Santos o de la falacia ad misericordiam

El presidente de Colombia al parecer hace honor a su apellido, aunque se podría decir que de santos tiene más bien poco, alcanzaría a realizar un ejercicio mediano de las virtudes civiles y clásicas de buena vecindad; o también las llamadas virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), o cuando menos las cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza). Como recordara recientemente el presidente Nicolás Maduro,los documentos de las normas de buena convivencia son la paz… ( En: www.panorama.com.ve/políticaveconomía…)

En efecto, según hechos públicos, notorios y comunicacionales recientes, y a propósito del acto soberano acometido por el presidente Maduro de cierre de la frontera colombo-venezolana, se pudo notar que Santos después de perder los estribos, ha vuelto al carril; los hechos lo desbordaron y como canta Héctor Lavoe no sólo pone cara sebera, sino que en su reacción intempestiva y evasiva trasluce el rostro enigmático de Francisco de Paula Santander Omaña (1792-1840). Esto es, la viva imagen de la inconsistencia con el ideal bolivariano de la integración, para decirlo nuevamente citando a Nicolás Maduro nuevamente en una alocución particularmente mordaz y dura y que luego ha suavizado ("Yo vi al presidente Santos fuera de sí, le vi la cara profunda, la cara se le abrió y parecía Santander… En: www.analítica.com/actualidad/actualidad…).

Como canta don Silvio Rodríguez en "Canción urgente para Nicaragua" se podría decir que este conflicto que es de larga data pero se ha reactualizado pero puede ser, además, una ocasión para replantear esos asuntos desde la perspectiva de los ideales integracionistas de reconocidos héroes latinoamericanos, pues:

"Se partió (…) otro hierro caliente/ con que el águila daba su señal a la gente/Se ha prendido la hierba dentro del continente las fronteras se besan y se ponen ardientes/ Me acuerdo de un hombre/ que por eso moría/ y que viendo este día/ -como espectro del viento-/ jubiloso reía/ Ese espectro es Sandino/ con Bolívar y el Ché/ porque el mismo camino caminaban los tres", (www.coveralia.com>Letras).

Santos y la oligarquía colombiana no atiende a su frontera y cuando Venezuela toma esta medida el hombre padece de reacciones intempestivas, se pone como un basilisco, llora, zapatea y amenaza, además de recurrir, cuando no, a conocidas falacias argumentativas. Proyecta hacia su homólogo venezolano cuestiones que son de su irrestricta responsabilidad como Jefe de Estado. Medias verdades o mentiras abiertamente descaradas se le han oído a aquel señor, como que dizque le duele la suerte de los colombianos desplazados, sin educación y que caen en actividades del contrabando y un sinfín de delitos conexos; en gesto típico de alguien que, ilustrado en USA, como no podía ser de otra manera y cuya águila calva venera, como un bateador de turno sigue sus señas, (en inglés por su puesto, que es su otra lengua íntima); por cierto, como un detalle estético menor, se saca las cejas, cual adolescente de la new age.

En fin, Santos es tan postmoderno que para él al parecer, siguiendo la conocida tesis de Noam Chomsky, acerca de que la Guerra del Golfo no existió, pues existe una sola realidad: la de los medios de comunicación y, dado el monopolio de éstos, aquellos eventos leves o graves que no son registrados y articulados en sus portadas o parrilla audiovisual, no existen, (www.razonypalabra.org.mx/anteriores...).

Mutatis mutandis, allá como aquí, en el caso particular que nos ocupa, en Colombia no hay guerra ni desplazados por un conflicto de más de medio siglo ni pleno dominio de la oligarquía, sino amplio desarrollo industrial, educativo y cultural, entre otras maravillas, tratados de libre comercio mediante. En Colombia, según la tesis de presidente tan sensible, tampoco hay contrabando y toda esa sarta de paramilitares; porque hicieron una ley que dizque regula esa situación o algo así, ni se empobrece el bolívar en casas de cambio; de donde se tiene de corolario que es nuestro presidente Maduro quien, al cerrar la frontera, viene a ser el creador de la crisis humanitaria que padecen por esos lares del norte de Santander, que incluye Cúcuta y otras ciudades (Santa Marta, Barranquilla y Cartagena son tres perlas que brotan de la arena… canta La Billos, www.musica.com).

