La política maquiavélica

“El critico es un hombre que espera milagros”

James Gibbons Huneker….


Había que hacer separaciones en las líneas de pensamiento que privaban en la época, para transformar la política en formulas de estudios autónomos, ese era el fundamento de la doctrina de Nicolás Maquiavelo y es por el cual muchos le atribuyen la paternidad de la Ciencia Política moderna. Por eso, pagó un alto precio: toda conducta contraria a la ética y a la moral cuando es calificada de maquiavélica.

La “veritá effectuale” siempre le reclama a quienes detentan el poder que se haga a un lado aquello que lo aleje de las realidades políticas; dogmas, justificaciones falsas, etc. y se concentren en el análisis de ésta, guiando sus acciones de lo que de esto resulte. De ahí que se reconozca en Maquiavelo lo que se denomina el realismo político. El ‘deber ser’ se alimenta de alucinaciones teóricas de orden metafísico, filosófico, religioso, ético, etc.; en cambio, el ‘ser’ proporciona lo necesario para el buen ejercicio del poder político. La historia y las experiencias directas, no las consideraciones doctrinales, nos permiten entender las verdaderas realidades políticas.

Los que ejercen el poder debe enfrentar esta dura realidad con recursos propios, entre los que se contabiliza lo intelectual y lo espiritual. Se planteaba que sería lo más loable identificar en todo Príncipe solo las cualidades, pero como no es posible porque, se sostiene, que la condición humana no lo permite. Si se sopesa bien todo, hay cosas que parecen virtudes, como la benignidad y la clemencia, y, si se les observa bien, crearán su ruina, mientras que otras que parecen vicios, si las practica, agigantaran su seguridad y su bienestar; siempre se aconseja no apartarse del bien, mientras se pueda, pero también a saber actuar en el mal, cuando no queda otro camino. Entonces serán las circunstancias, las que determinarán cuando se debe hacer el bien y cuando el mal. Es la suprema necesidad de ejecutar el acto de gobierno, sea buena o mala, la que le da legitimidad a su uso.

Siempre se dispone de dos recursos para actuar: la ley, que es de los humanos, y la fuerza, que es de las bestias. Cuando no basta lo primero, se debe recurrir a lo segundo, haciendo buen uso de uno u otro, de forma simultanea y sucesiva. Entonces hay que actuar, entonces, como humanos o como bestias, según sea la convenienza del caso. Por consiguiente, la injusticia, la mentira, la corrupción y otros procedimientos similares que son condenables en ciertas actuaciones del ser humano, ¿eran justificables para Maquiavelo en materia política?

El poseer virtudes o aparentar poseerlas, recomienda lo segundo, porque cada quien ve lo que el príncipe parece ser, pero pocos comprenden lo que realmente es. Sin embargo, el Príncipe debe entender que no le es posible observar con perfecta integridad lo que hace ver a los hombres como virtuosos, puesto que con frecuencia, para mantener el orden en su Estado, se ven muchos forzados a obrar contra su palabra, contra las virtudes humanitarias o caritativas y hasta contra su religión. Su espíritu ha de estar dispuesto a tomar el giro que los vientos y las variaciones de la fortuna se les exijan a muchos de ellos.

Todas las acciones de quienes ejercen el Poder, se consideran simplemente el fin que llevan por dentro, si logran acertar en sus fines oscuros se tendrán como honrosos los medios que conducen al mismo. Entonces aquí encontramos el fundamento que le permitió lanzar a la historia su terrible apotegma: “La grandeza de los crímenes, borrará la vergüenza de haberlos cometido”.

Los hombres, dijo, son ingratos, volubles, disimulados, huidores de peligros y ansiosos de ganancias. Mientras les hacemos bien y necesitan de nosotros, nos ofrecen sangre, caudal, vida e hijos, pero se rebelan cuando ya no les somos útiles. Si se trata de escoger entre ser temido y ser amado, es mucho más seguro ser temido, pues a veces se tiene menos miedo de ofender al que se hace querer que al que se hace temer, porque el afecto no se retiene por el mero vínculo de la gratitud que, dada la malicia humana, se rompe por cualquier motivo de utilidad propia; pero el temor se mantiene por la amenaza del castigo.

Aunque Maquiavelo no se refirió expresamente a las Razones del Estado, si proporcionó los elementos que permitieron identificarla a partir de su análisis. La Razón suprema, ley motora del Estado, por la cual se obtiene conocimiento pleno de la realidad política para identificar lo que se debe hacer para fortalecer, aumentar y conservar el Estado.

Aproximadamente unos 500 años tiene la obra de Don Nicolás Maquiavelo, quien fue secretario de Cesar Borgia, en quien se inspiró, según sus biógrafos; y desde el primer momento sirvió para gobernar, porque de eso se trata, ciertamente, del arte de gobernar. De ella se sirvieron Federico II de Prusia, Napoleón y otros gobernantes. Igualmente, no hay estudio serio en las ciencias políticas que prescinda de su obra, como no hay ideas nuevas que no se apoyen, de algún modo, en la misma. Críticos y grandes pensadores como Gramsci, reconocen el extraordinario aporte de Don Nicolás Maquiavelo al mundo de la política moderna.

Decía Francis Bacon que debe agradecerse a escritores como Maquiavelo, el que se diga abiertamente y sin disimulo lo que los hombres acostumbran a hacer, no lo que deben hacer. En esto radica, en una forma muy acertada, la vigencia de su obra.

No debe extrañarnos que muchas veces, se puedan, encontrar en su obra fotografías de nuestras realidades políticas hoy en día.


Percasita11@yahoo.es


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Edgar Perdomo Arzola

Analista de políticas públicas.

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