Sobre el libro de Gabriel García Márquez "De viaje por los países socialistas"

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En un poco más de 200 páginas Gabriel García Márquez (Gabo) escribe sobre su viaje a los países socialistas realizado en 1957. Las revistas Cromos de Colombia y Momento de Venezuela publicaron las peripecias de su periplo en forma de crónicas por entrega que luego se convirtieron en un libro. Gabo atravesó la Cortina de Hierro y en cada país hizo anotaciones durante tres meses. Su pluma genial describe la vida material y espiritual de los habitantes de aquellos territorios que llevaban a la práctica las tesis de Marx.

Las apreciaciones y juicios de Gabo no han perdido vigencia; por el contrario, son una constante que puede extrapolarse a todas las revoluciones socialistas en cualquier tiempo y en cualquier parte del mundo.

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Gabo viaja con dos periodistas más: el italiano Franco y la francesa de origen indochino Jacqueline, quien al advertir las distorsiones de la economía por el control de cambio en Alemania Oriental, observar la vestimenta de sus habitantes y las exiguas ofertas de productos alimenticios, exclama: ¡Pobre gente!

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A Berlín Oriental la califica de disparate y profetiza con asombrosa exactitud: "…Dentro de cincuenta o cien años, cuando uno de los dos sistemas haya prevalecido sobre el otro, las dos Berlines serán una sola ciudad…"

Todos los servicios son lentos y hay colas hasta para comprar el pan; y luego remata: "Para nosotros es incomprensible que el pueblo de Alemania Oriental se hubiera tomado el poder, los medios de producción, el comercio, la banca, las comunicaciones, y sin embargo fuera un pueblo triste, el pueblo más triste que yo había visto jamás".

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Gabo trata de hablar con la gente del pueblo para tener una noción más exacta de la vida de los alemanes socialistas "porque a los países, como a las mujeres, hay que conocerlos acabados de levantar". En un bar el mesero le dice: "toque esta camisa", y Gabo constata que es de tela burda. Entonces el mesero le dice: "Pues bien, esta camisa me cuesta el sueldo de un mes".

Un veterano de la guerra le confiesa: En el campo de concentración comía mal pero era más feliz que aquí. Ese mismo veterano se queja: En la radio sólo hablan de su política asquerosa. Hacen elecciones y ganan con el 92 % de los votos. Hasta yo voto por ellos porque me da miedo.

Gabo nota que nadie trabaja con entusiasmo y como no hay el estímulo de la competencia en la industria fabrican "unos horribles vestidos de espantapájaros".

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En Checoslovaquia observa otra realidad: la gente es más alegre y el estado paga buenos sueldos a los profesionales para que no emigren. Pero las mujeres se quejan de que unas simples medias de nylon "cuestan un dineral", y aunque visten bien quisieran tener bluejeans.

"Es el único país socialista donde la gente no parece sufrir de tensión nerviosa y donde uno no tiene la impresión-falsa o cierta- de estar controlado por la policía secreta".

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El comercio es muy pobre en Polonia, excepto el de los libros "porque los polacos llenan con la lectura todos los vacíos de la vida". Las colas duran todo el día. La gente se amontona en las puertas de los almacenes antes de que sean abiertas. Sus ropas están remendadas y sus zapatos gastados pero "conservan una dignidad que infunde respeto". Los polacos odian a los rusos. Los consideran invasores. En una reunión Gabo dice con humor: "Inclusive intervine en la conversación con ese polaco limpio y fluido que cualquiera es capaz de hablar después del tercer vodka".

El gobierno clausuró todos los periódicos.

Unos de los intérpretes le dijo a Gabo: "Los comunistas occidentales nos han ocasionado un perjuicio enorme. Han pintado esto como un paraíso y la realidad es otra: aquí la vida es un drama de cada minuto".

Gabo trató de averiguar si hay mercado negro y le respondieron: un mercado negro internacional.

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En Hungría los recibieron varios intérpretes que sólo sabían húngaro porque en realidad eran policías. Franco para comprobar lo que suponían los abrazó a todos efusivamente y les palpó las pistolas. Los guías hacían todo lo posible para evitar que contactaran al pueblo. Gabo llegó al hotel, pidió la llave, subió por el ascensor y bajo rápidamente por la escalera para que no lo siguieran "los intérpretes"; y fue así como comprobó que "esta gente se está muriendo de miedo". El conductor de un tranvía cuando notó el porte de extranjero de Gabo, disimuladamente le entregó un papelito con una frase en inglés: "Dios salve a Hungría".

"La multitud mal vestida, triste y concentrada, hace colas interminables para comprar los artículos de primera necesidad".

En un bar Gabo trató de sacarle conversación a los presentes, pero nadie quería hablar, entonces razona: "Cuando la gente se calla-por miedo o por prejuicio-hay que entrar a los servicios sanitarios para saber lo que piensa". Allí, entre los dibujos clásicos pornográficos de todos los orinales del mundo, encontró un montón de letreros contra el gobierno y los rusos.

Gabo se sorprende porque "no había visto en ninguna parte una prostitución más triste, más dramática y menos productiva que la de Budapest". Las muchachas se prostituyen desde los quince años para ayudar con los gastos de la casa.

El gobierno que se declaraba obrerista "el 28 de octubre de 1956 tenía tantos obreros en la cárcel como en las fábricas". El sistema de espionaje y delación es monstruoso .Por las fronteras han salido 100.000 húngaros, huyendo de la crisis económica, provocada por las expropiaciones, razón por la cual la Iglesia pide la restitución de las tierras.

El gobierno decretó el alza general de los salarios a pesar de que las fuerzas de producción del país estaban paralizadas; y Gabo afirma "pero los salarios no corresponden a la realidad económica".

Gabo remata: "…La falla principal de un régimen que se dice popular es que no tiene nada de popular, el gobierno confía-y lo dice en proclamas , discursos y folletos-que los ciudadanos adictos al gobierno denuncien a la oposición…"

 

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Edgardo Malaspina

Médico. PhD en Medicina. Docente universitario y poeta.

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