La amenaza de la Otan a nuestra América

La búsqueda de la paz en Colombia, la actitud del presidente colombiano Juan Manuel Santos y la "permisividad" de los EEUU ante las negociaciones de paz, deben verse en un mismo contexto geopolítico, de otra manera es perder de vista la perspectiva real de lo que sucede en el sistema-mundo y su impacto sobre Nuestra América.

La imposibilidad de un triunfo militar sobre las FARC-EP, a pesar de los cuantiosos recursos invertidos por el departamento de Estado de los EEUU, a través del Plan Colombia (unos 10 billones US$), oculta la verdadera misión de las acciones conjuntas de ambos gobiernos: el control del espacio vital. Las enormes dificultades para sacar la mercadería seca, así como otros rubros productivos de las regiones del Norte de Santander, César, Arauca y Vichada, así como su tradicional vinculación histórica con los estados fronterizos en el noroccidente venezolano (Zulia, Táchira, Amazonas, Apure) y por supuesto, las importantes reservas energéticas, de biodiversidad y agua potable de la zona, han sido la base para una tesis de expansión que data desde los inicios del proceso colonial hispano en el siglo XVI, como bien lo ha demostrado en diversos trabajos y conferencias, el amigo historiador Luís Prieto (http://www.aporrea.org/regionales/a120802.html)

Dicha tesis ha cobrado más significado, ante el hecho que las potencialidades geoestratégicas del Lago de Maracaibo y la presencia en esa zona del Golfo de Venezuela, de una significativa cantidad de petróleo y gas (según un informe de PDVSA en el Golfo hay unos 545.000 millones de barriles extraíbles y reservas de gas cercanos a los 27 billones de PC) han elevado las apetencias de control por parte de los imperialismos colectivos, que han visto frustrado sus intentos de dominar el flujo petrolero del denominado creciente mayor (península arábica y el Asia Central). Más aún, cuando el acercamiento entre Rusia y Turquía ha colocado los planes de control del "corazón de la tierra" (heardland) por parte de la OTAN y sus fuerzas militares, como una posibilidad muy lejana. Todo ello hace que la necesidad de volver a la tesis de la Doctrina Monroe, sea un acto perentorio para los EEUU y en esa circunstancia, Venezuela es sin duda un objetivo primordial.

Lo que hasta ahora había detenido los planes plasmados en los denominados Libros Blancos (o libros de estrategias de Guerra), estructurados en conjunto por la Escuela de Guerra del Departamento de Defensa de EEUU y el Ministerio de defensa colombiano, había sido la resistencia y presencia de las fuerzas insurgentes de la FARC-EP, que constituían una amenaza a cualquier intento de adelantar acciones ofensivas contra Venezuela y el proceso bolivariano. Esa amenaza, ya no existe con la firma de los Acuerdos de Paz y por ello, vemos ahora al Gobierno del Presidente Juan Manuel Santos, adelantar un convenio con la OTAN, que implica "asistencia técnica", que se traduce en un mayor apoyo militar y estratégico de esa organización y del Comando Sur, incrementando la ya de por si grave presencia de fuerzas de combate ajenas a los países de Nuestra América.

Resaltamos el hecho del "incremento de la presencia", pues no hay que perder de vista la existencia de bases de la OTAN en Jamaica, en Bonaire, en Surinam, así como las Malvinas y a ello se suma, un convenio parecido firmado por el Presidente Macri en Argentina, que asegura la instalación de bases militares en Ushuaia y la triple frontera (Argentina, Brasil y Paraguay). Se trata de estrechar un cerco que permita el desarrollo de acciones encubiertas, tendientes a desestabilizar – o anular- la consolidación de gobiernos y fuerzas opuestas a los planes de control hegemónico y geopolítico por parte de los EEUU y los imperialismos colectivos (Unión Europea y Japón).

En ese contexto, de recrudecimiento de los planes agresivos contra las denominadas democracias insurgentes o revolucionarias (desde el Comando Sur los denominan populismos radicales), así como de la contundente derrota militar en Asia Central, el revezamiento de la posición tradicionalmente aliada de Turquía, las alianzas económicas y militares de China y Rusia, se desata una nueva ofensiva geoestratégica en Nuestra América, que es una segunda fase de esta operación de dominio y subyugación, que se ha adelantado, bien por métodos electorales (en el marco de democracias liberales) o bien mediante acciones judiciales (Golpe en Brasil o imposibilidad de la candidatura de Fernando Lugo en Paraguay, así como los intentos de realizar un juicio político a Nicolás Maduro, inexistente en la Constitución de Venezuela). Cómo sea, el próximo objetivo es Venezuela, a través de este nuevo financiamiento que implicaría apoyo financiero superior a los 450 millones de U$, así como mayor soporte a las fuerzas militares colombianas y la presencia de personal militar y asesores de la OTAN en territorio de Colombia.

