El Arado y el Mar

El entierro del madurismo

Maduro no es maduro, es una excrecencia, una personificación de la peor calaña del oportunismo criollo, del pragmatismo petrolero, de las mafias sindicales, de la burguesía rentista. Maduro no tiene voluntad, sus movimientos se deben a los hilos que sostienen las circunstancias que le van imponiendo sus acciones; no tiene plan, no tiene estrategia, las circunstancias dictan la conducta, la excusa. Tampoco es un líder, las circunstancias lo lideran, nos lideran. En resumen, Venezuela navega sin rumbo, sin gobierno, guiada por las miserias mentales de una costra que a través de mil triquiñuelas secuestró el poder y pulverizó la conciencia del deber social de la masa.

El destino de las naves sin rumbo, de los países sin capitanes, sin timoneles, del pragmatismo es, irremediablemente, el fascismo, una barbarie colectiva que pudre todos los estamentos sociales, empezando por las cúpulas y tocando hasta el último pliegue de la nación. El informe de la Comisionada de la ONU, Bachelet, fue una pequeña muestra del carácter bárbaro de los secuestradores: fue grotesco el intento de los maduristas de zafarse de la crudeza, de la rudeza de ese informe, los oportunistas se contorsionaron tratando de desvirtuarlo, los grandes voceros atribuyen la autoría a un funcionario gringo, sólo firmado por la sumisa comisionada, pero nadie contradice el hambre que describe el informe, nadie dice nada del éxodo cuando salen millones y regresan decenas, nadie se atreve a hablar de la tortura, el gobierno reconoce la necesidad de ayuda humanitaria, pero no le gusta que se lo recuerden. Y si alguna duda quedaba de la tragedia que vivimos, sucede el drama del asesinato mediante torturas y el entierro criminal del capitán Acosta.

El entierro del capitán, su asesinato, es un suceso que delata las características del gobierno, pero también revela la situación moral de la sociedad toda, de los militares, del gobierno, de los obreros, de las masas. ¿En qué cosa monstruosa nos convertimos cuando asesinan a un oficial de la Armada, secuestran su cadáver, lo entierran de forma delictiva y nadie dice nada ni hace nada? ¿Dónde están sus compañeros de armas, dónde la gloriosa Armada, tras cuál excusa se esconden, como pueden ver a los ojos a sus hijos, como saludan a sus compañeros, con cuál cara imparten órdenes a sus subalternos?

Es obligatorio preguntarnos ¿dónde están las masas que soportan esta canallada? Ni siquiera el imperio romano llegó a tanto con el asesinato de Cristo, no se atrevieron a violar el respeto a los muertos y entregaron su cadáver a los deudos. ¿Dónde están los dirigentes chavistas? ¿Se olvidaron del Comandante? ¿Donde están los militares del gobierno, los que salen en los desfiles con sus uniformes relucientes y las almas vendidas? Son sarcófagos blanqueados.

Poco a poco la sociedad se desliza hacia la barbarie, y estos pendejos piensan arreglar esto con unas elecciones burguesas, anhelan estabilizar a la nación para seguir capturando la riqueza nacional, y persiguiendo a los honestos, acusándolos, desprestigiándolos.

La situación del país es muy grave: los falsos gobernantes crearon una psicología social del fascismo que acepta cualquier bestialidad, cualquier crimen; una masa embrutecida, fanática, creyente de cualquier falsedad, capaz de cambiar su progenitura por un plato de lentejas. Los gobernantes crearon las condiciones para una dictadura fascista, crearon una bestia destinada a estabilizar al capitalismo por la vía del horror. La bestia devora a todos, a los honestos y también a las personificaciones de la barbarie, todos caen, todos serán enterrados en silencio…



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Toby Valderrama Antonio Aponte

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