Como se oculta al decubierto el enemígo político

En mis comienzos profesionales tuve la suerte de laborar en una central de generación hidroeléctrica del estado venezolano. Con el conocimiento teórico todavía reciente, me fue más fácil afianzar el práctico, debido al elevado nivel técnico de los que allí trabajaban, porque muchos de ellos habían sido entrenados por expertos alemanes.

De esta planta dependía todo el sistema occidental y cualquier dificultad que allí surgiera, se reflejaba en todo el subsistema regional. Esta condición hacía nuestro trabajo más interesante, pues estábamos concientes de que de su buena calidad dependía mucha gente; razón fundamental por la cual buscábamos la excelencia. Desde entonces, no he vuelto a encontrar tanta mística de trabajo en una empresa del estado.

No sólo fue el aprendizaje técnico el que obtuve allí; como observaba con detenimiento al personal, para aprender de sus habilidades, terminé analizando su comportamiento bajo condiciones de presión. Un Jefe de Operaciones muy particular, tenía la costumbre de correr, cuando se le dificultaba controlar una falla de la central; muy al contrario, el Supervisor de Mantenimiento Eléctrico, mantenía una calma asombrosa, ante la situación más crítica que enfrentara.

El Supervisor de Mantenimiento Eléctrico objetaba mis órdenes, cuando él consideraba que estaban erradas y yo aprendí la necesidad de analizarlas con detenimiento antes de emitirlas; también a discutirlas con quienes deberían ejecutarlas. Desde entonces comencé a dudar de quienes cumplen todo tipo de orden, sin objeción ninguna: ¡algo ocultan! En la mayoría de los casos afirman haberlas llevadas a cabo y no es así, cuando pueden asegurarse que la falta de tiempo evitará la supervisión; o que la vorágine de acontecimientos las hará caer en el olvido.

Me sorprende la rapidez con la cual algunos ministros y presidentes de entes públicos se disponen a cumplir las órdenes del Presidente, sin objeción alguna aparente (según afirman algunos, el Comandante no acepta ninguna) y después el pueblo corre con las consecuencias de los proyectos mal concebidos y las obras pésimamente ejecutadas. Parecieran más deseosos de conservar el cargo que de realizar una acción efectiva.

Un caso clásico lo ha vivido el país con la sucesión de ministros de vivienda y hábitat a los cuales Chávez les exigía una solución rápida al problema de la vivienda para las clases media y baja, y ellos inmediatamente daban una rueda de prensa afirmando su inmediata construcción, a sabiendas de su imposibilidad; porque los productores de materiales de construcción necesitaban tiempo para ampliar sus plantas de producción y obtener cantidades adicionales de materia prima. Tampoco existía en el país suficiente mano de obra, materiales y equipos para su ejecución; además, una construcción masiva de viviendas bajaría los precios de venta del sector privado, lo cual no convendría. Gracias a esta bien calculada ineficiencia, el costo de la vivienda se duplica anualmente.

La Misión Barrio Adentro ha sido duramente criticada por los médicos de los centros de atención hospitalaria, desde los comienzos de aquella. Según estos médicos, algunos de sus colegas que laboran en la primera, se limitan a remitirlos a estos hospitales y luego los reportan como atendidos. Verificar esta afirmación resulta fácil; sólo hay que contrastar el número de pacientes remitidos a los hospitales por estos centros de atención médica, contra el número de pacientes que afirman haber atendido en la Misión.

Algo habrá de cierto, cuando Fernando Bianco reconoce que “la Misión Barrio Adentro se vino abajo”; no sería extraño que lo haya visto hace tiempo, y su aspiración ministerial lo haya hecho callar. La cuestión era de esperarse, porque una cosa es “correr para que el Presidente crea que el funcionario es muy efectivo”; dar contratos de construcción sin un proyecto adecuado; comprar equipos médicos de rápida fabricación; otra, la de diseñar una logística que asegure el funcionamiento adecuado del centro en el siguiente quinquenio.

Lo que pretendió ser una solución permanente, tiende a convertirse en un “problema estructural” por intervención de las mafias de los servicios asistenciales que controlan desde las compras hasta la distribución de prebendas en ciertos hospitales. El grupo que controla los medicamentos impide la dotación adecuada de éstos a los Módulos de Barrio Adentro. Otros extraen equipos e instrumental médico; puede probarse, haciéndole un seguimiento a la dotación de los centros hospitalarios.

