La heterodoxia y la ortodoxia desde asumir al reto
De la primera parte publicada tomamos como central la cuestión de la separación entre “el reto” y “el problema” de reinterpretar a Marx, pudiendo parecer esto una consideración sencillamente psicológica, puede ser, sin embargo, que en la diatriba ortodoxo-heterodoxo venga esto a significar la posibilidad de una “tierra de todos”, un lugar discursivo donde el ortodoxo se da la mano con el heterodoxo, no como el final feliz de un cuento de hadas, sino como la posibilidad de ir botando poco a poco el agua sucia sin dañar al niño, todo esto desde la necesidad de asumir primero el reto y tomar al problema como centro de la acción.
En otras palabras, dentro del grupo de intelectuales, activistas políticos, constructores de realidades inexistentes, escribidores, escritores y personas que escribimos, que hablamos y discutimos con respeto, pero pretendiendo profundidad y sistema en nuestras argumentaciones, hay un nutrido grupo que, al calor del debate abierto por el discurso del general Baduel, asume el reto del problema, asume saldar las cuentas entre el marxismo y la realidad, y lo asumen así, ortodoxos y heterodoxos, leninistas, maoístas, en fin, una variopinta gama de personas que piensan que a la hora de construir una revolución, la vaina es con ellos.
Al respecto hago la atrevida peripecia de sostener una categorización provisional bajo la cual refiero al problema de la ortodoxia-heterodoxia, de manera que, planteo como central a este escrito definir el espacio de acción y de realidad denominado: “Ortodoxos y heterodoxos que asumen el reto”, siendo la ortodoxia, en este caso, la defendida por Lukács en Historia y Conciencia de Clase (Lukács, 1985) y a la heterodoxia, la misma que Ludovico Silva asume en la presentación de su Anti-manual para Uso de Marxistas, Marxólogos y Marxianos (Silva, 1975).
Desde este perspectiva, desde asumir el reto, la ortodoxia, en palabras de Georg Lukács:
Así pues, marxismo ortodoxo no significa reconocimiento acrítico de los resultados de la investigación marxiana, ni “fe” en tal o cual tesis, ni interpretación de una escritura “sagrada”. En cuestiones de marxismo la ortodoxia se refiere exclusivamente al método. Esa ortodoxia es la convicción científica de que en el marxismo dialéctico se ha descubierto el método de investigación correcto, que ese método no puede continuarse, ampliarse ni profundizarse más que en el sentido de sus fundadores. (Lukács, 1985, págs. 57-58).
Y la heterodoxia planteada por Ludovico:
El heterodoxo lucha contra una iglesia constituida. Hay en el mundo moderno una nueva iglesia, que es el marxismo ortodoxo. (. . .). Ser heterodoxo es practicar un estilo de vida y de pensamiento que vayan en contra del orden establecido. Como me decía un poeta amigo: “Lo importante no es cambiar, sino cambiar la manera de cambiar”. Lo importante no es cambiar a Stalin, sino cambiar la manera de cambiar a Stalin. (Silva, 1975, págs. 12-13).
Parece esto el estático cuadro de un conflicto, una forma artificial de unir antagónicos, sin embargos, para ambas posturas, desde la heterodoxia y la ortodoxia así planteadas, el antagónico mutuo resulta ser el dogmático, el marxista dogmático, aquel para el cual el reto supone un problema, es el que reacciona ante el problema del reto.
