Desconstruyendo discursos políticos

Jacques Derrida en una entrevista inédita del 30 de junio de 1992, dio una respuesta sobre ¿qué es la deconstrucción? y respondió que no significa “disolver o de destruir, sino en el de analizar las estructuras sedimentadas que forman el elemento discursivo, la discursividad filosófica en la que pensamos”. Por tanto, la deconstrucción no es una doctrina, ni una filosofía, ni un método, solo una “estrategia” para la descomposición de la metafísica occidental.

Para Michel Foucault el discurso sería “ya no simplemente por su aspecto lingüístico sino, en cierto modo (…) como juegos (…) estratégicos de acción y reacción, de pregunta y respuesta, de dominación y retracción, y también de lucha. El discurso es ese conjunto regular de hechos lingüísticos en determinado nivel, y polémicos y estratégicos en otro”

Y el análisis del discurso sería una herramienta política y no sólo epistemológica. Su eficacia reside en localizar los enclaves entre el saber y la dominación, mostrando sus herramientas y evidenciando que la discontinuidad histórica es constitutiva de nuestra experiencia política

Con ese marco referencial desde el punto de vista teórico, abordaremos algunos ejemplos de discursos políticos.

El discurso de la desfachatez

Este discurso político no es el de Janus, el personaje de la mitología romana, el dios de las puertas, de los comienzos y los finales, que tenía dos caras mirando hacia ambos lados de su perfil.

Tampoco tiene que ver con las transformaciones del espíritu, de cómo este se convierte en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño, descrito por Nietzsche en Así habló Zaratustra.

Estamos hablando del actual Secretario de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, quien afirmó el 14 de septiembre de 2018 en una rueda de prensa que dio durante su visita en el lado colombiano del puente binacional Simón Bolívar: “en cuanto a intervención militar para derrocar al régimen de Nicolás Maduro creo que no debemos descartar ninguna opción”.

Almagro agregó “que las acciones diplomáticas están en primer lugar” pero no se pueden descartar otras, dada la gravedad de la situación y respondiendo a una pregunta de periodistas, señaló: “definitivamente el régimen de Nicolás

Maduro lo que está perpetrando en materia de crímenes de lesa humanidad contra su población, en violaciones de derechos humanos, en sufrimiento de la gente, en el éxodo inducido que está impulsando”, hace que no se pueda descartar la opción de la intervención militar.

Luego, dos días después, en un video, publicado en Twitter, negaría lo dicho en estos términos: “Dije muy claramente que siempre debemos agotar el camino de las acciones diplomáticas y que debemos dejar todas las opciones abiertas. Que no debe descartarse ninguna opción"(subrayado mío).

"A partir de ahí -añadió- algunas interpretaciones maniqueístas buscaron cambiar el eje de la discusión. El desarrollo fue que hablábamos de un ataque militar de violencia, que éramos favorables a la agresión armada. No es cierto".

Es decir, que dijo y se desdijo, con lo cual dijo.

El discurso de los “poderes facticos.

Hemos insistido que en Estados Unidos el presidente de ese país se encuentra subordinado a los “poderes facticos” que son los que realmente dirigen esa nación.

Una evidencia de ello lo constituye lo que dijo el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en reunión el lunes 17/07/2018 con el presidente ruso, Vladimir Putin, en Finlandia: "Mi gente vino hacia mí. Dan Coats vino a mí y también otras personas y me dijeron que creen que fue Rusia. El presidente Putin me dijo que no fue Rusia y yo sólo diré que no veo razón alguna para que así fuera. Confío en ambas partes".

"Así que yo tengo gran confianza en mi gente de inteligencia, pero les diré que el presidente Putin fue extremadamente firme y enfático en su negación de hoy (el lunes)".

Sin embargo, un día después, el martes 18, en una reunión con miembros del Congreso de su país, el mandatario Trump alegó que fue malinterpretado y precisó que tras revisar la transcripción e incluso el video de sus declaraciones, se dio cuenta de que necesitaba aclarar la respuesta.

Además, reviró y manifestó enfáticamente que coincide con la versión de las agencias de inteligencia de EU.

"Lo he dicho muchas veces: acepto la conclusión hecha por nuestros grupos de inteligencia de que la intervención rusa en las elecciones de 2016 existió. También pudo haber sido otra gente, un montón de gente allá afuera".

¿Cómo quedamos? ¿Intervino o no Rusia en las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos?

El discurso aristotélico

Los gobernantes de Estados Unidos, considerado por “obra y gracia de la providencia “como “garantes de la seguridad mundial”, incluyeron, entre 1998 y 2008, a Corea del Norte en la lista la de países "patrocinadores del terrorismo" (la llaman "lista negra), una decisión que implica sanciones a la venta de armas y un veto a la ayuda económica. El presidente George W. Bush (2001- 2009) sacó al país debido a las conversaciones que estaban en marcha para lograr la desnuclearización de Corea del Norte.

Donald Trump decidió volver a incluir a Pyongyang en noviembre de 2017, en un momento de gran tensión entre los dos países, que ahora están sumergidos en un proceso de diálogo, junto a Corea del Sur.

