Dedicado a Rosa Luxemburgo y a Simone Weil,

Las mentalidades del Partido Único: Genealogía de nuestro estalinismo tropical

Ya hace algún tiempo había escrito un breve artículo sobre las mentalidades de inciso sexto, impugnando la genealogía histórica del anti-socialismo, del anti-comunismo, de la guerra político-cultural contra la izquierda anticapitalista en Venezuela, vinculándola a clima de sentido que rodeó un catalogo de prejuicios, un sistema de citas, un tejido de estereotipos típicos de la derecha histérica Venezolana. Pero también es hora de poner en remojo las barbas propias de algunos factores del campo revolucionario, dados algunos síntomas de imposición ideológica y violencia simbólica típicos de la racionalidad burocrática, que es una racionalidad de la dominación y la opresión.

Así como el punto fijismo se encargó de demonizar a la izquierda anticapitalista, a través de la fabricación de imágenes y efectos de verdad que consolidaron representaciones sociales y mediáticas que la derecha considera ídolos y fetiches ideológicos; el estalinismo tropical; es decir, la secreción ideológica de las burocracias de partido vienen planteando desde la década de los 30, un encubrimiento y una desfiguración de las propias realidades históricas en Nuestra América, imponiendo autoritariamente líneas políticas, trasladando mecánicamente conceptos y categorías de análisis propias de realidades ajenas, y tratando de controlar la manifestación de diversos perfiles y formas de conciencia revolucionaria en el campo nacional-popular.

El estalinismo significó para Nuestra América una forma de colonialismo intelectual y político de izquierda. Allí está la estigmatización de Mariategui, al plantear una posición heterodoxa y crítica para los pueblos de Nuestra América. Diversos mecanismos, engranajes y dispositivos de disciplinamiento político como la fidelidad a una doctrina fosilizada (materialismo histórico/materialismo dialéctico), el culto a un supuesto “socialismo científico”, formulaciones empaquetadas por un estatismo oligárquico, por el GULAG, por el llamado “socialismo realmente inexistente”, forman parte de una idea aparentemente trivial pero absolutamente inconveniente para plantear el nuevo Socialismo del siglo XXI: “se requiere de un pensamiento único, uniforme y homogéneo para lograr la unidad de acción revolucionaria”.

Lo único, lo homogéneo, lo uniforme son dispositivos de despersonalización. Se trata de humanizar, de diferenciar, de dignificar, no de alienar más. Es la personalidad social, no el colectivismo des-personalizante. Es una “comunidad de hombres libres” (Marx) no de seres sometidos a los engranajes burocráticos de un fetiche llamado colectividad, pero que es efectivamente Estado-latría (Gramsci). A lo que conduce un planteamiento homogeneizante es a una policía del pensamiento, es al “socialismo orwelliano”, es a la unificación de ideas por la vía de la llamada “persuasión coactiva”, algo totalmente antagónico con el pensamiento crítico y problematizador de las nuevas pedagogías críticas articuladas al movimiento socialista.

El siglo XX demostró que el llamado marxismo-leninismo fue un invento castrador de los aparatos político-culturales estalinistas. El marxismo-leninismo podrá servir para administrar consignas, para aceitar una psicología de masas, pero no para acompañar críticamente un proceso liberador. Nadie puede refutar esta afirmación, sin desconocer o encubrir la historia de la revolución bolchevique, con sus contradicciones sociales y políticas internas. Lo que se ha derrumbado estrepitosamente en el siglo XX fue la creencia de que el Marxismo-Leninismo, como codificación estalinista de la teoría revolucionaria, era la base ideológica y orgánica exclusiva del campo revolucionario. Ciertamente, se han derrumbado los regímenes de aparato del estatismo burocrático, pero no los dogmas, las tradiciones y las actitudes estalinistas.