Dogmáticos a favor y en contra, hablando de iglesias y engaños
Hay en ese campo que es la visión dogmática los dogmáticos a favor y los mismos en contra, los primeros penan en torno a las tres leyes de la dialéctica, las recitan de memoria, dicen que la larga y agitada cola en la panadería es el reflejo de la lucha de clases y ven aparecer la figura regordeta y barbuda de Marx en manchas de grasa al pie de las maquinarias o se pelean por la escarcha mística que ven salir de sus fotos en viejos manuales; pero hay quienes ejercen el dogmatismo en contra, y ven a Marx muerto como una iglesia y se refieren al fracaso de las “predicciones” marxianas como la prueba de no existencia de Diox, estos mismos dogmáticos en contra hacen un acopio de eventos históricos como una forma de matar al marxismo desde su periferia, le contaron el tiempo a una profecía con muchas ansias, vivieron a Marx como forma de romance para justificar sus largos cabellos, irse de casa, fumar marihuana, lloran desde la equivocidad de términos, de analogías y de licencias literarias propias del estilo de Marx, dicen que el marxismo es bello por ser una utopía, se lo achacan a su perdida juventud, son los dogmáticos en contra, los que profesan la “fe” en Marx para ser anti-marxistas. Los que amaron sólo por el despecho.
Extrañamente, del lado del capitalismo, no existen esas divisiones tan exhaustivas, sólo hay capitalistas y gente confundida, el capitalismo es así de simple, igual que la iglesia católica, sólo se divide en una élite funcional y en el feligrés que sigue tras la imagen de deseos puestos en su cabeza, esto no ha cambiado en siglos, al respecto dice Néstor Kohan, ¡vaya, casi nos olvidábamos de él!:
Chorreando sangre y lodo por todos los poros se ha conformado, entonces, un tipo de organización social capitalista, hegemónica ya a escala mundial, centrada en una nueva religión fundamentalista, intolerante y excluyente, irracional y autoritaria, absolutamente monoteísta. Su único Dios es el supremo Mercado todopoderoso, frente al cual muchos de los herejes, hasta hoy indomables, se arrodillan y oran sumisos y temerosos. El sagrado oficio litúrgico de esta nueva religión es el juego “puro” de la oferta y la demanda. Quienes no aceptamos semejante irracionalidad somos marcados a fuego como los peores infieles. (Kohan, 2003, pág. 128).
Pero díganme si esto no está harto repetido, deberíamos, por algo de novedad, poder replantear el problema en otros términos, en otra estructura conceptual, con referencia a otras analogías o metáforas, parece el cuento del Mago de Oz, ¿que opina al respecto Kohan?:
¿Se puede tener en forma inmediata y espontánea clara conciencia de semejante transformación cultural? Difícilmente. El manto de opacidad y la notoria falta de trasparencia en la autocomprensión que los sujetos sociales alcanzan a elaborar sobre sí mismos, sobre sus propias prácticas y sobre las relaciones que constituyen en el proceso de producción y reproducción de sus vidas, obstaculizan la toma de conciencia. (Kohan, 2003, pág. 129).
Lo cierto es que tal problemática la abordó Marx desde el concepto de alienación, y lo más cierto aún es que en nuestras latitudes, no tan al sur, Ludovico Silva hizo el rastreo de dicho concepto como médula central del análisis del sistema capitalista, un sistema totalmente montado en la psiquis individual y colectiva, aportó a la comprensión del fenómeno de alienación el constructo de “Plusvalía Ideológica”, solución marxista al problema planteado por Kohan respecto a la separación del problema cultural del núcleo del análisis postmarxista, haciendo ver al marxismo como un forma más elaborada de la economía política que tanto Marx atacó.
Dicho aporte, la “plusvalía Ideológica” viene muy a propósito a la actual diatriba sobre la necesidad de unidad ideológica de nuestro proceso, siendo necesario aclarar que tanto Ludovico, como principalmente hizo Marx, siempre atribuyeron a la ideología un sentido despectivo como forma falsificada de la realidad, oponiendo a tales deformaciones la conciencia, estableciendo la contradicción en la expresión “ideología revolucionaria” propia del pensamiento leninista, y reafirmando la conciencia revolucionaria como forma elevada del contacto con la realidad.
