Que se reabra La Mesa de Diálogos de La Habana

Rebrir la Mesa de dialogos de paz en La Habana es el paso necesario y urgente para superar el impase ocasionado por la derrota del SI santista en el Plebiscito.

La Mesa de conversaciones debe ser el escenario en el que se discutan las ideas e iniciativas de los representantes del NO para consolidar la paz y el fin de la guerra en Colombia.

Con el triunfo del NO, la cadena de valor de la paz quedó rota.

Los pasos eran los siguientes: Primero se firma el Acuerdo, después gana el SI en el Plebiscito, enseguida se aprueba la amnistía, y, para terminar, las Farc dejarían las armas en manos de la ONU.

Con los 61 mil votos de ventaja de los adversarios de la paz en la consulta plebiscitaria, se fracturó la cadena, en el eslabón más crítico, el del metabolismo político de los consensos.

Con el triunfo del NO uribista se congela el Acuerdo de paz de Cartagena, aunque, en virtud de lo dicho en la Sentencia C-379 de la Corte Constitucional, que le dio vía libre al Plebiscito, el Presidente, ante un eventual resultado adverso, conserva sus facultades para el manejo del orden público.

Por eso Santos ha dicho que el Cese bilateral del fuego y de hostilidades permanente se mantiene para salvar el hecho material más sustancial del fin del conflicto.

Obviamente no habrá concentración veredal ni campamentaria de las Farc, y la dejación de las armas se aplaza hasta conocer los términos de posteriores conversaciones.

Desde luego, el impase suscitado por los resultados del plebiscito debe encontrar una salida porque Colombia y la comunidad internacional demandan la paz.

Regresar a la guerra es absurdo, pues el Estado está quebrado y no resiste el gigantesco gasto militar que implica sostener un aparato de más de 500 mil militares. Además, las Farc y sus principales dirigentes han dicho que su voluntad da prioridad a la palabra y la acción política legal y civil.

Como los disidentes uribistas demandan abordar varios temas que consideran sustantivos en su enfoque de la paz, tales como la elegibilidad política, la penalización severa de la dirigencia guerrillera, la erradicación de los cultivos de usos ilícito, la constitucionalizacion de los acuerdos y la conexidad de ciertos delitos con la rebelión para los efectos de la amnistía, lo lógico es que se reabra La Mesa de diálogos de La Habana para abordar con tranquilidad cada uno de estos delicados tópicos.

Unos meses más de conversaciones son necesarios para dar mayor solidez al fin del conflicto armado.

Queda claro, por el significado de los últimos acontecimientos que la estrategia santista de paz tiene grandes baches.

El pueblo no cree en la paz neoliberal, rechaza la injerencia politiquera de una clase parlamentaria, comandada por un expresidente desgastado como Gaviria, que se aprovechó de la campaña plebiscitaria para seguir con el saqueo de los presupuestos públicos y de las regalías petroleras, mediante el repugnante esquema de la mermelada y la contratación a dedo.

La paz corrupta de Santos hizo agua y la cuenta de cobro le llegoó con el pronunciamiento de las urnas. El pueblo castigo la soberbia y las torpezas de la Casa de Nariño y de quienes cayeron en la euforia del triunfalismo, olvidando las demandas populares y las reivindicaciones de obreros, campesinos, estudiantes, mujeres, indígenas y afros.

Hay que escuchar la voz del pueblo y de sus líderes. El envanecimiento y la soberbia son muy malos consejeros. Por más perfumes que se utilicen.

Que se reabra la Mesa de diálogos de La Habana para que la paz pueda construirse con bases sólidas y éticas.

Nota. Que Uribe no cante tanta victoria. Le recuerdo la derrota de su referendo en octubre del 2003, que le hizo llorar al lado de su amado Sabas Pretel de la Vega. ¿Se acuerda, Varito?



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Horacio Duque

Politólogo e historiador.

 horacioduquegiraldo@gmail.com      @horacio_DG

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