Será mala comparación, como decían nuestros viejos en el pueblo de Baragua y sus caseríos circunvecinos, entre ellos El Hato de Baragua; pero este evento de marras puede ser ilustrado con el caso de una vecina que criaba gallinas, así en la calles de un barrio del centro de Barquisimeto; las picatierras, pues, con sus pollitos recorrían alborozados calle arriba y calle abajo su entorno y se metían a otros solares, porches y demás…

Cuando esas otras vecinas los sacaban volando o "espantaban", como se dice en el coloquio, de sus hogares con escándalo mediante, la buena señora se escandaliza más que sus propias gallinas y polluelos, profería amenazas y ruegos al propio tiempo, que pobrecitas sus gallinas y sus pollos, que están maltratando a sus animalitos de Dios, tan inofensivos.

Uno y otra, cada cual a su modo, guardando las debidas distancias, recurren a lo que en lógica se suele llamar "Falacia ad misericordiam" o "Argumentum ad misericordiam" que, de acuerdo a cierta fuente electrónica, "… consiste en apelar a la compasión, la simpatía u otra emoción relacionada para que un argumento sea aceptado". "La persona P sostiene A". "P merece compasión, simpatía o misericordia por la circunstancia X, por lo tanto se le concede A como verdadero", (www.falacias.org/falacias/argumentu...).

En concreto, el gobierno colombiano en el caso que nos ocupa recurre a argumentos falaces con fines de forzar a la compasión y pretenden sustituir las razones puntuales que configuran procesos típicos de aquello que en sociología se denomina anomia social, un mundo donde el darwinismo social impera, la ley del más fuerte que impone y atropella al débil, a los socialmente vulnerables, mujeres, niños, ancianos, minorías étnicas…

"Ya sé que está mal eso del traspase alimentos, gasolina y demás bienes de Venezuela hacia Cúcuta pero ¿qué le voy a hacer?", (Falacia ad misericordiam), el vulgar bachaqueo, pimpineros, la violencia de los paramilitares con su secuela de secuestros y descuartizamientos de personas, entre otros desmanes, sencillamente no es reconocido como un problema que debe atender ese gobierno de la oligarquía colombiano. Ahora se duelen, hipócritamente.

Así, hay gente por ahí que su mundo subjetivo adolece de conexión con la objetividad o con los eventos reales, distorsionan los indicadores o los atributos y significados de la fenomenología de los hechos, confunden bondad con debilidad de carácter, la hermandad, cooperación, solidaridad y otras virtudes, con abuso; hasta configurar ese aspecto repugnante que viene a ser confundir aviesamente mutualismo con parasitismo, tal como lo señalara recientemente u teólogo de la liberación, el padre Numa Molina en su artículo de Ultimas Noticias.

En lgunos países latinoamericanos y caribeños sus líderes formales, en fin, parece que requieren de un alto componente ético, que permita asumir responsabilidades. Muchos de los actuales Jefes de Estado, como los de Colombia y Guyana, por demás, no parecen conocer cuáles son las fuentes de la moralidad, esto es, elegir libremente el curso de sus gestiones, pues se da el hecho que eligen objetos impropios; o según una jovencita amiga nuestra: eligen objetos feos per se, (contrabando, conspiración, apropiarse de territorios y bienes que no les corresponde), actúan coaccionados y no deciden sus acciones con plena libertad (obedecen a los intereses de las oligarquías nacionales y trasnacionales made in USA); los medios que usan para lograr sus fines no son nobles y elevados (manipulan, recurren al paramilitarismo, conspiración, atacan a la economía de Venezuela, amenazas de llevar al presidente Maduro a la Corte Internacional, entre otros).

Cerremos preguntado retóricamente, ¿merecen los pueblos tales líderes? O, en términos platónicos, ¿son amados por sus pueblos o sólo tienen el afecto de un sector minoritario y privilegiado? ¿Educan a sus comunidades nacionales y los hacen mejores? ¿Son todos imitadores de apariencias de virtud? Y sus desempeños como jefes de Estado en consecuencia, ¿non sancta? (Hemos parafraseado en esto a: Platón, (trad. 1968). La República. Aguilar. S. A. Madrid. Cap. X., p. 619).


 



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Luis Saavedra

Docente, Trabajador popular.

 luissaavedra2004@yahoo.es

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