Respuesta a

"Yo también quiero diálogo... escúchame!!!"

Apreciada camarada Nelly Prigorian, las posibilidades "reales" de un diálogo con la oposición trascienden, en mi opinión, los deseos inmediatos —y comprensibles— de avance para el país que puedan tener ambos sectores políticos. Este deseo, a pesar de ser a su manera común a ambos bandos, presenta un pequeño problema: no se refiere al mismo país. El país ideal de la oposición, ese por el cual ésta "hace" justamente oposición, no es el mismo país por el cual lucha la Revolución Bolivariana. Actualmente, Venezuela consiste en un territorio común y en dos proyectos distintos de país. He ahí el problema.

Ahora bien, está claro que muchas veces, debido a las incoherencias e imperfecciones internas de cada bando, pareciera que valdría más la pena unir nuestras causas que agotarnos en insultos perfectamente intercambiables. Pero las derivas domésticas eventuales del sector al cual adherimos no deben hacernos perder la perspectiva global de nuestro proyecto, aun cuando sea cierto que el diálogo verdaderamente fructífero, generador de alternativas constructivas, es el que comienza por un honesto ejercicio de auto crítica. Desafortunadamente, ni una revisión ni un mea culpa en cada bando sería suficiente para salvar la distancia que media entre ellos, la cual es casi ontológica.

Permítame hacerle una observación fundamental. Cuando usted dice "Yo soy clasista, me asumo y me defino como clasista… y los de mi clase están de los dos lados de talanquera. Y con ellos no necesito entablar el diálogo, con ellos dialogo desde siempre… y tenemos grandes diferencias, pero todas salvables… porque en el fondo queremos lo mismo, solo que las vías para llegar a “lo mismo” son distintas", lo cierto es que no sólo las vías, como usted señala, son distintas, sino que las luchas de parte y parte, los objetivos trazados, imaginados y reivindicados por cada bando también lo son. Hay quienes luchan, aun perteneciendo a la misma clase, por una dignificación de la misma —lo que equivale a la desaparición positiva de todas las clases—, mientras que otros luchan (y tal vez entre éstos se encuentre su propio vecino) por pasar de explotados a explotadores. Es por ello que eso que usted llama "... grandes diferencias, todas salvables... porque en el fondo queremos lo mismo" constituye una perfecta falacia, una verdad aparente y por lo tanto un cándido error de percepción. Cuando los proyectos y las motivaciones son distintos, entonces también lo son las batallas de cada sector —que en este caso son opuestas—, y ello por encima de todo parentesco de clase.

Regla número uno: en la revolución existen ciertas fatalidades. Si abrirnos al diálogo implica poner en negociación nuestros principios socialistas con los del capitalismo, entonces declarémonos ya socialdemócratas o socialcristianos, reformistas o neo-adecos, por no decir burgueses reprimidos al borde de la depresión...

xavierpad@gmail.com


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Xavier Padilla


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