¿De donde vino la orden?

El último asesinato de un periodista en Cuba:

El “Cabo No. 24” de la policía de Batista en La Habana, Orlando “Gallo Ronco” Marrero, ultimó a Carlos Bastidas en una operación coordinada por Pilar García bajo orientación del coronel Orlando Piedra, hombre de confianza de Batista, jefe del temible Buró de Investigaciones y principal interlocutor del FBI norteamericano en la Isla

De nacionalidad ecuatoriana, el joven periodista Carlos Bastidas, ya con 21 años había trabajado con la agencia norteamericana Associated Press, y cubierto sucesivamente los sucesos de Hungría de 1956 y el derrumbe de las dictaduras de Rojas Pinilla en Colombia y Pérez Jiménez en Venezuela.

La investigadora y periodista Aleida Godínez Soler reporta cómo, poco antes de viajar a Cuba, “conoció en Caracas al periodista argentino Jorge Ricardo Masetti” y como “los dos caen presos”. Fue el propio Masetti que logra alertar al Embajador ecuatoriano que “acude personalmente a sacar a Bastidas de la cárcel, donde permaneció más de 30 días”.

Unas semanas màs tarde, Bastidas se reunirá de nuevo con Masetti en Cuba, en territorio liberado de la Sierra Maestra donde se identificará como Atahualpa Recio – el inca rebelde - cuando colabora con la emisora de la guerrilla.

Se quedó varias semanas con las tropas revolucionarias y logró entrevistarse con su líder Fidel Castro, cuyos conceptos visionarios sobre el futuro de Cuba y de América descubría siempre con gran admiración.

Cuenta su biógrafo Juan Marrero (Andanzas de Atahualpa Recio, Pablo de la Torriente 2008) cómo Bastidas regresó a la capital cubana el domingo 11 de mayo, visitó el Colegio Provincial de Periodistas, acudió a la Embajada de Ecuador y se alojó en el Hotel Pasaje, en Centro Habana, con el propósito de seguir luego hacia Estados Unidos, después de un último contacto con miembros del Movimiento 26 de Julio.

Los hechos posteriores llevan a sospechar que Bastidas – que al salir de Venezuela intentó viajar a República Dominicana donde se le negó la entrada - se encontraba en la mira de la policía de Batista, en estrecho contacto con la inteligencia norteamericana, tal vez desde el mismo momento de su entrada al país.

Ese fatídico martes 13 de mayo de 1958, Bastidas se dirige al bar Cachet, calle Prado, entre las calles Neptuno y Virtudes, con el joven Luís Gómez Balado, hijo de la propietaria del hotel donde se alberga.

Reporteros de Radio Reloj contarán más tarde que monitoreaban la radio de la policía, como de costumbre, cuando oyeron un intercambio que confirma el nivel de atención del cual era objeto el periodista extranjero.

La comunicación radio se desarrolló entre el carro de patrulla número 35 del General Pilar García, connotado asesino del régimen, y el vehiculo del Cabo número 24, “Gallo Ronco” Marrero.

El matón señalaba entonces a su jefe que “el hombre (Bastidas) está en el bar Cachet”. En términos convenidos, recibió la orden de ejecutar al “sospechoso”.

Marrero entró entonces al bar Cachet, se acercó a Bastidas y empezó a ofenderlo. Sorprendido por esta agresión verbal, el joven periodista iba a replicar cuando el matón le entró a golpes.

Bastidas cayó al suelo.

Marrero sacó entonces su pistola y le disparó tres tiros en la cabeza antes de salir del lugar tal como había entrado, dejando a los presentes paralizados de miedo.

Poco después, los reporteros de Radio Reloj oyeron a “Gallo Ronco”, con su voz característica

- “Misión cumplida”, anunció fríamente el matón a su jefe.

“ERA LOGICO QUE PIEDRA IBA A PROTEGER A MARRERO”

Luego de este asesinato del joven periodista extranjero, de las protestas de su familia y de la representación diplomática ecuatoriana como de la comunidad del periodismo en La Habana y en el exterior, además de las repercusiones en la prensa internacional, el régimen presentó, unos días después, su versión distorsionada del crimen.

El cabo Orlando Marrero fue formalmente inculpado ante un tribunal militar.

“Hubo una farsa de juicio militar donde se estableció que el asesino cumplía órdenes de Pilar García, uno de los más sanguinarios jefes militares de la tiranía”, reporta Ernesto Carmona, periodista y escritor chileno, quién investigo las circunstancias del caso.

La estratagema funcionó como estaba previsto. “Gallo Ronco” fue absuelto de toda sospecha.

Detrás de la farsa judicial, se encontraba el Coronel Orlando Piedra Negueruela.