El deshielo entre Washington y Pyongyang se materializó en la cumbre de junio de 2018 en Singapur, en la que Trump y el líder norcoreano, Kim Jong Un, acordaron trabajar para desnuclearizar la península de Corea.

Sin embargo, el Departamento de Estado de Estados Unidos decidió el 19/09/2018 incluir de nuevo a Corea del Norte en la susodicha lista. Ese documento incluye una lista de "patrocinadores del terrorismo", de la que Cuba fue sacada en 2015 y en la que también figuran Siria, Sudán e Irán, países "que han convertido su apoyo a grupos terroristas en una política de Estado", según el coordinador de la estrategia antiterrorista del Departamento de Estado, Nathan A. Sales. Irán lleva más de tres décadas, desde 1984, en esa lista.

Ahora bien, si aplicamos el silogismo aristotélico de dos proposiciones como premisas y otra como conclusión, podríamos razonar de la siguiente forma: si Corea del Norte es una Estado terrorista (premisa uno), luego, el presidente Donald Trump se reúne con Kim Jim Un (premisa dos), entonces Estados Unidos también es un Estado terrorista (conclusión)

El discurso de la intolerancia

El 12 de diciembre de 1997, la Organización de Naciones Unidas (ONU), por recomendación del Consejo Económico y Social del organismo multilateral, proclamó el 26 de junio de 1987 como el Día Internacional de las Naciones Unidas en Apoyo de las Víctimas de la Tortura.

La práctica de la tortura es considerada un crimen en el derecho internacional.

Se dice y repite hasta el cansancio, y así queda registrado en el imaginario colectivo del mundo, que Estados Unidos es el país modelo de la libertad y defensor de los derechos humanos.

Sin embargo, ese país ha sido criticado y denunciado mundialmente en reiteradas ocasiones por sus prisiones y centros clandestinos, entre ellos la cárcel de Guantánamo y Abu Ghraib, donde se evidenciaron todo tipo de torturas, violaciones de los derechos humanos y abusos sistemáticos y reiterados a quienes se encuentran detenidos en el lugar.

Detenciones secretas, arbitrarias y prolongadas, desapariciones forzadas, malos tratos y la vulneración del derecho al debido proceso a los sospechosos, han sido frecuentes en el marco de la “guerra contra el terror” que ha ejercido EE.UU. después de los ataques del 11 de septiembre de 2001.

El mismísimo Senado de EE.UU. presentó en 2015 un informe de más de 6 mil páginas que evidenciaron al menos 39 casos de torturas por parte de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para obtener información sobre actos terroristas.

El informe reveló que a algunos detenidos fueron sometidos a la simulación de ahogamiento o waterboarding, a los golpes contra paredes, a las humillaciones, a la exposición al frío, la privación del sueño y de pie, con el objetivo de causarles alucinaciones y a la alimentación rectal. También, la presión psicológica como amenazas de arremeter sexualmente contra familiares de los detenidos. 

Ahora, en la era de Donald Trump, se habla de la política de “tolerancia cero”, que permite que los hijos de inmigrantes ilegales los manden a prisión a la espera de juicio y por tanto, sus hijos pasan a ser “menores no acompañados” que han de ir a un centro de internamiento. Una estrategia legalmente factible para lograr el objetivo último: que la amenaza de quitarles a sus hijos les quite las ganas de emigrar a EEUU.

Cuando esos padres desesperados llegan ante el juez de inmigración, alguien les explica que si piden asilo en EEUU comienzan un proceso judicial durante el cual estarán separados de sus hijos. Así, esos padres aceptan declararse culpables, se acaba el proceso, de esa manera son deportados y así pueden entonces reclamar a sus hijos más rápido.

El presidente de Estados Unidos es enfático y sin tapujo alguno, afirma: "Estados Unidos no será un campo de inmigrantes y no será un campo de acogida de refugiados. Lo que está ocurriendo en Europa y otros lugares, no lo permitiré, no bajo mi vigilancia". También en Twitter publicó: "Un gran error por parte de toda Europa es aceptar a millones de personas que radical y violentamente han cambiado su cultura".

Para ahondar más en lo que significa este tipo de discurso vale la pena consultar el texto En defensa de la intolerancia del escritor eslavo Slavoj Zizek.

El discurso del narcisismo

Elisabeth Kubler-Ross en el libro Sobre la muerte y los moribundos habla de las cinco fases por las cuales pasa cualquier paciente que tiene una enfermedad terminal. La negación, la ira, la depresión, la negociación y la aceptación.

En esas fases se encuentran los europeos respecto a los inmigrantes que llegan de Norte de África y de Asia que busca refugio en ese Continente huyendo de las calamidades sociales y de los destrozos de las guerras producidas por los invasores que tienen nombre, apellido y aposento.

El 15/07 de este año, como se sabe, Francia se consagró campeón del Mundial de Rusia 2018. El conjunto galo sumó la segunda estrella de su historia, justo 20 años después de la obtenida en 1998.

