Cuba: una cosa es querer y otra poder

Todos los días y no es hipocresía, casi religiosamente, dedico alrededor de diez minutos de mi tiempo a pensar en Cuba, en su Revolución, en Fidel, en lo que hubiese logrado su pueblo si hubiera gozado de las riquezas económicas que caracterizan a otros países del mundo o, especialmente, si sus fuerzas productivas hubieran estado a la altura de naciones de capitalismo altamente desarrollado. Demasiado grande, sufrida, solidaria pero orgullosa ha sido la Revolución Cubana, por lo cual estamos obligados, muy conscientemente, a entender correctamente los pasos que está dando (fundamentalmente en su economía) en los primeros lustros del siglo XXI bajo la presidencia del camarada Raúl Castro. Todos los que creyeron, dentro y fuera de Cuba, que la Revolución iba a ser perfecta, que todos los caminos le iban resultar en línea recta y que todos los obstáculos serían demasiado endebles y fáciles de superar, pues, se equivocaron. Si Marx estuviese vivo, hubiera acusado al proletariado de las naciones altamente desarrolladas del capitalismo como el principal culpable de las grandes vicisitudes a las que se ha visto sometida la Revolución Cubana. Los períodos especiales, fundamentalmente, en su economía han sido las pruebas de las múltiples dificultades que ha vivido el pueblo cubano independiente de las buenas voluntades de la dirigencia revolucionaria encabezada por el camarada Fidel Castro hasta hace unos pocos años atrás. Aun así: ¡Viva la Revolución Cubana y viva Fidel!

 ¿Qué sería de Cuba en este momento de la historia si todos los gobiernos de América Latina y el Caribe fueran tan fieles y obedientes al imperialismo estadounidense como lo es el del señor Santos de Colombia? Santos, como para que nadie se pasara de la raya en contra del imperialismo estadounidense, dijo en la Cumbre de Estados de América Latina y el Caribe que el CELAC no era contra nadie mientras que la mayoría de los gobernantes presentes, por lo menos, creían que era un organismo de oposición y de lucha contra las políticas intervencionistas del Capitalismo de Estados Unidos y Canadá en los asuntos internos latinoamericano y caribeño. Pero, bueno, ya eso es otra cosa que amerita otro análisis.

 Hablemos de la Cuba actual.

  Marx sostuvo que el “El estadio inferior del comunismo” empieza justo en el punto más avanzado o desarrollado alcanzado por el capitalismo. Marx creía que la revolución proletaria triunfaría, primero, en las naciones más avanzadas del capitalismo en su tiempo: Francia, Alemania e Inglaterra. Todo se produjo al revés: la revolución sólo ha triunfado en países subdesarrollados, de los cuales Rusia y China lograron un respetable progreso que jamás ha podido sobrepasar el nivel más avanzado de las naciones altamente desarrolladas del capitalismo. Por lo demás, ya no hablan de socialismo sino de capitalismo de mercado. Marx jamás soñó, por ejemplo, que una revolución proletaria se viera sometida, como la rusa desde 1917 hasta los primeros años de la década de los veinte del siglo XX, a un comunismo de guerra como reglamentación del consumo en una fortaleza sitiada para utilizar términos expuestos por el camarada Trotsky. En definitiva: cuando se ha habla de Cuba socialista es una cosa del querer mucho más que del poder, es decir, la dirigencia y el pueblo han querido llegar a ser socialista pero las circunstancias, tanto de carácter nacional como internacional, no le han permitido conquistar o construir ese noble y excelso objetivo histórico. Eso lo ha entendido correctamente la dirección revolucionaria cubana. Que otros, desde dentro o desde fuera de Cuba, digan que eso es revisionismo es no entender, una vez más, que la marcha de la historia no depende de las buenas o malas voluntades de los seres humanos sino de realidades histórico-sociales y, especialmente, concretas.

 Lamentablemente, se ha creído que con sólo arrancarle el poder político a la burguesía es suficiente para que se considere a un país como socialista propiamente dicho, incluso, sin reconocer el período de transición entre el capitalismo y el socialismo. Tal vez, casi nadie en los países donde la revolución ha triunfado en el sentido de arrancarle el poder político a la burguesía y que actualmente han vuelto al capitalismo, tal como es éste, no se percataron que el joven Marx, dos años antes de publicarse el Manifiesto Comunista, dijo algo demasiado digno de tomar en consideración y de compararlo con las experiencias que se han llamado socialistas en el mundo: “… El desarrollo de las fuerzas productivas es prácticamente la primera condición absolutamente necesaria (del comunismo) por esta razón: que sin él se socializaría la indigencia y ésta haría resurgir la lucha por lo necesario, rebrotando, consecuentemente, todo el viejo caos…”. Lenin tuvo una claridad asombrosa sobre eso y el tiempo le concedió la razón, porque en la antigua Unión Soviética, al correr de los años y desarrollándose un nivel de burocracia no imaginado por los grandes teóricos del marxismo, se impuso la lucha por lo necesario venciendo el capitalismo al socialismo que no pudo desarrollarse debido, entre otras cosas, porque los países del capitalismo altamente desarrollado siguieron siendo los conductores del mundo y dominando casi todas las fuentes de la economía de mercado sin que se produjera la revolución en uno o algunos de ellos y, además otro error garrafal, la dirigencia soviética –ya no existía Lenin- creyó que no era necesario tomar en cuenta para nada los factores capitalistas que predominaban en la economía de mercado para construir el socialismo. Aunque nadie lo crea y aunque parezca insólito bajo el gobierno de una dictadura del proletariado, el hambre hizo que en dos oportunidades se presentaran actos de canibalismo en algunas regiones de la Unión Soviética. Claro, eso jamás ha sucedido ni hay indicio que pueda suceder en Cuba.

