El Reloj del Tiempo

China, desparpaja Latinoamérica y Putin marca el paso

Todos, hemos olvidado la presencia del Señor en nuestras vidas y obviamos los mensajes que hombres de Dios han pregonado en sus iglesias ante cualquier posición histórica. Pero la noticia que más ha llamado la atención, aunque posiblemente no la más importante, ha sido la difusión de una supuesta profecía de San Juan Pablo II: "Veo a la Iglesia del tercer milenio afligida por una plaga mortal, se llama islamismo. Invadirá Europa. He visto a las hordas venir, de Occidente a Oriente: desde Marruecos a Libia, desde Egipto hasta los países orientales".

Esto ha coincidido con un hecho lamentable que ha tenido lugar en Francia: dos musulmanes, al grito de "Alá es grande", han entrado en un monasterio de clausura durante la Misa y han conminado a las monjas a que se hicieran musulmanas, amenazándolas con el fuego del infierno si no lo hacían; por fortuna no fue más que un susto, pues no llegaron a maltratar a las religiosas, como sí ocurrió hace algo más de un año, también en Francia y también durante una misa, cuando mataron al sacerdote, a una monja y a dos feligreses.

Pero, el ex premier español, José Luis Zapatero, quien es un intermediario de Venezuela ante los vagabundos de La MUD, que sirven de interlocutores de sí mismos, En su ejercicio, como primer ministro español lleno a España de islamistas que resultaron dañinos para la paz europea, porque desde allí, se esparcieron por todo ese vasto territorio.

Ambas noticias se han unido a la publicación de unos datos sobre el crecimiento del islam en Alemania, que coincide con la caída en picado de los católicos y aún más de los protestantes. En los años 80 había 700 mezquitas y hoy hay 2.500. Por el contrario, los templos católicos se cierran o venden. En la diócesis de Tréveris, la más antigua de Alemania, se ha pasado en sólo tres años, de 903 parroquias a 35, tras la reestructuración que se ha visto obligado a hacer el obispo. En la diócesis de Essen, se ha pasado de 259 a 43. Los católicos perdieron en 2016 nada menos que 162.093 fieles y se cerraron 537 parroquias. Los protestantes están peor: perdieron en 2016 unos 340.000 fieles y tuvieron 180.000 bautismos; las salidas voluntarias fueron de 190.000. Muchos recuerdan la frase del presidente turco Erdogan: "Nuestros minaretes son nuestras bayonetas, nuestras cúpulas son nuestros cascos y nuestras mezquitas son nuestros cuarteles".

Por una cosa y por otra, en Europa la preocupación crece. Pero posiblemente la causa no tenga que ver sólo con el ascenso de una religión que muchos ven más como un sistema político que como una verdadera religión. Como decía el Papa Francisco hace unas semanas: "Europa ha abandonado la tradición por la traición". La apostasía masiva de los europeos de sus raíces cristianas deja un vacío que llena el islam. Quizá la culpa no sea tanto de los que llenan las mezquitas como de los que dejan vacías las iglesias. El ateísmo materialista de Occidente no es capaz de enfrentarse con una religión vivida en modo fundamentalista, entre otras cosas porque es cobarde. Le resulta gratis y entretenido atacar al cristianismo, que no se defiende, mientras que se rinde ante la versión violenta del islam. Que luego no se queje de las consecuencias.

La verdad, en Venezuela, sucede igual. Estamos contando con una población llena de cobardes y herejes de la fe que ven ante sus ojos, los debates vacíos de gente pertenecientes a la izquierda y derecha venezolana.

Por lo pronto, debemos desoí a gente de La MUD y el Psuv que no reflejan la autenticidad del pueblo venezolano. Las distintas organizaciones políticas están comprometidas al espíritu satánico, porque, no expresan sus verdaderas argumentaciones ideológicas. El espectro político se sustenta en algunas tesis no firmes, hasta caer en el anacronismo, porque el hambre no es liberal, ni conservadora.

Los términos izquierda y derecha no se refieren a ningún derecho específicamente determinado, sino al grado en que las diversas organizaciones políticas están comprometidas a garantizarlos.