En 1998, destacaron en ese triunfo, Bernard Lama, de origen guyanés; Vincent Candela, de origen español; Bixente Lizarazu, de origen vasco; Patrick Vieira, nacido en Senegal; Youri Djorkaeff, de origen armenio; Marcel Desailly, nacido en Ghana; Zinedine Zidane, de origen argelino; Robert Pirès, de origen portugués y español; Thierry Henry, de origen antillano; Bernard Diomède, de origen guadalupano; Alain Boghossian, de origen armenio; Lilian Thuram, nacido en Guadalupe; Christian Karambeu, nacido en Nueva Caledonia y David Trezeguet, de origen argentino. Sólo ocho de 22, eran de origen francés: Laurent Blanc, Didier Deschamps, Stéphane Guivarc’hFabien BarthezEmmanuel Petit, Frank Leboeuf, Christophe Dugarry y Lionel Charbonnier. 

Se habló entonces del triunfo de la multiculturalidad. Se dijo que ello era el fiel reflejo de la sociedad francesa moderna, al borde del siglo XXI: un país lleno de ciudadanos de diversas procedencias, el fruto del colonialismo de la anterior centuria, el reflejo en el terreno de juego de la amalgama existente en las calles de los pueblos y ciudades franceses.

Esa victoria fue celebrada por todos los franceses, fuera cual fuera su origen o raza, aunque el ultraderechista Jean Marie Le Pen, afirmó no sentirse representado por esa selección.

El presidente de la República, de entonces, Jacques Chirac, dijo que era el triunfo de una Francia “tricolor y multicolor”.

Ahora, en 2018, en el triunfo de la selección francesa de futbol, destacaron Kylian Mbappé, (de ascendencia camerunesa y argelina), Paul Pogba (de ascendencia guineana), Dusmane Dembelé (de padre maliense y madre mauritana), N'Golo Kanté (con familia maliense), Blaise Matuidi (de familia angolesa) y Samuel Umtiti (nacido en Camerún).

Ante ese triunfo, el presidente francés de ahora, Emmanuel Macron, salió también a festejar, se puso la camiseta del seleccionado nacional y vendió al mundo una imagen de “unidad nacional”.

Pero ese mismo gobierno todas las noches ordena que en los barrios de la periferia parisina los hijos de los inmigrantes continúen siendo perseguidos por la policía o directamente expulsados de ese país. Es decir, celebran sus goles, pero lo odian.

Esa sociedad que antes habló de la multiculturalidad, rechaza la negatividad de lo distinto, se enamora de sí misma y construye un “monstruo político” con claros rasgos autodestructivos.

El discurso de la mentira

El escritor surcoreano Byung-Chul Han, desarrolla en su texto La sociedad del cansancio, un análisis acerca de las consecuencias que tienen en nuestra vida (cuerpo y mente) las normas culturales propias del mercado neoliberal. Plantea que cada época tiene su propia enfermedad, porque mientras la del siglo XIX fue de tipo viral, infecciosa, referida a una amenaza desde el exterior, las de este siglo XXI, sería “neuronal”, esto es, interior a la vida misma.

En esta época neuronal, es recomendable citar a Nicolás Maquiavelo, quien diría, en el capítulo XVIII de su libro El Príncipe, lo siguiente:

“El Papa Alejandro VI no hizo nunca otra cosa más que engañar a los otros; pensaba incesantemente en los medios de inducirlos a error; y halló siempre la ocasión de poderlo hacer. No hubo nunca ninguno que conociera mejor el arte de las protestaciones persuasivas, que afirmara una cosa con juramentos más respetables y que al mismo tiempo observara menos lo que había prometido. Sin embargo, por más conocido que él estaba por un trapacero, sus engaños le salían bien, siempre a medida de sus deseos, porque sabía dirigir perfectamente a sus gentes con esta estratagema”.

Lo anterior viene a cuento porque al presidente Nicolás Maduro, que es recibido en la 73 sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, con los honores y protocolo que corresponde a un jefe de Estado, lo han satanizado con versiones distorsionadas, más allá del prisma de la moralidad, y ello ha terminado influenciando en las convicciones y creencias de mucha gente, incluso de quienes se hacen llamar “intelectuales puro”.

De tanto repetir ese discurso y aunque eso tenga muchos bemoles, termina, no obstante, asumiéndose como realidad, sobre todo en el campo internacional. Lo dicen los presidentes del Grupo de Lima y también el Jefe del Comando Sur al afirmar que debe intensificarse “el derrocamiento definitivo del chavismo y la expulsión de su representante, socavar el apoyo popular” al gobierno y “alentar la insatisfacción popular, aumentando el proceso de desestabilización y el desabastecimiento para “asegurar el deterioro irreversible de su actual dictador”.

El discurso de la mentira construyendo realidad.

 


 



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Franklin González

Doctor en Ciencias Sociales, UCV. Sociólogo, Profesor Titular, Ex Director de la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV. Profesor de Postgrado en la UCV, la Universidad Militar Bolivariana de Venezuela y en el Instituto de Altos Estudios ?Pedro Gual? del Ministerio del Poder Popular para las Relaciones Exteriores. Fue embajador en Polonia, Uruguay y Grecia.

 framongonzalez@gmail.com

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