La teoría de la alienación como parte fundamental de la teoría marxista
Entonces, vistas así las cosas, muchos se ubican en dos bandos: los que no creen en cuentos de brujas y encantadores de consumidores, pero sufren, sin que les parezca extraño, por ajenas blancas navidades; y otros que, si bien están convencidos de la problemática publicitaria, mediática y cultural del problema del capitalismo, les gustaría oírlo en otras palabras, plantearlo de manera distinta a la de Marx, algunos se van a lo espiritual, otros exorcizan desde visiones un poco más ascéticas, todas al fin plantean el cambio a lo interno, el cuerpo que desea debe sufrir y para sufrir, el deseo –o lo que lo causa-, no debe desaparecer, muy a la moral kantiana: si mi acto es un acto moral, debe coexistir una inclinación contraria, en otras palabras, el sádico que se pierde del disfrute del dolor ajeno, es un ser moral. ¿Que dice Kohan?:
Recuperar esa dimensión crítica ha dejado de ser en nuestra hora un mero ejercicio filológico como lo fue trágicamente hasta hace algunas décadas. Cuando la guerra se ha tornado principalmente cultural, cuando los poderosos depositan todas sus armas en la batalla de las ideologías, cuando la lógica del capital genera una multiplicación exponencial del fetiche hasta en los planos más íntimos de la vida cotidiana y la fantasía, la teoría crítica del fetichismo se convierte —como el método— en un arma de lucha. No como un acto de erudición libresca, sino como un modo ineludible de pertrecharnos teóricamente para prever el terreno de los futuros enfrentamientos. (Kohan, 2003, pág. 130)
Señoras y señores, se trata de una lucha, se trata de las armas, es la emergencia del enfrentamiento, la revisión de la teoría de la alienación, establecida en toda su sistematicidad por Ludovico, es una forma de apertrecharnos para los inmediatos enfrentamientos, ninguna visión ascética, religiosa, anti-consumista por imposición, pasa de una simple actitud individual que no hace legión, la herramienta política de la teoría de la alienación marxista es la guía para consolidación de una cultura de conflicto con la “contracultura” del capital.
La teoría de la alienación es central al análisis del sistema capitalista, es imposible enfrentar al capital sin ocupar violentamente sus formas de reproducción y de ideologización, la pelea que está dando nuestro proceso, es una pelea contra el acto de enajenación del trabajo, contra el acto de irrupción del capital internacional en todos los planos reales y, es a la vez, la pelea contra la potencia de reproducción oculta en los medios de comunicación mercenarios, en las formas de pensar invasivas que nos desmiembran, lo que está por decidirse es la forma de acción propicia, pero el daño y el dañador han quedado al descubierto por la luz de la teoría marxista, sobre eso no hay duda. ¿La relación entre la teoría del valor y la fetichización como forma que toma la alienación?, leemos a Kohan y cerramos:
La pregunta que nunca se formularon (los economistas clásicos) es ¿por qué el trabajo humano se expresa como valor? O, dicho de otra manera, ¿qué condiciones socio-históricas específicas se tienen que dar para que la actividad laboral humana revista la forma cristalizada de valor? Solo se podría responder esa interrogante si se sitúa el análisis en el nivel de las relaciones y formas sociales de producción. Este silencio, esta interrogación ausente en la economía política clásica sí se la hizo Marx, quien a través de una derivación dialéctica, buscó la raíz cualitativa del problema que estará en la base y será el origen de las formas fenoménicas cuantitativas (que aparecen en el espacio social de la circulación y el mercado). Aquí reside la matriz explicativa última de todas las infinitas formas "mágicas" de fetichismo que atraviesan el actual reino posmoderno. (Kohan, 2003, págs. 136-137).
Se nos apagó la vela . . . seguimos en lo que amanezca.
Bibliografía
Kohan, N. (2003). Marx en su (Tercer) Mundo. Hacia un Socialismo no Colonizado. La Habana: Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marichello (Edición Digital).
Lukács, G. (1985). Historia y Conciencia de Clase. Barcelona: Orbis.
Silva, L. (1975). Anti-manual para Uso de Marxistas, Marxólogos y Marxianos. Caracas: Monte Ávila.
*Profesor UBV
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