A quienes creemos que mejorar el mundo actual sí es posible no nos queda ninguna duda de que hay quienes se oponen a que tal ideal sea fecundado. Son los que buscan que las ventajas que han heredado del pasado se perpetúen, aún a costa de negarle a la población el acceso a sus derechos más preciados. El hecho de que estén cumpliendo su cometido es lo que explica que cada vez sea mayor la brecha que separa a los ricos de los pobres, y es lo que evidencia la existencia de intereses contrapuestos en el seno de la sociedad; intereses contrapuestos que es a lo que se les denomina de derecha e izquierda, correspondiendo el calificativo de derechistas a quienes defienden ese pasado que tanto bien les depara y el de izquierdistas a quienes quieren transformarlo en aras de una mayor equidad social. Pero, sabemos que la izquierda en Venezuela cayo en el militarismo y la corrupción en sus diversos segmentos burocráticos.

Nuestros partidos tradicionales, cualesquiera que sean sus actuales denominaciones, han sido conservadores del viejo orden social, lo cual los ubica sin ninguna duda en el ala derecha de la vida política. Para muestra un botón: el de la reticencia de ambos partidos a aprobar los cambios que se necesitan para construir la paz. Reuniéndose fuera de Venezuela, en dominicana, un antro de los Clinton y Bush para controlar las Corporaciones del petróleo y bananos latinos. Ahora con los rusos, que desean transportar este rublo a Rusia para alimentar a los pobres y busca concesiones en Santa Bárbara del Zulia.

Otro botón: las reformas laborales, pensionales y tributarias, siempre trazadas para que los intereses del gran capital prevalezcan sobre los intereses de los trabajadores. Y para no cansar, un último botón: la negación de una reforma política que equilibre las posibilidades de acceso de los marginados a los órganos administrativos, legislativos y de mando del país. Acá, no se ha hecho nada a favor del trabajador, todo es falso y una verdadera cortina de humo.

El pasado 24 de octubre culminó el XIX Congreso del Partido Comunista de China. En ese evento, el más importante de cada cinco años, estuvieron presentes dos mil 336 representantes, escogidos por sus 89 millones de militantes.

Es de destacar el carácter ampliamente democrático del Congreso. En su preparación no solo se eligió a quienes irían a participar en él, sino que también se discutió las propuestas que serían sometidas a su consideración, en aras de garantizar que los lineamientos partidarios para los próximos años interpretaran el criterio mayoritario de las bases.

Esto, si es China Socialista, tiene a primer nivel, la producción y el Desarrollismo como elemento primario de toda economía.

De máxima importancia fue la expresa manifestación del partido de permanecer fiel a los propósitos socialistas que lo han inspirado desde su fundación, y más aún a partir de 1949, cuando Mao Zedong arribó al poder.

Este es un reconocimiento claro de las muchas bondades que este sistema ha reportado a un país cuya población, bajo el régimen precedente, vivía en el más inhumano abandono. La esperanza de vida de entonces, de solo 44 años, es hoy de casi 77; su tasa de mortalidad infantil es menor que la de buen número de países del primer mundo, al igual que los índices de educación y de otros aspectos que reflejan el constante progreso de China en cuanto a desarrollo humano.

Sin embargo, y esto debe ser claro para quien quiera asomarse con objetividad a la realidad china, no resulta fácil que un país de más de mil 400 millones de habitantes, que estaban inmersos en la más extrema pobreza, revierta tal condición, de la que se admite que muchos aún no han salido, si no es apelando a políticas innovadoras, algunas de las que hacen suponer a muchos que China se ha puesto de regreso hacia el capitalismo. Si así lo fuera, ¿qué necesidad tendría de proclamarse socialista si ello solo le ha dado para vivir cercada por los imperialismos y obligada a distraer ingentes esfuerzos y recursos en prevención de agresiones extranjeras?

No, China no tendría necesidad alguna de proclamarse socialista si no lo fuera. De allí la complacencia de que lo haya hecho entre quienes hemos sufrido infames diatribas por resaltar que solo bajo el socialismo la humanidad puede hallar solución a todos los males que el capitalismo ni se ha propuesto curar.

China sigue consolidándose como una potencia que bien pronto desplazará a Estados Unidos del primer puesto. Ya lo ha hecho en el terreno de las exportaciones y su moneda ha venido erosionando la importancia del dólar como medio de pago en el mercado mundial, que permitirá, además, desmonopolizar la política internacional. Bien por China y su socialismo.