Hay que reivindicar del nuevo socialismo del siglo XXI la diversidad de planteamientos y pensamientos contra-hegemónicos, su ruptura con el pensamiento único neoliberal. Es el pluralismo crítico y contra-hegemónico el que puede re-fundar la praxis teórica del nuevo socialismo del siglo XXI, (y lo viene haciendo de hecho desde diversos movimientos sociales, políticos y gobiernos de izquierda), no la racionalidad burocrática, ni la doctrina de aparato, ni la manipulación intelectual ni los dogmas trascendentales de un discurso anquilosado en argumentos y citas de autoridad. El cultivo de una modalidad de comprensión/interpretación caracterizada por la sumisión ideológica es el resultado típico del estalinismo en el campo de las ideas, de los valores y de los postulados.

Cuando en pleno siglo XXI, se perciben a los miembros de formaciones partidarias que se identifican con el marxismo-leninismo meter la cabeza en la tierra, como una avestruz, cuando se menciona el GULAG, cuando se tematizan críticamente todos los errores y crueldades del despotismo burocrático que imperó en el campo socialista soviético, a quién se le hace un flaco servicio es a la articulación orgánica entre el socialismo y la tradición democrática, articulación entre la democracia participativa y protagónica, y las aspiraciones de igualdad y justicia social. Una organización política unitaria socialista es una asociación voluntaria de ciudadanos y ciudadanas que se proponen luchar por la democracia, por la pluralidad, por la solidaridad, por las transformaciones políticas, sociales, institucionales, económicas, jurídicas y culturales destinada a eliminar la explotación, la dominación, la opresión, la desigualdad, la injusticia, la exclusión y la miseria con el objetivo de construir el socialismo radical-democrático. No se trata de masas anónimas, ni de engranajes, se trata de personas de carne y hueso, de cuerpos y voces que luchan por la liberación de las privaciones absolutas y relativas.

Cuando se cuestiona la vieja izquierda estalinista no se lleva agua al molino de la contra-revolución, esto es un chantaje típico de la mentalidad estalinista, que tipifica cualquier crítica como una desviación y una traición ideológica. Este espíritu sectario, dogmático, fosilizado y propenso a elevar la voz cada vez que se refutan sus argumentos debe tener el menor espacio posible en el campo revolucionario. Se trata de fortalecer el proceso de formación política y de aprendizaje crítico que los diversos movimientos sociales y populares realizan, desde diversas modalidades de investigación-acción-formación-comunicación sobre la propia memoria histórica y realidades de las luchas populares y nacionales.

El nuevo Socialismo del siglo XXI debe ser nuevo y del siglo XXI. Debe superar de manera consecuente el dogmatismo estalinista y el monismo doctrinario de la línea general de partido. La(s) teoría(s) revolucionaria(s) son teorías críticas, no la justificación ideológica de la “doctrina oficial”, ni del “marxismo institucional”, ni de la fidelidad al aparato político, ni a la burocracia de partido. Si los pensamientos contra-hegemónicos desean ser a la vez críticos, no postulan el culto a la infalibilidad, la ausencia de debate, el recurso a negar la argumentación consistente o el ocultamiento/desfiguración de evidencia suficiente y razonable. El diálogo crítico y abierto es consustancial al nuevo socialismo del siglo XXI. Si no es así, estamos en el viejo socialismo del siglo XXI.

El pensamiento único como canon sacrosanto, el centralismo burocrático y el estatismo estalinista van de la mano. El pensamiento dogmático es típico de estratos intelectuales que monopolizan funciones de dirección y coordinación de determinados cuadros administrativos, que pretenden mantener de manera autoritaria la división capitalista del trabajo, separando las tareas de dirección de las tareas de ejecución. Como ha escrito Weil, es la opresión a través del dominio de la función (Opresión y libertad), y no solo del capital y de la fuerza.

El Nuevo Socialismo del siglo XXI requiere la garantía de mayores libertades personales y sociales, comparadas con las libertades formales de la democracia burguesa, la superación de cualquier culto al cesarismo como figura del liderazgo, la demolición a la doctrina del auto-decretado “rol dirigente” del aparato político, cuando lo que se requiere es más participación, más debate, más protagonismo popular, la selección de liderazgos sociales y políticos a través de elecciones libres, el reconocimiento de corrientes, grupos y tendencias diversas y plurales que utilizan la metódica democrática para acordar principios de acción comunes, una ética de la responsabilidad mas que una disciplina de centinelas ideológicos.

