La historia colombiana de los últimos 200 años ha sido la de muchas (65) guerras civiles. Todas ellas han terminado con la derrota de uno de los contendores. Las del siglo XIX cerraron al termino de esa centuria con el triunfo militar de los conservadores y la proyección de la construcción del Estado nacional mediante la aprobación de la Constitución de 1886 que centralizó el poder político y le fijó un papel preponderante a la Iglesia católica mediante la firma de un Concordato que le otorgó a esta un monopolio en la educación, la familia y la cultura dogmática de la sociedad.
La guerra finisecular de los mil días (1900) no fue la excepción y terminó con la mas severa derrota de los liberales, algunos de los cuales se incorporaron a los gobiernos posteriores en el marco de esquemas de unidad republicana.
Sólo la guerra de los años 50 del siglo XX, que dejó 500 mil víctimas, se acabó por un acuerdo entre las élites de los partidos liberal y conservador, dando paso a una formula de consenso político que se conoció con el nombre de Frente Nacional. Sin embargo, algunos grupos que fueron excluidos se convirtieron en el germen de la prolongada contienda bélica que persiste hasta hoy. Son los núcleos agrarios asociados a las Farc y el ELN.
Otras agrupaciones guerrilleras de origen urbano, campesino e indígena que brotaron en los años 70, como el M-19, el EPL, la CRS, el ADO y el Quintín Lame, fueron doblegadas por las fuerzas militares estatales, obligando su incorporación a los parámetros del Estado constitucional.
Posterior a su triunfo en las elecciones del año 2010, el actual Presidente de Colombia, señor Juan Manuel Santos, respaldado por 9 millones de votos que lo aclamaron, con el consentimiento tácito de los otros candidatos (Mockus y Petro), que recogieron casi 5 millones de votos, inicio un proceso de diálogos y negociaciones con la guerrilla de las Farc para terminar el conflicto armado y establecer la paz. Santos tenía un enorme consenso político y social para el paso que daba.
Primero fueron encuentros reservados a lo largo de los años 2010 y 2011, para luego formalizar un Acuerdo general para la terminación de la guerra mediante la organización de una Mesa de Conversaciones que funcionaría en La Habana, como en efecto ha ocurrido hasta el día de hoy.
La Mesa de La Habana ha realizado un sinnúmero de reuniones y Foros en los meses recientes pero su aceptación no ha sido unánime en Colombia. Un sector muy influyente de la vida política, encabezado por el ex presidente Alvaro Uribe Velez, ha cuestionado duramente el modelo de paz adelantado.
Los resultados electorales de la primera vuelta realizada el pasado 25 de mayo, para escoger el próximo Presidente de Colombia, han puesto en evidencia que ya no existe el consenso inicial que tenían los diálogos de La Habana. La paz santista se quedó sin consenso porque su principal organizador y promotor ha sido derrotado por sus opositores y radicales enemigos de lo que se hace en la capital de Cuba entre el gobierno y las Farc.
Ese consenso que congregó en sus inicios casi 14 millones de colombianos se esfumó porque hoy escasamente 3 millones de personas lo acompañan sin mucho entusiasmo y en medio del escepticismo.
Las causas de esa desafección son varias. Mencionemos algunas. Los diálogos no han dado resultados concretos respecto de los problemas más graves que afectan en materia social, económica y de derechos humanos a 30 millones de seres humanos. El gobierno en eso ha sido de una ineptitud absoluta. Entretanto las Farc han mostrado completa indolencia pues siguen con sus prácticas violentas que producen el rechazo y repudio de la población: ataques a la población civil, reclutamiento de niños, expansión de minados, extorsión generalizada, arrogancia política, desconocimiento de los derechos de las víctimas y defensa de la lucha armada como método de acción política para imponer con los pistolas ciertas reformas que ellos consideran redentoras de los pobres, cuando en realidad solo empeoran las calamidades de los más débiles. Pienso es lo que explica el amplio triunfo de Zuluaga en los departamentos del Meta, Caqueta, Arauca y Putumayo, área de mucha presencia insurgente, donde Santos casi queda en ceros.
Para redondear, agréguese el desconocimiento de los supuestos avances de la Mesa en tres acuerdos que se dice han sido sellados pero que el país ignora completamente.
El desastre es total. La paz de Santos/Farc quedó herida, casi que de muerte. Es la realidad cruda que algunos románticos se empeñan en desconocer.
De aquí al 15 de junio en que ocurrirá la segunda vuelta, los dos candidatos en disputa, Zuluaga y Santos, tienen amplias posibilidades de triunfar. Si gana Zuluaga, ya anunció que suspenderá inmediatamente la mesa de La Habana y pensará en nuevos contactos si las Farc aceptan sus draconianas condiciones que son cercanas a la derrota y el sometimiento militar. Si quien se impone es Santos, que ha mostrado cierto afán por cerrar su esquema pacificador, organizando a las carreras y con oportunismo electoral dos mesas para los temas pendientes, su margen de acción quedará bastante limitado. Tanto que se puede pensar que proceda al igual que su contendor, suspendiendo la mesa de conversaciones para barajar con nuevas condiciones que seguramente incluirán las de Zuluaga que son las de Uribe Velez.
Quito, 28 de mayo de 2014.