En cambio, Venezuela esta por el suelo en su economía y la interrogante es La Habana, cuya economía es espumosa y la paciencia de los países latinos se agota, porque sus asesores, vienen debilitando la economía y la conversión de sus monedas.

Lo que hacen es eternizar los debates y, ya muchos piensan formar unidades guerrilleras

Santos, juega un doble papel, un simple medio para llegar al bien supremo de la paz, ahora se olvida de ello y se convierte en el estorbo que no deja avanzar hacia fin tan supremo.

El ‘fast track’ busca agilizar los trámites legislativos para favorecer la pronta implementación de los acuerdos y lograr que la paz deje de ser un simple enunciado y se convierta en un derecho del que se pueda hacer ejercicio en todos y cada uno de los rincones del país. Consumado este fin, los trámites legislativos volverían a lo que antes fueron, pues no hay ningún propósito en generar menoscabos al basamento legal del país, sino, exclusivamente, aprovechar el cuarto de hora favorable a la paz para hacer de esta algo "estable y duradero".

Donald Trump, con el cuento de que su decisión de reconocerle a Palestina el estatus de capital del Estado de Israel no compromete los límites geográficos y políticos actuales de esta ciudad, ha pretendido atenuar el rechazo que ha despertado la pavorosa política internacional que está adelantando desde cuando asumió el poder político en Estados Unidos. De ese rechazo han participado incluso sus socios más cercanos, que ven con preocupación el desarrollo de un nuevo y más grave levantamiento de los pueblos árabes, con imprevisibles consecuencias para el mercado petrolero.

No es para menos. Desde 1948, año en el que la Organización de Naciones Unidas acordó la partición de Palestina para dar cabida en la parte occidental de su territorio a la diáspora judía, que desde hacía muchos años venía reclamando un pedazo de tierra en el cual poder organizarse como Estado, el pueblo árabe venía manifestando sus reservas sobre esta decisión. Tales reservas alcanzaron un franco rechazo cuando el nuevo Estado comenzó a mostrar sus garras expansionistas, siempre en detrimento de los ya menguados intereses palestinos.

Los enfrentamientos judío-palestinos han estado sustentados, entonces, en esa particular circunstancia, agravada por el hecho de que los límites establecidos dejaron dividida también a Jerusalén, cuya parte occidental quedó en manos judías y la oriental en las de los palestinos. La fracción nacionalista del nuevo Estado interpretaría las decisiones de la ONU como una manifestación de debilidad, de la cual podría obtener mayores dividendos si actuaba con la debida energía y, sobre todo, si aprovechaba su ascendiente económico sobre algunas potencias del orbe, especialmente sobre Estados Unidos.

Por eso no resulta infundado creer, como creen muchos, que la actual decisión de Donald Trump de reconocer al estado sionista de Israel el derecho a tener su capital en Jerusalén no es una simple balandronada, como tantas otras de las que ha sido protagonista, sino el cumplimiento de un encargo recibido de los poderosos conglomerados judíos, que tan generosamente aportaron recursos a su campaña por la Presidencia.

De todas formas, lo anotado no puede dar pie para que liberemos al tío Donald de toda responsabilidad en el hecho, ni de que suspendamos la calificación de terrorista internacional de que ha venido haciéndose merecido acreedor desde el momento mismo en que se propuso acentuar el carácter imperial de su país y renovar de forma más franca ese destino manifiesto que siempre lo ha llevado a comportarse como el gran gendarme del mundo.

Por fortuna, los tradicionales aliados del imperio estadounidense no han querido entrar en esta nueva aventura. Antes bien, la han rechazado, como debe ser rechazada por todas las fuerzas democráticas del mundo.

Pero, la última actitud del gobierno venezolano rompe todo, porque el armamento ruso adquirido es para quebrantar al pueblo de Venezuela, porque una minoría desea alzarse en dictadura y desconocerlos planteamientos de Chávez Frías sobre nuestra patria, infiltrada por fuerzas extranjeras.



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Emiro Vera Suárez

Profesor en Ciencias Políticas. Orientador Escolar y Filósofo. Especialista en Semántica del Lenguaje jurídico. Escritor. Miembro activo de la Asociación de Escritores del Estado Carabobo. AESCA. Trabajó en los diarios Espectador, Tribuna Popular de Puerto Cabello, y La Calle como coordinador de cultura. ex columnista del Aragüeño

 emvesua@gmail.com

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