Antes que pretender igualar las expectativas, luchemos por la transformación de la realidad

La importancia y reconocimiento de ciertas personalidades y líderes en relación a la educación, no pueden ser extraídas de sus contextos históricos. Muchos venezolanos fueron, en su tiempo, representantes de lo más avanzado del pensamiento pedagógico y social, y por ello son reconocidos y continuarán siendo reconocidos dada la lucha que sostuvieron para mejorar las condiciones educativas de la sociedad imperante para ese momento.

En la actualidad, dado el proceso revolucionario bolivariano y toda la madurez que hemos alcanzado en la percepción que se debe tener sobre los asuntos sociales, corresponde a nosotros, estar a la altura de los tiempos que vive el país, y hacer las mejores propuestas para que en realidad la educación esté al nivel de una revolución cultural como la que se pretende.

Considero que los líderes de la revolución todavía no se han desprendido de ciertas ideologías, falsas consciencias, específicamente en lo que respecta a la forma de concebir la realidad, y de ver nuestro país bajo el esquema del consumo propio del capitalismo; insostenible para la sociedad como un todo, y garantía de pobreza segura para los países diferentes a los llamados ¨desarrollados¨.

Dado ese colonialismo implícito en las mentes de muchos de nuestros políticos, es que tenemos como consigna del Tercer Motor: “Toda la Patria Una Escuela”, porque todavía se considera que la escuela enseña, que las mayorías se benefician de ella, que el aprendizaje está compenetrado y unido a la enseñanza, que es necesario tener más escuelas para poder enseñar más. Todo lo cual significará a largo plazo, para aquellos que pueden egresar de ella, consumir más y pertenecer legítimamente a los grupos de poder y a la meritocracia.

Los que conformamos aquella comisión para la creación de la Misión Sucre, vimos en esta Misión la posibilidad real de romper con ese esquema perverso de nuestro sistema educativo. Hoy sabemos que no fue posible. La inercia conservadora del pensamiento educativo, ha ganado la batalla. Sucre poco a poco es más de lo mismo, a pesar de las fuerzas centrípetas de las comunidades y de los participantes.

La igualdad de condiciones y oportunidades no existe, la misma no se decreta ni en leyes ni en constituciones, a menos que lo que se pretenda en hacer iguales las expectativas de las masas mientras el consumo y los bienes están en manos de pocos.

Necesitamos promover un cambio, sólo posible en Revolución, sobre nuestros patrones de consumo y nuestra forma de socialización, los cuales han sido distorsionados a lo largo de la entronización de los esquemas capitalistas. Estos hábitos y patrones son día a día promovidos y fortalecidos a través de todas las instituciones que nos rodean, especialmente la Escuela, especialmente el éxito hacia el camino de la Universidad como un fin por excelencia.

Necesitamos cuestionar la realidad que nos rodea, esa realidad es el nicho en el cual nacen, crecen y se desarrollan los patrones y formas de comportamiento que son el soporte de los esquemas mezquinos y a corto plazo de la sociedad imperante.

Los líderes revolucionarios del pasado, hombres y mujeres, no tuvieron la oportunidad que nosotros tenemos; por ello debieron aferrarse a soluciones políticas, a mejorar sobre la base de la realidad existente. No los critiquemos injustamente. Nosotros que estamos promoviendo una Revolución sí podemos luchar por la transformación de la realidad en ambos planos, público y personal. Extraño, tal como otros lo han expresado, que la Reforma Constitucional no se exprese en relación a la educación que la revolución necesita. Todavía no estamos a tiempo, aún pensamos con la mentalidad que en algún momento desecharemos. Alabados los que puedan ver tal nacimiento.

Me conformo, por ahora, que en el artículo 87 que trata sobre el derecho al trabajo se incluya un parágrafo para evitar la discriminación al solicitar que se posean estudios formales, y no reconocer la posesión de competencias y destrezas. Es decir que se siga favoreciendo a los que más han podido alcanzar y más han podido obtener del Estado, sobre los que, a menos costo y por sus propios medios, han alcanzado las destrezas propias de un puesto de trabajo.

La gente aprende, a pesar del sistema, y la Revolución hará, a futuro, una apuesta a esa posibilidad de aprendizaje de los seres humanos.


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Maruja Romero Yépez


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