaria no tiene nada.

Escribió, en alguna oportunidad, Eduardo Galeano: «la caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo». Fidel, ejerció la concepción solidaria expresada por Galeano: «En las relaciones internacionales practicamos nuestra solidaridad con hechos, no con bellas palabras. Técnicos cubanos trabajan actualmente en 28 países integrantes de nuestro Movimiento. En la inmensa mayoría de ellos, considerando sus limitaciones económicas, esa colaboración se lleva a cabo gratuitamente, a pesar de nuestras propias dificultades. Cuba tiene en estos momentos prestando servicio en el exterior, el doble del número de médicos que el total de los que trabajan en distintos países a través de la Organización Mundial de Salud de las Naciones Unidas…» (Fidel Castro Ruz, Discurso pronunciado en la sesión inaugural de la VI Conferencia Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, Palacio de las Convenciones, La Habana, 03 de septiembre de 1979). En la solidaridad entre los pueblos, se consagra -a plenitud- la fundamental enseñanza que legó Jesús a la posteridad: «Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros, como yo os he amado» (Juan 13, 34). Es el mandamiento, que lleva a Frei Betto a afirmar: «El socialismo es el nombre político del amor»… «Jesús, no murió en una cama de hepatitis, ni en un accidente de camellos en una calle de Jerusalén. Jesús murió en una cruz por razones políticas. De manera que vivir la religión sin implicación social y compromiso político no tiene sentido en el cristiano. Sólo acercándonos al Jesús humano, podemos descubrir la grandeza de su divinidad»…



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Henry Escalante


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