“Se supo de la muerte de Bastidas pero generalmente de estos asesinatos, ni se hablaba. La prensa era completamente controlada. Por cierto, era lógico que Orlando Piedra iba a proteger a este Marrero…”, recuerda Alberto Zúñiga, un combatiente revolucionario que tuvo que sufrir en carne propia los abusos de tales personajes.

“Yo oí hablar de este Gallo Ronco”, cuenta. “Había mucho sicarios como él. Cada jefe tenía su cuadrilla de asesinos. Jefes como Pilar García, Esteban Ventura, Lutgardo Martín Pérez, Conrado Carratelá. Pero casi todos estos asesinos tenían que ver con el Buró de Piedra”.

Es que desde el 10 de marzo de 1952, cuando entra con Batista escoltado por una docena de perseguidoras de la policía de La Habana, al campamento de Columbia, Piedra no dejó de acumular puestos estratégicos en el aparato represivo de la dictadura.

Batista lo designa sucesivamente Jefe del Buró de Investigaciones – “una suerte de FBI nacional con poderes ilimitados”, dice Zúñiga - y. del Servicio Secreto del Palacio Presidencial.

Piedra convertirá en campo de tortura al antiguo cartel del Quinto Distrito Militar, con alambradas electrificadas que daban al lugar el aspecto siniestro de los campos nazis. En las oscuras celdas de esa instalación, fueron mutilados hasta la muerte decenas de jóvenes revolucionarios – a menudo bajo los ojos del propio Piedra quién “disfrutaba”. Según testimonios, le daba placer presenciar las sesiones de torturas realizadas por sus esbirros.

En entrevista en su domicilio del Vedado, Zúñiga precisa como “el Buró de Investigaciones mantenía estrechas relaciones con el FBI”. Constantemente este departamento de la policía de la dictadura intercambiaba informaciones y oficiales norteamericanos se aparecían regularmente para “consultas” en estas oficinas de la policía batistiana.

De hecho, la CIA y el FBI penetraban todo el aparato policiaco de Batista, donde los más importantes jefes procedían de las fuerzas armadas, cuyos oficiales de mayor rango desfilaban por la tristemente célebre Escuela de las Américas, la academia militar del terror por cuyas aulas pasarón miles de dictadores, torturadores y asesinos de América Latina.

Con el escandaloso poder demostrado por los sucesivos embajadores norteamericanos y la omnipresencia activa en todas las esferas de la vida nacional, Piedra manejaba los órganos de la represión a nivel del país en constante consulta con sus “colegas” del Norte.

En estos años, el Buró de Investigaciones de Piedra tuvo a Mariano Faget Díaz de Segundo Jefe. Zúñiga, el viejo combatiente, señala cómo “un día, estando yo preso, después que me torturó a golpes, (Faget) buscaba cómo captarme. De repente me lanzó: “Mira, yo soy coronel del FBI”. Entonces sacó de su bolsillo una placa y un carné de la policía federal norteamericana y me aseguró que se encontraba “aquí en Cuba porque hay oficiales que son débiles y pueden ser captados por el comunismo internacional”.

“Faget me anunció que pronto vendría el vicepresidente norteamericano Richard Nixon, que se crearía un Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC) y que sería nombrado jefe de este cuerpo de policía”, lo que efectivamente ocurrió meses más tarde.

CONSPIRANDO CON LOS ASESINOS DE KENNEDY

Refugiado en Miami, después de una breve estancia en la Republica Dominicana de Trujillo con Batista (al cual seguirá fiel hasta su muerte), Piedra se integrará a la Operación 40 organizada por la CIA paralelamente a la frustrada invasión de Playa Girón, con vista a realizar una masacre sistemática de los “castristas” en la Isla.

En su libro 1963: El Complot (Ocean Press), el ex jefe de la inteligencia cubana, el general retirado Fabián Escalante, señaló cómo Luis Posada Carriles y Guillermo Novo Sampoll, ahora ambos en Miami, así como Orlando Bosch, liberado el 20 de julio de 1990 por el presidente George Bush, aparecen en la lista establecida en Cuba de los sospechosos en el complot para asesinar al presidente norteamericano John F. Kennedy,

Escalante describió cómo en este mismo periodo, se reúnen con Orlando Piedra otros elementos terroristas vinculados a la CIA como Frank Sturgis, Howard Hunt, ‘Tony’ Cuesta, Eladio del Valle, Joaquín Sanjenis, Manuel Artime, Antonio Veciana.

El nombre de Piedra aparecerá en una libreta ocupada a Lee Harvey Oswald, responsabilizado por el FBI del asesinato de Kennedy. Por cierto, el interrogatorio del sospechoso cubano por la policía federal no dio resultado alguno.