Son tan poderosos estos grupos que están obstaculizando la construcción de los hospitales tipo IV, especializados, anunciados por el Presidente; los cuales disponen de los recursos. Un caso típico lo constituye el Hospital de Gastroenterología de El Vigía, estado Mérida, al cual le han otorgado financiamiento para su construcción en tres oportunidades; ésta se ha iniciado y paralizado en dos oportunidades; pero “nadie” sabe explicar la causa, aunque para los pobladores de la zona es obvia.

Si lo que está a la vista de todo el país, no se puede ser visto por la mayoría, qué ocurrirá con lo más oculto, como es el caso de la utilización de la programación informática libre. El Decreto Nº 3.390, publicado en la Gaceta oficial Nº 38.095 de fecha 28/12/2004, ordena que “La Administración Pública Nacional empleará prioritariamente Software Libre desarrollado con Estándares Abiertos, en sus sistemas, proyectos y servicios informáticos. A tales fines, todos los órganos y entes de la Administración Pública Nacional iniciarán los procesos de migración gradual y progresiva de éstos hacia el Software Libre desarrollado con Estándares Abiertos”.

¿Tiene conocimiento el presidente de cuantas empresas de la Administración Pública Nacional han hecho caso omiso a este decreto –entre muchos otros más–? Por que una cuestión es que la migración sea lenta y otra que nunca se inicie. El decreto también ordena que “En los casos que no se puedan desarrollar o adquirir aplicaciones en Software Libre bajo Estándares Abiertos, los órganos y entes de la Administración Pública Nacional deberán solicitar ante el Ministerio de Ciencia y Tecnología autorización para adoptar otro tipo de soluciones bajo los normas y criterios establecidos por ese Ministerio”; pero, ¿lo han hecho?

Estos tres “botoncitos” son suficientes para demostrar como el enemigo político se oculta abiertamente en la administración pública y empresas del estado, simulando cumplir las órdenes presidenciales, mientras que en realidad las sabotean para evitar que se ejecuten; muchos de ellos visten de franela roja, no faltan a ninguna concentración chavista y algunos regresan de ellas gritando apasionadamente en su empresa: “¡Compañeros, vamos a defender la socialdemocracia de Chávez!”; mientras acosan a quienes realmente luchan por la consolidación de este proceso, obstaculizándole la ejecución de sus labores, temerosos de que sean puestos al descubierto.

¿Era necesario que Chávez ordenara un proceso secuencial de “revisión”, “rectificación” y “reimpulso” de la acción de gobierno? ¿Es que acaso éste no debe ser el comportamiento propio de un gerente, o es necesario definir la acción de este último en concordancia con la administración clásica: planificar, programar, ejecutar, evaluar y controlar? ¿Debió ordenar la suspensión de los peajes en aquellos lugares donde no existía vía alterna, cuando la ley lo contempla así? ¿O es que Chávez no puede dejar de ser visto como el Comandante del Batallón a quien se le obedece por coacción, y se le respalda sólo para evitar un retraso en el ascenso?

A la incapacidad se le suma la viveza de algunos que para justificar su mala gestión le atribuyen todos sus errores al cumplimiento de las “órdenes del Presidente”, con lo cual pretenden asegurar que el personal a su cargo cumpla hasta sus caprichos personales. Un gran paso ha dado el Presidente al reconocer que había impuesto “un paso de marcha” muy difícil de seguir por el país.

Chávez ha abierto el espacio para aceptar observaciones en su estilo de gobierno; no se debe perder esa oportunidad y decirle que es necesario crear un sistema que permita realizarle evaluación permanente –profesional y no política– a todos los proyectos, y que no debe temer el desprenderse de funcionarios incapaces y deshonestos, por mucha fidelidad que le juren a él y al proceso revolucionario.

También es conveniente recordarle que en el “ajedrez político”, no siempre el enroqué es una buena posición de defensa, porque podría inutilizar las piezas ante un ataque agresivo del oponente, el cual mantiene una alerta permanente para aprovechar el mínimo error; además, hay que ser cuidadoso de que al instruir a la tropa sobre el plan de ataque, no se le informe al enemigo dónde y cuándo va a tener lugar.


luiserangel@hotmail.com


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Luis E. Rangel M.


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