Qué debemos conmemorar de la Gran Revolución Socialista de Octubre

Sin duda alguna, el acontecimiento histórico más importante y relevante que conozca el género humano ha sido la Revolución Proletaria, Bolchevique o Socialista que se llevó a cabo en la Rusia de aquel octubre de 1917. Alrededor de 30 mil hombres y mujeres, especialmente, proletarios y soldados, se hicieron del poder político casi sin echar un solo tiro. El Soviet de Petrogrado, siendo Presidente el camarada Trotsky, hizo operaciones militares perfectas –se pudiera decir- en un contexto insurreccional. Si el Danton de la Revolución Francesa de 1789 hubiese estado con vida, se hubiera maravillado de la audacia, más audacia y siempre audacia de los bolcheviques y proletarios y soldados que participaron en el asalto a los puntos estratégicos dominados por la burguesía y su ejército zarista. Actualmente, 96 después, ya no queda nada de esa gloriosa revolución, salvo los recuerdos que el mismo Estado ruso de turno hace lo imposible para que sean olvidados para siempre.

                No ha habido en la historia de las revoluciones en el mundo ninguna más desfigurada que la rusa, bolchevique o socialista de aquel octubre de 1917. Prácticamente, en esta segunda década del siglo XXI, ya casi nadie sabe que hubo un libro testimonial, recomendado por Lenin en el prólogo que le hizo, donde se describe magistralmente el desarrollo de la Revolución, el asalto al poder por los revolucionarios a cuya cabeza brillaba ese genio de la política y del marxismo, el camarada Vladimir Lenin. Lo más lamentable, es que la desfiguración de esa histórica y grandiosa revolución no vino de las mentes y de las manos de sus enemigos sino de quienes –dentro de ella- la utilizaron para gestar el cáncer –burocracia cesariana-  que la conduciría a su muerte prematura. Décadas fueron presentados los destructores de la revolución como sus constructores mientras que a los constructores se les identificaba como sus destructores. La verdad, como la ley dialéctica más importante de la vida, nada valía para los termidorianos que acabaron con el gran sueño emancipador del proletariado ruso –en particular- y del proletariado mundial –en lo general-.

Heroicas medidas políticas y de economía asumió esa revolución en medio campo de una Guerra Mundial, atacada desde fuera por casi todos los imperialismos unidos y por dentro, desde todos los rincones donde los contrarrevolucionarios encontraban espacios para sus operaciones de violencia social. Salió vencedora la revolución pero no escapó a continuos intentos por derrocarla. Los Soviets de obreros y soldados brillaban como esa luz organizada y consciente que hace avanzar su proceso unidos de las manos con su Gobierno revolucionario, el Consejo de Comisarios del Pueblo, siendo su Presidente o jefe el camarada Lenin.

Revolución tan gigantesca y grandiosa que en pleno combate o en crudas batallas construyó su ejército salvador en solo un año bajo el mando de su insigne comandante de la guerra, el camarada Trotsky, ese que también –negado por los desfiguradores de la revolución- estuvo a la cabeza del más importante Soviet (el de Petrogrado) que dirigió la victoria en la insurrección de octubre y asumió el poder político en Rusia. Revolución, por cierto bajo el pensamiento del camarada Lenin, convocó sus mayores esfuerzos y sacrificios para que se produjera la revolución en Alemania como la nación más desarrollada del capitalismo. Lamentablemente, eso no se logró y la revolución rusa hubo de pagar con creces las derrotas del proletariado en otros países europeos. Alrededor de siete décadas, posteriormente al triunfo de la Revolución, ésta se vino a pique, se derrumbó y el proletariado mundial, por lo menos el consciente de su papel emancipador, debe lamentarlo profundamente.

Sin embargo, entre las muchas enseñanzas que nos aporta la histórica y gloriosa revolución rusa o bolchevique o proletaria, podemos hacer una larga lista de cosas que se hicieron que deben hacerse en toda revolución que se proponga el socialismo, de cosas que no se hicieron que debieron hacerse, de cosas que se hicieron que no deben hacerse. Pero podemos destacar, por ejemplo cuatro, entre sus más importantes enseñanzas: 1.- desde la toma del poder político por los revolucionarios es imprescindible comenzar a ponerle freno al burocratismo porque de lo contrario no sólo la corrupción empieza a devorar sus recursos y esperanzas o sueños  sino, igualmente, se gesta un estamento que mentalmente se transforma en un monstruo de mil cabezas pareciéndose tanto o más dañino que la burguesía con la sola diferencia que se enriquece robando los dineros del pueblos y no invirtiendo nada en los factores de la producción y reproducción de mercancías;  2.- jamás deben ser sustituidos los organismos de carácter popular, que deben participar protagónicamente en la administración pública y social, por los organismos del Partido de la revolución; 3.-  las tierras nacionalizadas no deben ser distribuidas de forma individual sino crear grandes cooperativas del Estado para que se transformen en auténticos factores productivos, lo cual crea mejoría en las condiciones de vida de la gente del campo y garantiza al Estado ser propietario de bienes producidos para una justa distribución de los mismos en los mercados nacionales; y 4.- la importancia capital de comprender que jamás y nunca será posible construir el socialismo en un solo país, porque el socialismo es universal y no nacional. De allí la imperiosa necesidad de creer en el carácter permanente de la revolución.

En fin, conmemorar los 96 años de haberse gestado la más grandiosa revolución de clase social que haya conocido el género humano pasa, obligatorio o necesariamente, por recoger o aceptar todo ese potencial de valía teórico que tiene el marxismo –como guía-  y que actualmente le otorga mucho más vigencia que antes y, de otro lado, revivir esas enseñanzas de revolucionarios o maestros que como Lenin, Trotsky y otros que creyeron que con la Revolución proletaria o rusa o bolchevique comenzaba una era hacia la conquista de la emancipación de todos los explotados y oprimidos en la Tierra pero que nunca pensaron que su revolución tenía mayor significado de importancia que la de Alemania (que nunca se produjo), por ser la nación –en ese tiempo- más avanzada de Europa y con el proletariado más capacitado para cumplir las grandes misiones de clase como portadora de un nuevo modo de producción.



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Freddy Yépez


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