El inicio de un nuevo ciclo político-ideológico en el siglo por venir dependa de una nueva izquierda no dogmática, no euro-céntrica, no estalinista. Una izquierda insubordinada a centros de poder y a dictados ideológicos basados en manuales, en dogmas, en consignas inapelables y en signos infalibles. Como la ha afirmado Rigoberto Lanz, opinión que suscribimos en toda su densidad e implicaciones:

"Me parece demasiado claro que estamos en presencia de una coyuntura signada por una tensión brutal entre la lógica de los aparatos y la lógica de los movimientos, entre la racionalidad burocrática del Estado y la racionalidad emancipatoria del poder popular. El debate sobre el socialismo, el partido, y sobre la idea misma de revolución, muestra palmariamente el fondo de estas contradicciones. Nada extraño por lo demás, vista la experiencia histórica de estos mismos debates en el seno de los agrupamientos de izquierda en todo el mundo. La clave en el tiempo que viene es empujar con fuerza toda tendencia que intente saltar este límite pragmático que impregna la agenda de discusión. No hay que esperar mucho desde el poder constituido. Las fuerzas emergentes están en otros lados. El poder subversivo de la crítica hará su trabajo. La apuesta por una expansión radical de los espacios de libertad (otra idea de 'democracia') se abrirá camino. Las operaciones administrativas concertadas entre aparatos no agregarán nada a esta dinámica. Me parece que la estrategia debe orientarse hacia el terreno de la organización del poder popular y sus nuevas modalidades de gestión política. Desde luego, sin dejar pasar ninguno de estos anacronismos teóricos que se deslizan con demasiada impunidad".

¿Qué hay de nuevo en el siglo XXI?. Frente a las actuales transformaciones en las esferas científicas, técnicas, de las humanidades y la cultura, frente a la barbarie civilizada del capitalismo global, frente a la mas intensa polarización mundial, cuando se habla de crisis de la modernidad, de condición post-moderna, de pensamiento post-metafísico y paradigmas post-positivistas, ¿que pertinencia tiene seguir invocando el pensamiento estalinista?. SE trata de pensamientos liberadores, no de más opresión:

“(...) La libertad solo para los partidarios del gobierno, solo para los miembros del partido, por muy numerosos que puedan ser, no es libertad. La libertad es siempre únicamente la del que piensa de otra manera. No es ningún fanatismo de “justicia”, sino porque todo lo que de pedagógicamente, saludable y purificador tiene la libertad política depende de esta condición y pierde esta eficacia si la libertad ‘se convierte en un privilegio.”(RL)

Podríamos hablar de un “Socialismo Popular, Diverso y Post-científico”; es decir, de un Socialismo superador del culto a los dogmas, al progreso de la tecnociencia, de la burocratización académico-universitaria (Marxismo Occidental) y político-partidista (Partidos Únicos Marxistas-Leninistas) que han castrado y censurado al pensamiento revolucionario, que recupera la centralidad del mundo de vida popular, de los oprimidos, humillados y sojuzgados, de sus aspiraciones, sentimientos y “buen sentido”, construyendo desde lo popular, desde lo subalterno, desde lo oprimido los contenidos concretos del Socialismo liberador, a escala humana, eco-político, y radical-democrático, así como desde la existencia de una pluralidad de elaboraciones, interpretaciones, pensamientos y teorías críticas en el seno del Horizonte Socialista, desde perspectivas contra-hegemónicas y subalternas, profundizando la desdogmatización del marxismo.

Este Socialismo, como ha dicho Mariategui no será “ni calco ni copia”, será creación heroica y colectiva.


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Javier Biardeaur

Articulista de opinión. Sociología Política. Planificación del Desarrollo. Estudios Latinoamericanos. Desde la izquierda en favor del Poder constituyente y del Pensamiento Crítico

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