El debate sobre la crisis venezolana a finales de 2025, está develando cómo los periodistas, políticos e intelectuales opositores se contradicen y hacen pública el camino errático que se está tornando un tanto difuso. Así lo ha manifestado el jueves 27 de noviembre, Gilberto Carrasquero, un reconocido opositor en el exilio que admitió su participación en el golpe de Estado de abril de 2002 contra el entonces presidente Hugo Chávez Frías. En declaraciones al periodista Norbei Marín, Carrasquero no solo confesó la incapacidad de la oposición para lograr un cambio interno, sino que articuló una polémica visión que llama a la "tercerización" de la soberanía nacional a favor de una intervención militar estadounidense.
1. La Confesión del Fracaso: De la Insurrección a la Bancarrota Política
Carrasquero inició su análisis con una referencia directa al Carmonazo de 2002, donde la oposición logró deponer al gobierno por 48 horas:
"Yo viví... el tema de Carmona. Y fuimos exitosos deponiendo al tirano. Lo sacamos, lo teníamos preso. Y en lo que se fracasó fue en crear la viabilidad política de lo que nacía."
Esta declaración es doblemente significativa: primero, valida la tesis de que la acción fue un golpe de Estado planificado, y segundo, establece un patrón histórico de la oposición: saber destruir instituciones, pero no saber construir o gobernar.
Tras 25 años de intentos fallidos ("por las buenas, por las regulares, golpe de Estado, hemos hecho de todo"), el opositor concluye con una admisión devastadora para el liderazgo disidente:
"Nosotros tenemos que asumir como venezolanos que en ese negocio nosotros fracasamos... hasta hoy hemos fracasado."
2. La "Tercerización del Negocio": El Entreguismo Explícito
Haciendo uso de un lenguaje más propio de la economía de mercado que de la política de Estado, Carrasquero propone abiertamente que el país debe renunciar a su propia agencia y subcontratar la solución de su crisis a una potencia extranjera:
"Nosotros tenemos una tercerización del negocio, que son los americanos. Ese negocio, el de resolver que se vaya Maduro, lo tienen resuelto,... Si lo va a resolver alguien, lo tienen que resolver los americanos."
El uso de términos como "negocio" y "tercerización" en su discurso para referirse a la soberanía y la autodeterminación nacional muestra una perspectiva neoliberal y rotundamente entreguista. Para Carrasquero, la política no se refiere a un ejercicio de construcción de organización y partidos, de participación colectiva, sino una transacción comercial fallida que ahora le corresponde ser gestionada por un actor con mayor "poder de mercado": Estados Unidos.
Esta dependencia se extiende incluso a la figura de Donald Trump, cuya acción militar es vista como un evento casi místico, sujeto a su inspiración personal: "Amanece un día inspirado y a lo mejor nos da una sorpresa, mañana en la mañana lo hace. Y a lo mejor no lo hace nunca."
3. El "Día Después": La Paradoja de la Negociación Forzada
Carrasquero insiste en la fuerza militar ("bombardear cuatro bases" en una "intervención quirúrgica"), muestra una sorprendente conciencia de la complejidad política que seguiría, adoptando un realismo que choca con su llamado a la agresión.
El Modelo de Transición
El entrevistado reconoce que la caída del régimen, incluso forzada, requerirá un proceso de negociación política compleja, citando modelos históricos:
"Lo que viene después es que necesitamos unas elecciones limpias y transparentes... una operación política de altísimo calibre... Mucha capacidad de negociación. Lo que llamaban los viejos de antes, el quiebre cintura. Burdel político."
La referencia implícita a la necesidad de negociar una salida ordenada, similar a transiciones pactadas como la de España tras Franco o la de Chile tras Pinochet, contradice la simpleza de la acción militar que propone.
La Negociación Incómoda
Carrasquero es consciente de que este "quiebre cintura" obligará a sentarse con figuras que él y su sector ideológico consideran adversarias o inferiores. Cuando el periodista le pregunta sobre el rol de figuras como Manuel Rosales y Henrique Capriles Radonski, Carrasquero se refiere a la amarga necesidad de sentarse con todos los actores, incluso los que considera indeseables:
"Te vas a tener que sentar con bichos que no te gustan... Hay una complejidad infinita del manejo guiable de la situación."
Esta expresión, que denota un profundo desprecio por los adversarios políticos (incluso de su propio bando), revela la tensión entre la pureza ideológica del exilio y la necesidad pragmática de construir una mayoría política que incluya a las fuerzas "regulares" de la oposición.
La Promesa de Legitimidad
Para justificar la necesidad de la fuerza, Carrasquero propone que la acción militar sería inmediatamente legitimada en las urnas por la figura de María Corina Machado, a quien eleva a una figura casi plebiscitaria:
"Estoy seguro que María Corina ganaría con mandato del 90% del país, puede hacer lo que le dé la gana."
Su declaración, busca darle un matiz democrático a la operación injerencista, ignorando el principio fundamental de la soberanía que está plasmada en la historia independentista y en la actual Constitución: no se puede destruir el Estado para luego celebrar la democracia.
Conclusión: La Crisis del Liderazgo Opositor
El discurso de Gilberto Carrasquero puede interpretarse como un acta de defunción de la vía política y soberana de un sector de la oposición venezolana. Al confesar su fracaso, su incapacidad para generar la "viabilidad política" y su deseo de "tercerizar" la solución a Washington, este sector renuncia a la soberanía y valida las acusaciones de injerencia.
El drama de su planteamiento es que, después de solicitar un bombardeo (la máxima ruptura), se ve obligado a reconocer que la única forma de gobernar es a través de la negociación, la humildad y sentándose con los "bichos" que detesta, confirmando que la política, incluso tras la fuerza, exige la construcción de consensos, no la imposición.