La ilusión de los jóvenes es de no llegar a viejo a morir de soledad

Pudiéramos decir por la estadía de un mundo mejor a favor de la población joven que, los viejos estamos demás como estorbos atrevesados de poco uso y, cada vez más la tiranía de nuestra dependencia es de atraer más necesidades que se van acumulando y que afean la convivencia del hogar que, en vez de restar sumamos problemas dentro de las familias que alguna vez formamos, y después sobramos y, hasta razón tendrán los que proclaman hoy día que, salir de los viejos por el coronavirus es más rentable para el capitalismo que, quizás sea la mejor bendición para sus países salir de sus viejos decrépitos que, no sería ningún pecado en contra de Dios que parece ser que Él no nos recuerda por viejos.

Entonces, como un despecho o como un respiro de vejez: juntamos pareceres que muchos viejos dejaron a la posteridad como una forma no de luchar, sino más bien: nos acordemos que ellos existieron y, para qué, no lo sabemos, pero a alguien se le ocurrió sacarlos del guardarropas de sus urnas y, eso hago a su favor de darlos a conocer a través de Aporrea y, así tenemos:

Auguste Émile A. Faguet, un ensayista y crítico literario francés, dijo con todo su aplomo que, hay cinco cosas que son buenas, a saber:

Las esposas viejas

Los Viejos amigos para conversar

La Leña vieja para calentarse

Los Viejos vinos para beber

Los Viejos libros para leer

Y, el premio nobel de literatura, Gabriel García Márquez, no se quedó atrás quizás, pensando a futuro:

El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad. Y, yo agregaría: si escapamos del coronavirus, actualmente, que parece ser que no nos ve con buenos ojos y se aprovecha de nuestras flaquezas...

A cambio Ingmar Bergman, dijo: Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena. ¿Y quién fue ese señor? Pues, guionista, director de teatro y cine sueco.

Y, el filósofo alemán, Arthur Schopenhauer dejó libre la frase: Los primeros cuarenta años de vida nos dan el texto; los treinta siguientes, el comentario. Hay que vivirlos y después decirlo, agregamos.

Amargamente suponemos que, William Shakespeare, como dramaturgo, poeta y actor inglés, nos dejó: Los viejos desconfían de la juventud porque han sido jóvenes. Más claro no pudo ser.

Y Pablo Picasso nos dibujó su figura con: Cuando me dicen que soy demasiado viejo para hacer una cosa, procuro hacerla rápido. Pero con su pincel, creemos.

Y como las esperanzas están en los pensadores martillándolos, le dio razón a, André Maurois, seudónimo del novelista y ensayista francés Émile Herzog de decir: El arte de envejecer es el arte de conservar alguna esperanza.

Por lo que, Francisco Rochefoucauld ufano de su vejez como francés de todo un poco: La vejez es un tirano que prohíbe, bajo pena de muerte, todos los placeres de la juventud.

Montaigne no se quedó atrás como filósofo francés más dedicado a eso, dijo: Las arrugas del espíritu nos hacen más viejos que las de la cara.

Y a Charles Augustin Sainte-Beuve como crítico literario y escritor francés, se lució con: Envejecer es todavía el único medio que se ha encontrado para vivir mucho tiempo.

Pero, Fernando de Rojas como escritor español, no margariteño, dijo: Nadie es tan viejo que no pueda vivir un año más, ni tan mozo que hoy no pudiese morir.

Francisco Quevedo que escribió la mejor novela de todos los tiempos, sabiamente nos dice que: Todos deseamos llegar a viejos y todos negamos que hayamos llegado. Posiblemente esté pelado en eso de llegar a viejos y, a viejos para qué.

Si quieres ser viejo mucho tiempo, hazte viejo pronto. *Cicerón*. Se peló este vergatario romano: nadie, y hoy día menos, quiere llegar a viejo y pronto.

La muerte, siempre la muerte y, es Julián Green, futbolista germano-gringo, soltó de una patada: Nada nos envejece tanto como la muerte de aquellos que conocimos durante la infancia.

El joven conoce las reglas, pero el viejo las excepciones. Dijo: Oliver Wendell Holmes, médico con fama de escritor, se atrevió a decirlo.

Y, no faltaba un proverbio hindú que nos dijera que: La vejez comienza cuando el recuerdo es más fuerte que la esperanza.

En la juventud aprendemos, en la vejez entendemos. Eso dijo, Marie von Ebner Eschenbach.

Y uno de los escritores como filósofo más leído, nos dejo sin estar loco: La madurez del hombre es haber recobrado la serenidad con la que jugábamos cuando éramos niños. Y ese fue el alemán, Frederich Nietzsche.

Y volvemos a Cicerón: El viejo no puede hacer lo que hace un joven; pero lo hace mejor. Si lo dijo años atrás qué decir.

De aprender aprendemos, por lo que razón tiene el escritor Ernest Hemingway cuando nos dijo que: Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar. Creemos que a veces más.

Por proverbio alemán nos enteramos que: Los árboles más viejos dan los frutos más dulces. ¿Será verdad y cómo saberlo?

Acudimos a Sófocles y quién no, para que nos diga: Los que en realidad aman la vida son aquellos que están envejeciendo. Más claro no puede ser y, más si saben lo que les espera.

Y, en nuestro breve recorrido, no podía faltar un autor desconocido que dijo: Cuando seas viejo en la carne, sé joven en el alma. Si no fue cura, pensaba como cura.

Bien dicho por Gerald Brenan que. La vejez nos arrebata lo que hemos heredado y nos da lo que hemos merecido. O quizás, lo que merecemos por pasados.

Y, quién no, es lo posible dicho por John Barrymore: Un hombre no es viejo hasta que comienza a quejarse en vez de soñar. Deberíamos vivir soñando en vez de envejecer, agrego por sí.

No he tenido la visión de ver arrugado:mis sueños y mis esperanzas, pero como Grafite callejero, pasa: Un hombre no envejece cuando se le arruga la piel, sino cuando se arrugan sus sueños y sus esperanzas.

Y para finalizar este breve recorrido sobre pensamientos vejestorios de hombres cultos y pensantes, lo finalizamos con un Autor desconocido, que lo escribió y la pegó: Viejo es quien considera que su tarea está cumplida. El que se levanta sin metas y se acuesta sin esperanzas. Pero para llegar a viejo que jamás imagine, ni quise, ni me propuse y, no dejé de soñar ni perdí mis esperanzas y creo que no he hecho nada que enseñar al mundo, quiero seguir viviendo más como viejo que no pierda el placer que siga soñando.

Estuve escarbando buscando en el espacio-tiempo: un pensamiento de Trump que los iluminara, pero parece ser que ese individuo está muerto en vida sin mortaja que como personaje gringo da lástima.



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Esteban Rojas


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