Si alguna dirigencia se percató, luego de serios fracasos en sus políticas por lo atrasado de sus fuerzas productivas, fue la de China y ahora compite en el mercado mundial con las grandes potencias obteniendo notables beneficios aunque su Primer Ministro haya declarado que para alcanzar el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas de las naciones imperialistas China necesita, mínimo, medio siglo más. ¿Cuánto necesitarían naciones mucho más atrasadas que China? Ni Dios lo sabe aunque Satanás meta el casquillo que en el Infierno se puede construir socialismo mientras esté intacto el reino de los Cielos bajo el dominio del Ser Supremo.

 Fidel es, lo reconozcan o no, uno de los cinco cerebros más brillantes y geniales del siglo XX. Eso no está en discusión. Fidel si ha entendido acertadamente lo dicho por el camarada Marx y ratificado, en la práctica histórica, por el camarada Lenin. El socialismo no está tan cerca como antes se creía por los grandes maestros del marxismo, pero eso no es para desanimarse debido a que la lucha de clases tiene sus altos y sus bajos, sus flujos y reflujos y debe darse una fusión entre condiciones objetivas y subjetivas para que se pueda producir el triunfo de las fuerzas del socialismo sobre el capitalismo despojando del poder político a la burguesía. Es allí cuando comienza el período de transición entre el capitalismo y el socialismo que en los países subdesarrollados puede prolongarse corriéndose el riesgo de sucumbir ante el capitalismo si no se produce la revolución proletaria en las naciones de capitalismo altamente desarrollado. Por eso, todos los teóricos que han creído que se puede construir el socialismo entre las fronteras de un país independiente del capitalismo desarrollado y de los factores más importantes del mercado mundial que predominan en el mundo, terminan perdidos en un desierto sin posibilidad alguna de encontrar un oasis donde calmar la sed.

 Todas las medidas de política económica que se están aplicando actualmente en Cuba es consecuencia de ese terrible atraso –hasta- increíble que ha tenido el proletariado de las naciones de capitalismo desarrollado en no atreverse a tomar el poder político. Eso es lo primero que debe comprenderse por quienes se crean con derecho hacerle críticas a la Revolución Cubana. Nada enseña más que la experiencia histórica porque ésta se va escribiendo en la medida que los hechos se vuelven irrefutables en la práctica social. Los padres del marxismo jamás se imaginaron un período tan prolongado de la transición del capitalismo al socialismo. Nuestro inolvidable maestro de maestros, el camarada Marx, no conoció el automóvil como tampoco la radio y el avión. El Estado, como necesidad, sigue haciendo ruido y por nada del mundo acepta extinguirse mientras el capitalismo imperialista enseñe sus dientes y sus garras para oprimir pueblos y saquearle sus riquezas.

 En círculos del radicalismo de izquierda es donde se escuchan o se dicen las más duras expresiones de condena contra la Revolución Cubana tildando a su dirigencia de reformista y revisionista. Algunos, considerándose dueños del conocimiento más acabado del marxismo, sostienen que Fidel caducó vencido por las tarjetas de racionalismo alimenticio y que Raúl está lanzando patadas o brazadas de ahogado pidiendo auxilio para que lo salven de toda ola socialista. No me voy a poner a decir nada sobre esas cosas, pero lo que sí creo es que quienes crean que en Cuba se puede construir el socialismo dándole la espalda completamente al mundo capitalista que le rodea y le sopla sobre la nuca, sencillamente, están haciendo sus necesidades fisiológicas justo en las ollas donde cocinan sus alimentos.

 Una cosa es querer construir el socialismo y otra es poder hacerlo. Lo primero pertenece al mundo de la voluntad o idea y lo segundo al de la realidad o práctica. Esta es mucho más poderosa, determinante o decisiva que la primera. Si no fuese así, San Juan hubiera tenido razón al decir que el verbo fue primero que la acción. Sencillamente, para el ser humano, independiente de la ideología que profese, es lo contrario y punto. ¡Viva Cuba! ¡Viva Fidel! Y no digo ¡viva Raúl!, porque alguien puede creer que estoy jalando mecate y no es así.

Por algo el camarada Engels dijo lo que a continuación cito textualmente: “El socialismo práctico reside principalmente en el conocimiento exacto del modo capitalista de producción en sus diversos aspectos. Una clase obrera preparada en este orden de cosas, no tendrá jamás dificultades para saber, en cada caso, de qué modo y contra qué instituciones sociales debe dirigir sus principales ataques”.



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Freddy Yépez


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