Con el Acuerdo, la presión sobre los estados fronterizos venezolanos, ya de por sí afectados por problemas como el tráfico ilegal de armas y drogas, comercio de extracción de alimentos y combustible, se le agregará la posibilidad de operaciones negras (black operations) de inteligencia, por la asociación entre las fuerzas armadas colombianas y la OTAN en territorio nacional, generando desestabilización política o económica. Eso convierte (nuevamente) en un objetivo estratégico militar la franja de 2.218 km2 de la frontera con Colombia y levanta la vieja amenaza de secesión, en entidades como Zulia y Táchira, que ya han experimentado intentos en otros momentos del siglo XIX y XX. Sin duda, la tesis de una "media luna", también denunciada por el Presidente Chávez – y por Nicolás Maduro- vuelve alcanzar notoriedad en este instante.

Las expectativas de estas acciones, ante la próxima asunción de Donald Trump, nos hacen prever fuertes tensiones militares, por el control de recursos energéticos en el transcurso del año 2017, en el espacio transfronterizo. No sería de extrañar que también observemos (tal como sucedió en el 2015) tensiones con nuestro otro vecino, la República Cooperativa de Guyana, con quienes hay pendiente un diferendo territorial y marítimo, que resguarda otros recurso minerales importantes (petróleo, gas, minerales estratégicos, oro, coltam) y en donde están actuando también los imperialismos colectivos. De cualquier forma, se trata de darle una estocada mortal al proyecto bolivariano, que viene siendo asediado inmisericordemente desde el año 2013. Las prospectivas de una eventual trasmutación de la condición de zona de paz, decretada por UNASUR, son más que evidentes en este próximo año.

La respuesta contundente de la Cancillería venezolana no es suficiente. Es urgente la convocatoria de una sesión especial de UNASUR, organismo especialmente creado, precisamente para tratar controversias como la que se presenta a partir de esta formalización de los Acuerdos, propuestos inicialmente en 2013, pero que tal como señala el Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, formaba parte de una estrategia política de alianzas. Cabe preguntarse sobre el papel en el trazado de esta estrategia de las elites colombianas, en una perspectiva desestabilizadora y que muestra, la pervivencia de las tesis militaristas y expansivas que han caracterizado al Ejército colombiano.

Más aún, es necesario que desde el Estado venezolano, particularmente el Ministerio de Frontera de Paz, se lance una ofensiva tendiente a diversos objetivos: 1) el fortalecimiento de la identidad y sentido histórico en los habitantes de la franja fronteriza, mediante el lanzamiento de una Misión Robinson fronteriza, pues es indudable la debilidad determinada por el desconocimiento que sobre la realidad fronteriza y los litigios que hemos mantenido desde el siglo XIX hasta la actualidad, tienen los habitantes de los estados Zulia, Táchira, Mérida, Apure, Amazonas; 2) el diseño de una política de reocupación de la frontera, pues fuera de los grandes centros poblados (Maracaibo, San Cristóbal, Mérida, Barinas, Puerto Ayacucho, San Fernando de Apure) ese espacio adolece de alta densidad poblacional, llegando a algunos sitios a tener menos de 30 hab/km2, 3) esa política de reocupación, debe estar acompañada de una propuesta demográfica/productiva; el 83% de la población de Venezuela, vive en el eje centro costero, dónde hay menos de 25% de fuentes de agua potable y 30% de tierras cultivables, deben crearse incentivos para el re-poblamiento de estos espacios o lindes fronterizos y 4) el fortalecimiento de la alianza cívico-militar en el tratamiento de la seguridad fronteriza. Es urgente, una mayor participación del elemento civil en el diseño de un plan prospectivo que maneje incluso, el escenario de una alteración de la paz (en forma directa o a través de operaciones encubiertas) y responda, en términos organizativos y operativos a esa contingencia.

El tema, escapa a la propia afectación de Venezuela. Debe incluirse al resto de los países de UNASUR, pues no queda duda que este acuerdo, está conectado con el incremento de la movilidad de tropas en el Comando Sur, pero también con la creciente presencia de la OTAN en el Atlántico Sur, a través de la ocupación ilegitima de Inglaterra de las Islas Malvinas; así como las decisiones que en materia de integración económica y geopolítica vienen tomando los gobiernos conservadores de Argentina y Brasil. Nuestra América, se transforma en el epicentro de una arremetida geopolítica de los imperialismos colectivos, que no cesará hasta retomar de nuevo, el control (la subordinación) de los distintos gobiernos de la región, excluyendo (o desapareciendo) a todos los movimientos sociales o políticos que se resistan a esta dominación y reduciendo la cada vez mayor incidencia económica y militar de China y Rusia es este espacio vital, para la geopolítica del miedo de los EEUU y sus aliados en la OTAN.



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Juan E. Romero J.

Dr. Mgs. DEA. Historiador e Investigador. Universidad del Zulia

 juane1208@gmail.com

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