Durante todos sus años como jefe de los servicios más estratégicos de la policía secreta batistiana, es él quien coordina personalmente las operaciones de monitoreo de las actividades revolucionarias en el exterior del país. Y lo hace en constante coordinación con la CIA y el FBI.

Cuando Fidel y sus hombres se encuentren en México, Piedra atiende personalmente la operación policíaca que vigila sus movimientos preparando la expedición del Granma, siempre con la cooperación de la inteligencia norteamericana.

¿De dónde vino la orden de asesinar a Carlos Bastidas en las últimas horas de su estancia en la Isla? Por qué se asumió en Cuba esta responsabilidad, a pesar de las repercusiones internacionales previsibles de tal crimen, cuando el joven reportero iba a abandonar la Isla? ¿A que intereses respondía primeramente la eliminación de un reportero conocido por su perspicacia y honestidad pero también por su simpatía activa hacia conocidos revolucionarios del continente?

¿Podía ser el crimen la iniciativa propia de un alto oficial de la policía batistiana o se hizo a sugerencia de quienes mantenían a Bastidas en su fichero latinoamericano? Después de Caracas y Santo Domingo, ¿no era La Habana el lugar idóneo para deshacerse de este periodista que molestaba, si se podía contar con la siempre buena disposición de Piedra y su aparato de muerte?

¡Cuántos secretos quedan escondidos en los archivos más secretos de los “servicios” imperiales que no se logran desclasificar, más de medio siglo después de los hechos!

En una interesante nota publicada con motivo del 50 aniversario del crimen contra el periodista y mártir ecuatoriano, el colega chileno Carmona, después de recordar los hechos, concluyó: “Carlos Bastidas Arguelle fue el último periodista asesinado en Cuba, pero su muerte nunca fue condenada por Reporteros Sin Fronteras y la Sociedad Interamericana de Prensa, como tampoco ocurre con la desaparición, torturas y asesinatos de casi un millar de periodistas latinoamericanos durante las últimas cuatro décadas”.

BAJO PROTECCIÓN DEL IMPERIO

A pesar de las reclamaciones realizadas por el Gobierno cubano ante la Embajada estadounidense luego de la fuga de Orlando Piedra, Pilar García y Orlando Marrero Suarez y cientos de sus semejantes, todos recibieron refugio y protección de parte del Gobierno norteamericano.

El “Cabo No. 24”, Orlando J.E. Marrero Suarez alias “Gallo Ronco”, el ejecutor de Carlos Bastidas Argüello, el último periodista asesinado en Cuba, recibió refugio y protección del Gobierno norteamericano hasta su muerte en Miami, el 16 de mayo del 2004, con 85 años de edad.

Sicario de la cuadrilla personal de Pilar García, abandonó la Isla con destino a Miami, Estados Unidos, el día primero de enero de 1959, al derrumbarse el régimen dictatorial de Fulgencio Batista.

Días después fue señalado como “prófugo” por las autoridades revolucionarias al no aparecerse ante las nuevas autoridades, como fue ordenado a los oficiales batistianos.

En el momento de su muerte, el asesino residía en una casa de la 25th Street, en Miami. Contactados, miembros de su familia se negaron a contestar preguntas.

En cuanto a Pilar Garcia, murió en octubre de 1960 de un ataque del corazón, con 62 años de edad. Su familia se abstuvo de anunciar públicamente el fallecimiento.

La muerte de Orlando Piedra es, por lo menos, enigmática.

El 21 de junio de1999, un cable de UPI señalaba cómo desde el día anterior, la policía de Miami investigaba en qué circunstancias Orlando Piedra, entonces con 81 años de edad, se había caído de su cama mientras se encontraba ingresado en el Waterford Convalescent Center, en Hialeah Gardens.

Piedra fue entonces llevado al Hospital General Palmetto con fracturas en la nariz y huesos de la cara, y laceraciones. Miembros del personal médico aseguraban que sus heridas habían sido causadas por golpes, mientras su esposa atribuyó el incidente a una posible venganza, al recordar el pasado de su marido.

Orlando Eleno Piedra Negueruela, ex jefe del criminal aparato de represión de Fulgencio Batista, responsable de la tortura y de la muerte de cientos de jóvenes combatientes revolucionarios, murió el 12 de julio. Su deceso fue anunciado una semana más tarde, en 10 líneas, por la prensa local. No hubo seguimiento a la investigación.

jean.guy.allard@gmail.com


Esta nota ha sido leída aproximadamente 4873 veces.



Jean Guy Allard


Visite el perfil de Jean-Guy Allard para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes: