2024

Mi bola de cristal es una tecnología de lo más manoseada. Se alimenta de las tendencias que todos pueden ver, pero que algunos no quieren observar. Les hace cortes especiales para que se le vean las diferentes capas. Las estruja para sacarles el jugo. Todo eso se marina en una salsa de sentido común, lógica aristotélica, conceptos procedentes de varios alemanes, franceses e ingleses, debidamente mezclados con aromas de corazonadas, gustos y sentimientos, sazonados con memes inteligentes y raros. Somete toda la mezcla a unos minutos de cocción, para obtener un plato apetecible. Hasta que- voilá-: aquí están mis pronósticos para el año 24. Ya verán que cualquiera puede hacer este manjar en su hogar en medio de las conversaciones de año nuevo; si no se va la luz.

Habrá elecciones. En realidad, habrá muchas elecciones en todo el mundo. Más de 75 países irán a elecciones de diferentes alcances: presidenciales, parlamentarias; nacionales y regionales. Desde Rusia, llegando a el Salvador; desde México, hasta India, Indonesia, Taiwán, el Reino Unido. Se elegirá también el nuevo Parlamento Europeo. Más de 4.200 millones de personas estarán votando en el 2024. 

¿Habrá cambios con estas elecciones? En algunos casos, sí; en otras, no. Por ejemplo, en Rusia y el Salvador no habrá cambios. En el inmenso país euroasiático le acaban de anular la documentación a la candidata de oposición a Putin, porque “ique” están mal escritos unos nombres en los apoyos. En el Salvador no hay competidor para Bukele, por distintas razones. En México, habrá una nueva presidenta mujer, por razones parecidas a las esgrimidas por el Brujo de la Billo´s: tanto el gobierno como la oposición llevan candidatas. Se estima que es muy difícil que le ganen al partido de AMLO pero todo está escrito en las estrellas y depende del astrólogo que interprete el mensaje de los astros.

Otro pronóstico: habrá mucho conflicto en Argentina. El Milei, guiado por su hermana Karina, que encima es tarotista, seguirá adelante con su plan de privatizar todo lo privatizable (o sea, todo, hasta el control del orden público), sin pararle demasiado a cuestiones legales o constitucionales. Y sacará a los milicos a las calles, como Pinochet, pues su paquete es muy parecido al de Augusto. Intentará reventar la resistencia sindical como hizo su admirada Margaret Thatcher en Inglaterra. Por otro lado, tendrá que tragarse sus palabras con los chinos, por la bola de billete que les debe y las dimensiones que está adquiriendo la “vía de la seda” en el mundo.

¿Habrá elecciones en Venezuela? Según el mismo brujo que consulta Biden, la respuesta es un SÍ entusiasta. Todo el mundo ve, pero no todo el mundo observa, lo bien que están negociando Biden y Maduro. Casi que cara a cara. Sin más nadie (léase PUD). A propósito, esto cambia un poco la noción de la política. Hasta hace poco, se interpretaba la famosa frase de Von Clausewitz “la guerra es la política continuada por otros medios” como si quisiera decir que “la política es guerra”, lo cual le daba una cancha increíble a los militares metidos a políticos. Ahora, son los militares metidos a empresarios los que tienen cancha. También quedó obsoleto ese concepto de la política como juego de apuestas; con lo cual se reconocía la ludopatía de los políticos. Pero parece que, al final, el cambio social que han sufrido los militares venezolanos, de generales a empresarios, ha determinado (“el ser social determina la conciencia social”) que la política es, más bien, un negocio, un intercambio entre dos sujetos equivalentes que colocan sus rehenes (perdón, sus mercancías) en el mercado a ver por qué cosa se pueden cambiar. 

Por supuesto, desde los clásicos de la economía política se sabe que las mercancías tienen doble cara: un valor de cambio y un valor de uso. El valor de uso de Saab para el gobierno, es el de un héroe antiimperialista, que ni Patricio Lumumba, capaz de saltar el bloqueo norteamericano; o bien, en una versión más light, como el cerebro de las operaciones financieras y mercantiles, al margen de las leyes norteamericanas, que garantizaba los componentes de las CLAP, metiéndose varios cientos de millones de dólares en el bolsillo de paso (¡eso es mucho dinero, Perolito!), en una operación totalmente justificables para Diosdado, propio de los tiempos de prósperos emprendimientos que vivimos. O la tercera versión, que lo presenta como narcotraficante, traficante de armas, testaferro de los business de la pareja presidencial, informante de la DEA, etc. En todo caso, se trata de un chivo que mea bastante. Su valor de cambio para Biden fueron 36 presos-rehenes (no es lo mismo; pero es igual; ser preso supone que es porque infringiste una ley; ser rehén supone que eres la víctima de unos malandros secuestradores), algunos de ellos conocidos dirigentes opositores; otros, sindicalistas aguerridos, y hasta unos mercenarios norteamericanos. Incluso hubo uno adicional, el joven John Álvarez. Aunque quedaron muchos más rehenes (o presos políticos: como gustéis).

Pero además este negocio ha tenido algo más. Ahora, para Biden, Maduro es un tipo que merece confianza. Precisamente por eso, es que el presidente norteamericano afirma que habrá elecciones en Venezuela, con todas las condiciones necesarias. Como hablamos de negociantes y políticos, y no de caballeros, como le gustaría distinguir a Cantinflas, lo que se entiende es a) las negociaciones son directas, de tú a tú; los opositores sólo participan de ladito, o sea, se les participa lo que sucede y hasta se les da un empujoncito (como el que le hizo Washington a MCM para que fuera al TSJ), porque a veces son ellos mismos (“rehenes somos todos” como inicia la declaración, muy bien escrita - ¿por ella?- de la señora Machado) lo que se intercambian los “socios”.

Nótese en mi bola de cristal (que es accesible a cualquiera) cómo se ha violentado la legislación venezolana de hidrocarburos, y los directivos de las empresas mixtas son ahora gringos, porque la proporción de las acciones (sospecho) ya no son como antes, es decir, mayoritariamente venezolanas. Nótese cómo le otorgan a Shell y a la Compañía Nacional del Gas de Trinidad la explotación del gas. Incluso, nótese cómo un tribunal de Delaware decidió liquidar a CITGO a instancias de sus acreedores. O sea, el negocio, el verdadero negocio, es el petróleo. Como siempre. En estos momentos, para bajar el precio de los hidrocarburos, tratar de afectar la economía rusa (que, según ellos, está de lo más rozagante) e impulsar la llamada “transición energética” que demandará nuevas inversiones en desarrollos tecnológicos, que dejarán, en poco más de dos décadas, a nuestras reservas donde están: bajo tierra.

De modo que esa gran confianza que ahora demuestra Biden, que despierta el malestar de no pocos dirigentes opositores (que ya no son los que negocian y no tienen nada que negociar) y de algunos diputados gringos republicanos, tiene que ver con negocios. Ganan todos, como dice el propio Maduro. Yo me quedo quieto con la reclamación del Esequibo, después de demostrar en un referéndum que el pueblo venezolano respaldó mi política de defensa de la soberanía (¿?), es decir, que quedo callado con la Exxon, mientras la invito para acá; así como he invitado a Repsol, a la brasilera, a los rusos y a los chinos (otro socio de Guyana). Todos sonrientes. 

¿Habilitaran a la señora Machado? Puede que sí; puede que no. Si lo hacen, eso significa que el negocio tiene que ver con el levantamiento de las sanciones personales, una especie de seguro por si las demás tácticas de división y promoción de la abstención fallaran. Y esa medida de levantamiento de sanciones, deja muy mal a la oposición. Los deja con el madurismo intacto entre los militares y sus empresas, con una organización de masas que puede reanimarse en las calles haciendo oposición. Pero además, un posible nuevo gobierno de la actual oposición deberá cumplir con el pacto que Biden firmó por ellos. En fin. Lo bueno es que, al menos, eludimos la vía de Daniel y la Chayo. Ya me parecía a mí que Venezuela no se parece demasiado a Nicaragua, ni el FSLN al PSUV. 

Ese es el gran cambio conceptual que ha habido de la política. De concebir la política como un asunto de guerra, a considerarla como un negocio. O hasta como un juego de apuestas, que eso crea adicción. En paz. Como le corresponde a esta Navidad en la cual se siguen echando de menos, en multitud de hogares, la libertad de más de trescientos rehenes en las oscuras cámaras de tortura del Helicoide. 

 


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Jesús Puerta


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