A propósito de la ejecución de Saddam

Soga-cuello = muerte

Saddam solicitó que su muerte se produjera por el método del fusilamiento y no por el de ahorcamiento. El tribunal –progringo- se lo negó. Ya muerto, debe resultarle igual lo uno que lo otro. Estemos bien seguros que nunca más recordará ni siquiera la manera en que murió.
No vamos a discutir si Saddam merecía la muerte o no. Para eso está en potestad de decidirlo, en primer lugar, el pueblo iraquí y no nosotros y, menos, los invasores e impostores. Sin embargo, el juicio fue conducido y decidido por el gobierno de Estados Unidos y no por un tribunal salido del alma y el corazón del pueblo de Irak, ya que el Estado iraquí, tal como funciona y a los intereses que sirve, obedece a los dictámenes del imperio que está en ejercicio de invasor.
 
Hemos dicho que la mayor atrocidad que comete la globalización capitalista contra la aplastante mayoría de la humanidad no es la miseria y el dolor que le genera con su política de rapiña y de exterminio social, sino que también se burla descaradamente del sufrimiento ajeno sin importarle que eso salga a la palestra pública. Víctor Hugo dice y es cierto, que “El cadalso es una visión: no es un tablado, ni una máquina, ni un mecanismo inerte de madera, de hierro y de cuerdas. Parece que es una especie de ser, que tiene no sé qué sombría iniciativa. Se diría que aquellos andamios ven, que aquella máquina oye, que aquel mecanismo comprende, que aquella madera, que aquel hierro y aquellas cuerdas tienen voluntad. En la horrible meditación en que aquella vista sume al alma, el patíbulo aparece terrible y como teniendo conciencia de lo que hace. El patíbulo es el cómplice del verdugo; devora, come carne, bebe sangre. El patíbulo es una especie de monstruo fabricado por el juez y el carpintero; un espectro, que parece vivir de una especie de vida espantosa, hecha y amasada con todas las muertes que ha dado
 
El verdugo es frío como el hielo aunque el patíbulo esté caliente como el sol. Los verdugos quisieron humillar a Saddam, lo cual fue grabado, pero la “justicia divina gringa” ordenó perseguir a los que grabaron la denigrante escena y no castigar a los humilladores. Mucho más importante para el imperio y para el tribunal, en su aplicación del ahorcamiento como concreción de la ley impuesta por el invasor, era destacar la técnica de la ejecución para poder dar el mérito a la Inglaterra imperialista, monárquica y colonialista. Había que romperle de un solo tirón las vértebras del cuello a Saddam para que el dolor fuese lo más intenso posible en la propia muerte durante 55 segundos desde la apertura de la trampa hasta el deceso.
 
La denigrante historia de la soga: costó una fortuna siendo elaborada fuera de Irak. Tal vez, en la Casa Blanca de Washington o en el Palacio de Buckingham de Londres. Fue hecha de paja seca formando la cuerda, el trenzado de los hilos, la anchura del nudo y el espesor del lazo, de tal manera que no quedara detrás del cuello sino a un lado de la cabeza, porque eso garantizaba que muriera por rompimiento de las vértebras y no por asfixia. Había que darle muerte a Saddam en tiempo récord, ya que si se hubiese utilizado la soga tradicional hubiera durado en agonía un cuarto de hora, lo cual era demasiado lo que sus ojos hubiesen visto en ese breve lapso de tiempo y mucha la historia que contar a Alá sobre islámicos o musulmanes sirviendo de epígonos a los intereses de los impostores del Islam. Los verdugos hacen tan perfectamente su papel de ridículo, que midieron el peso, la altura y la presión sanguínea del condenado como si eso fuese a importar luego de la muerte.
 
Ahora lo que sí está clarito como el agua de manantial, es que el gobierno de Estados Unidos estaba interesado en una muerte rápida de Saddam, porque eso incrementa el complejo mundo de las contradicciones y las luchas a muerte entre las tendencias religiosas del pueblo iraquí, lo cual le servirá más adelante para salir en carrera de Irak alegando que ya eso es una cuestión interna que deben resolver sólo los propios iraquíes. ¡No olviden esta hipótesis!
 
Luego, los oficiales invasores en reposo alejados del teatro de la violencia, narrarán sus acostumbradas e infaltables anécdotas destacando la incapacidad, la torpeza y la inferioridad del soldado iraquí que le sirvió de carne de cañón en la guerra contra su propio pueblo.


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Freddy Yépez


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