La enfermedad infantil del “izquierdismo” en Venezuela

Los sectores izquierdistas, que se asumen más radicales en cuanto a los análisis prospectivos de los escenarios políticos y económicos de nuestro país, acusan en este momento al Presidente Chávez y a parte de su gabinete de contrarrevoluionarios. Claro está, no son capaces de afirmarlo del presidente, pero si lo afirman de aquellos que por instrucciones suyas ejecutan acciones inherentes a la revisión, rectificación y reimpulso revolucionario. En ese contexto, deseo limitar mis palabras y citar a alguien que pocos dudarán de su postura revolucionaria en el mundo, podrán estar o no de acuerdo con él, pero muchos se llenan la boca con su historia; Lenin, en la “Enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”, afirma, posteriormente a la revolución rusa, y vinculándola con la estrategia trazada por el partido Bolchevique, en cuanto al proceso que llevo a la misma, que:

Los partidos revolucionarios deben completar su instrucción. Han aprendido a atacar. Ahora, deben comprender que esta ciencia tiene que estar completada por la de saber replegarse con el mayor acierto. Hay que comprender (y la clase revolucionaria aprende a comprenderlo por su propia y amarga experiencia) que no se puede triunfar sin aprender a tomar la ofensiva y a llevar a cabo la retirada con acierto. De todos los partidos revolucionarios y de oposición derrotados, fueron los bolcheviques quienes retrocedieron con más orden, con menos quebranto de su "ejército"; con una conservación mejor de su núcleo central, con las escisiones menos profundas e irreparables, con menos desmoralización, con más capacidad para reanudar la acción de un modo más amplio, acertado y enérgico. Y si los bolcheviques obtuvieron este resultado, fue exclusivamente porque desenmascararon y expulsaron sin piedad a los revolucionarios de palabra, obstinados en no comprender que hay que retroceder, que hay que saber retroceder, que es obligatorio aprender a actuar legalmente en los parlamentos más reaccionarios, en las organizaciones sindicales, en las cooperativas, en las mutualidades y otras organizaciones semejantes, por más reaccionarias que sean.

“Los revolucionarios de palabra”, tal como lo afirma Lenin, han asumido en nuestro país, una ciega postura en cuanto a la necesidad táctica de la reactivación del aparato productivo, a partir del reconocimiento de dos condiciones innegables: 1.- el 70% del PIB en nuestro país es consecuencia del capital privado y 2.- Nuestra capacidad de nacionalización y de expropiación ha sido mermada porque SIDOR y la cementera han dejado nuestras arcas en un estado crítico para continuar con este proceso, además inédito, ya que la resistencia ha sido nula, y las expropiaciones han sido “contra rembolso”.

Sumemos al cuadro descriptivo que orienta la nueva política económica de nuestro proceso revolucionario, el reconocer los errores cometidos en la expropiación de tierras asumidas como latifundios, que fueron asumidas por el Estado para hacerlas productivas o aun más productivas y todavía esperan por la política más adecuada para desarrollar sus potencialidades.

Estos elementos antes descritos, además se enmarcan en el preámbulo de un proceso electoral clave para el destino de la revolución, las elecciones regionales, y se encuentran después de la derrota trascendente (de hecho la primera derrota en 10 años) de un proceso consultivo que pudo ser determinante para la consolidación del socialismo en nuestro país.

¿En dónde estaban “los revolucionarios de palabra”, practicantes de infantilismo izquierdista en el referendo para la aprobación de la reforma constitucional?, seguro estaban afirmando que no era suficiente con las modificaciones propuestas y pedían más radicalismo en el articulado propuesto, seguro estaban pidiendo comunismo desde la enfermedad infantil del izquierdismo.

En la práctica política contemporánea, el logro de los objetivos no es inmediato, ni a través de la imposición ideológica. La necesidad de persuadir, convencer, apropiar y empoderar al otros de las ideas que orienten cualquier transformación cultural, es indispensable para garantizar la democracia participativa y protagónica de la que son defensores todos aquellos que han participado en la construcción social del nuevo socialismo; ya que la búsqueda inmadura e infantil de imposición de las ideas por considerarlas la única verdad, por más objetivas que sean, ha sido lo que históricamente ha detenido a la izquierda en nuestro continente. ¡La verdad o la construyo con otros o sólo es mi verdad!


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Nicmer N. Evans

Director de Visor 360 Consultores, una piedrita en el zapato, "Guerrero del Teclado", Politólogo, M.Sc. en Psicología Social.

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