Maduro y María Corina, ¡Venezuela nos duele a todos!

En Venezuela, el dolor no distingue bandos. Nos encontramos en un país donde las diferencias políticas se han transformado en trincheras, en un campo de batalla donde la polarización ha reemplazado el diálogo y la confrontación ha eclipsado la posibilidad de entendimiento. Nos separan colores, historias, ideologías y experiencias, pero hay algo que nos une por encima de todo: Venezuela nos duele a todos.

No importa si nos identificamos como chavistas, opositores, maduristas o disidentes. Todos hemos perdido algo.

Hemos perdido familiares que emigraron o que ya no están. Hemos visto sueños truncados, proyectos paralizados y un país que se nos escurre entre las manos. Vivimos en un duelo colectivo, pero seguimos actuando como si el sufrimiento del otro no importara. En este trance de la historia nacional, la pregunta que debemos hacernos es ¿hasta cuándo?

Nos enseñaron a odiarnos, a vernos como enemigos irreconciliables, pero el odio no nos ha dado justicia, ni paz, ni bienestar. El odio no ha llenado la nevera, no recupera las pensiones, no ha sanado la fractura social, no ha devuelto la esperanza. Al contrario, nos ha sumido en un ciclo de resentimiento y venganza que solo ha profundizado nuestras heridas. Nos ha convertido en piezas de un juego de poder donde los grandes beneficiarios no somos nosotros, sino quienes nos quieren divididos para mantenerse en control. 

Si en este momento nos tocara reconstruir Venezuela juntos, ¿qué haríamos? ¿Seguiríamos destruyéndonos entre nosotros? ¿O entenderíamos, al fin, que la única forma de salir de este abismo es reconociendo que hay voces distintas que también tienen derecho a existir?

Hablemos con franqueza: El problema no es que haya chavistas, maduristas u opositores. El problema es que en Venezuela disentir se ha convertido en un delito. Un país que no permite la diferencia es un país sin futuro. Si en una familia nadie se escucha, la convivencia se quiebra. Si en un país nadie tolera al otro, la nación se desmorona.

Hoy les propongo algo diferente: No vengo a convencerlos de nada, ni a decirles quién tiene la razón. Solo les pido que se escuchen, aunque no estén de acuerdo. Que hagan un esfuerzo por ver en el otro a un ser humano y no a un enemigo. Que entiendan que el respeto no significa rendirse, sino reconocerse.

Podemos discutir con pasión, pero sin deshumanizarnos. Podemos debatir sin descalificarnos. Podemos construir, aunque no pensemos igual.

Venezuela no es de un solo sector, ni de un solo partido, ni de un solo líder. Es de todos.
Nos toca decidir si queremos seguir en esta guerra sin final, o si tenemos el coraje de hacer algo distinto: hablarnos, escucharnos y, al menos, intentar construir juntos. 

Porque al final del día, la única ideología que debería unirnos es la de no dejar morir este país.

 


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Andrés Giussepe

Doctor en Gerencia, Especialista en Política y Comercio Petrolero Internacional y Economista de la Universidad Central de Venezuela. Secretario Nacional del Movimiento Profesionales de Venezuela.

 agiussepe@gmail.com

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