La historia de Suramérica está blindada por nuestra independencia y soberanía

Nadie puede negar el valor de la historia, pese a que la misma haya sufrido los intentos por desacreditarla de unos cuantos sujetos que suelen vivir de los vaivenes y circunstancias de la historia de los pueblos: los ha habido y existen en todos los tiempos y siempre habrán juicios sensatos sobre los acontecimientos y los hombres que intervinieron en los mismos.
¿Alguien puede negar que la América del Sur tiene una historia con raíces en todos los Estados que la integran? ¿Quién es capaz de negar la participación e influencia de Francisco de Miranda, Simón Bolívar, Simón Rodríguez, Alexandre Petion, San Martín, Bernardo O'Higgins, Antonio José de Sucre (Gran Mariscal de Ayacucho), José Gervasio Artígas ó ignorar que la independencia de Brasil comenzó a forjarse a raíz de los mismos acontecimientos que ocurrieron con la invasión de las tropas de Napoleón a la península Ibérica? ¿Y la Sociedad la Trinitaria y su Juan Pablo Duarte en Dominicana ó José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo en Cuba?
Tenemos una historia blindada por el sentimiento y el deseo independentista por alcanzar una soberanía perfecta que eso no puede ser lanzado al garete, por mas que EE.UU haya mostrado y haya hecho sobrevivir en la doctrina Monroe -aunque no haya declarado con Inglaterra- que "no pretendemos apropiarnos de ninguna porción de esas colonias", es decir, de los territorios de Hispanoamérica, como escribió Indalecio Liévano Aguirre en Bolivarismo y Monroísmo:
-Tal era el sistema vertebral de la Doctrina Monroe, la parte de ella que mejor se acoplaba a los intereses nacionales de los Estados Unidos, apenas disimulados por el idealismo liberal que servía de fachada engañosa al mensaje de Monroe.
Y Liévano Aguire continúa al señalar que "La Doctrina Monroe (dice el tratadista norteamericano Flag Bemis), que puso remate a los fundamentos de la diplomacia norteamerican en 1823, no era una doctrina de abnegación. Lo último que se ls hubiera podido ocurrir desear a los estadistas que la formularon era negar a los Estados Unidos el derecho de extenderse en aquella pate del mundo en que la Doctrina Monroe advertía a Europa que debía abstenerse de intervenir, en particular por lo que se refiere a las regiones contiguas del imperio español y de la isla de Cuba...(20).
Esta fue -sigue Liévano Aguirre-, port lo demás, la interpretación que a la Doctrina Monroe le dieron los grandes estadistas norteamericanos de la época. A ninguno de ellos se les pasó por la mente que la famosa declaración del Presidente en 1823 pudiera constituir un acto de altruismo o de particular amistad para con las repúblicas vecinas del Sur -como lo creerían candorosamente (Y nosotros decimos ¡ Oh pobres, algunos todavía lo creen !) los gobernantes de Latinoamérica-, ni menos aún que ella implicara para los Estados Unidos la obligación de intervenir en defensa de cualquier país del continente que fuera víctima de una agresión externa (la agresión la hace EE.UU para su beneficio, decimos nosotros). Para los estadistas norteamericanos, la Doctrina Monroe se limitaba a anunciar la eventual intervención de la república de norte sólo en aquellos casos y en aquellas zonas del continente en lo que un interés específicamente nacional de Estados Unidos lo exigiera. Así se apresuró a precisarlo el mismo secrtario de estado Clay, quien e nota remitida al ministro norteamericano en Méjico, Joel Poinsett, le decía:
-Los Estados Unidos -reseña Liévano Aguirre- no han contratado ningún compromiso ni han hecho ninguna pomesa a los gobiernos de Méjico o Suramérica o alguno de ellos, garantizándoles que el gobierno de los Estados Unidos no permitirá que una potencia extranjera atente contra la independencia o la forma de gobierno de esas naciones, ni se han dado instrucciones aprobando tal compromiso o garantía (29 de marzo de 1826)(21).
Como se aprecia en la interpretación que hacen los gobiernos o departamentos de Estado de EE.UU, ese país no tiene compromiso con nadie y ha intervenido en distintos países del continente, "en lo que un interés específicamente nacional de Estados Unidos lo exigiera" y aquí está muy clara el por qué de la injerencia de ese país en nuestras naciones. El que tenga ojos que lea y vea, el que tenga conciencia que reflexione, consulte y exponga su opinión y el que crea en su país que lo apoye. Un asunto simple de soberanía e independencia.



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Pedro Estacio


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