La geopolítica de las potencias en el siglo XXI

El reciente asesinato de Mohamar Gadhafi no es un hecho fortuito. No se trata de desconocer que el férreo gobierno que mantuvo desde 1969 no tuviera fallos y mucho menos que fuera toda una exageración. Creo que hay un problema conceptual de forma que debe ser comprendido en su justa medida.

En primer lugar, hay consideraciones sobre los efectos de los liderazgos personalistas y religiosos en África y Medio oriente. Hay una tradición histórica que nos muestra múltiples gobiernos al estilo Gadhafi en toda el área. La pregunta ¡por qué intervenir en unos y en otros no?¿Por que se permitió la masacre en Egipto, Yemen y otros espacios y no se declaro un embargo como el de Libia? La respuesta es que en esos países alineados con los intereses estratégicos de los EEUU en la zona, se produjo una “transición” hacia un modelo acordado que mantuviera el estado de dominación y control; por lo tanto en ese esquema el líder libio no encajaba y se hizo necesaria su desaparición.

En segundo lugar, hay un tema político-cultural. Libia y antes que él, Irak y antes Afganistán, reflejan el planteamiento sostenido en EEUU por Samuel Huntington sobre un “choque de civilizaciones” que amenazaba la supremacía de occidente, autorepresentada en la figura de los EEUU, Inglaterra, Francia, Alemania, Italia. Esta amenaza al orden mundial que surgió luego de la II Gran Guerra (1939-1945) y que permitió consolidar la estrategia hegemónica planteada por los EEUU desde los inicios de su expansión imperialista con la formulación de la Doctrina Monroe en 1823, no puede ser permitida bajo ningún marco jurídico, político o diplomático. Por ello el accionar contundente de todas las fuerzas de la OTAN contra el pueblo Libio.

En tercer lugar, el tema del reacomodo geopolítico energético. Los EEUU y en general el denominado G-8, con la excepción de Rusia y Canadá, tienen la disyuntiva que sus reservas energéticas (petróleo y gas) reales o estratégicas, se encuentran en franca disminución. Los EEUU tienen reservas estratégicas limitadas y ya el presidente Obama anunció la utilización de más de 30 millones de barriles de sus reservas. Ello es así, pues los EEUU para mantener su supremacía militar deben dotar de gasolina – para movilización y acción- a sus más de 250.000 soldados repartidos en todo el mundo (180.000 en Irak, 40.000 en Afganistán y el resto en todo el mundo). Ello representa para cada soldado en capacidad de movilizarse y actuar un costo de 60 lts de gasolina diarios. Es decir, estamos hablando que el costo del mantenimiento energético de la maquinaria de guerra de los EEUU es de 15 millones de lts, que al multiplicarlo por su costo en US$, representan casi 30 millones de US$ diarios, 210 millones semanales, 840 millones de US$ mensuales. Por ello, la intervención en Libia se traduce en una repartición de sus capacidades energéticas, tal como sucedió con Irak y Afganistán.

En cuarto lugar, la intervención de Libia significa que las potencias occidentales están – de nuevo- pensando en un reacomodo del mapa político de Africa y Medio Oriente. No debe olvidarse que al finalizar la I Guerra Mundial (1914-1919), Francia, Inglaterra, Italia se repartieron el disuelto Imperio otomano, y con esa repartición pasaron a controlar el flujo de petróleo. En estos inicios del siglo XXI, hay la idea de un reacomodo geoespacial de los países. Es un planteamiento que busca “balcanizar” África y Medio Oriente. El impacto cultural e histórico de la presencia árabe en esa zona es una preocupación de los EEUU, Israel, Inglaterra y Francia, sobre el tema de la natural resistencia a la dominación occidental que se concreta a través de los fuertes lazos religiosos y políticos del mundo árabe. La solución dividir el magreb africano, del resto de África. Se habla de un África “blanca o mestiza” y otra “negra”. Esa división, que también se aplica para el Medio oriente, busca facilitar el control geopolítico de occidente sobre espacios que no son considerados seguros.

En quinto lugar, esa acción se encuentra enmarcada en el desarrollo del PNAC (proyect for New American century) o proyecto para el nuevo siglo americano, que sostiene una serie de amenazas y retos para la política hegemónica de los EEUU. Las amenazas vienen de estados forajidos que “reten” la supremacía occidental norteamericana. Viene de estados fracasados, es decir, organizaciones territoriales que no sean capaces de “mantener el orden” que requiere el capital trasnacional. El reto esta representado por el fracaso o inestabilidad de estados tapón, al estilo Israel, que son pensados en la geopolítica del siglo XXI como mecanismos de contención de esas amenazas.

Finalmente, al contrario de otros investigadores, no creo que la crisis del capitalismo sea terminal o final. Creo que este accionar bélico nos señala un reacomodo en función de las limitaciones energéticas de la potencias, que buscan ahora no la intervención directa de sus tropas, sino la utilización de organizaciones supranacionales (ONU, OEA, OTAN) para crear bloqueos y propiciar revueltas internas, que serán apoyadas, subvencionados y asesoradas militar-económica y estratégicamente, sin que se “visibilice” la intervención. Por ello la amenaza sobre la última gran reserva estratégica de petróleo que queda sin intervenir (Colombia, Ecuador, Venezuela, Bolivia y Brasil) es más que lógica. Hay que seguir de cerca los procesos socio-políticos en esta zona de Nuestra América.

(*)Dr.
La Universidad del Zulia
Historiador

Juane1208@gmail.com




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Juan Eduardo Romero(*)

Dr. Mgs. DEA. Historiador e Investigador. Universidad del Zulia

 juane1208@gmail.com

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