El sueño húmedo de la pequeñaburguesía

El Progretariado

El ingente avance del proletariado revolucionario a principios del S. XX con la victoria de éste en Rusia y la construcción, casi inmediata, del primer estado plurinacional de Obreros y Campesinos de la Historia (la URSS), no solo afirmaba las razones históricas, éticas y de clases de las luchas anteriores que, desde la insurrección de Espartaco (por nombrar alguna) hasta los intentos revolucionarios de mediados del s. XIX, pasando por la Comuna de París y las luchas de los trabajadores de América Latina, África y Asia, motivaban a las masas trabajadoras y que, bajo la orientación científica del marxismo-leninismo y a dirección comunista comenzaban a dar pasos tangibles en la emancipación realmente humana. Estos avances revolucionarios se daban en el marco de una lucha de clases expresada a niveles nacionales pero en un ámbito de acción mundial y dos actores fundamentales internacionalizados: la burguesía y el proletariado. Lucha de clases que no solo se expresaban las tomas violentas de las fábricas o las haciendas, en las trincheras de las luchas reivindicativas de los suburbios proletarios o en las insurrecciones de liberación nacional; la lucha de clases también se promovía en el área del conocimiento y sus desarrollos prácticos: no sólo en el lanzamiento del primer ser vivo al espacio, la invención de la maquinaria a vapor o el desarrollo de la energía nuclear, sino también en la lucha ideológica y cultural.

Finalizada la II Guerra Mundial, los avances (sociales, económicos, políticos, culturales e ideológicos) que el Socialismo Científico le imprimió al desarrollo humano no pueden pasar desapercibidos aunque exista una feroz lucha por ocultarlos por parte de una burguesía quien asume una contraofensiva multifacética: por una parte invierte en el desarrollo del Estado de Bienestar bajo la falsa premisa (aun de moda en sectores progresistas) de la "democratización del capital, mientras desata toda su violencia de clase contra los movimientos obreros y campesinos de inspiración o con influencia comunista. En paralelo, la burguesía invertirá en el desarrollo de una intelectualidad que promueva un "neo marxismo", un "marxismo crítico", un "marxismo nacional" cuyo único objetivo es el intento de desclasar al marxismo y transformarlo, cuando más, en una teoría contemplativa del pasado. El trotskismo y el revisionismo serán las piedras fundamentales en el quehacer propuesto desde la internacional del capital: acabar con la "dictadura del proletariado" satanizar la figura de Stalin, y con ello aplastar el leninismo y construir una "democratización del marxismo" con rostro humano, eso sí. Llega la burguesía incluso a asumir la planificación, la desclasa para transformarla en un instrumento para el desarrollo de la explotación burguesa y acelera el desarrollo de las artes de la guerra psicológica heredadas del nazismo (altera elecciones a partir de 1947 en Italia a un costo de $30 millones de manera científica y con una recuperación onerosa dl capital invertido empleando psicólogos sociales, sociólogos, terapeutas, "ideólogos de izquierda", al Papa y a sus perritos falderos.

Sin embargo el avance comunista continuaba (Corea, Vietnam, la descolonización africana)…, las masas proletarias revolucionarias o seguían entrando en la escena o tocaban a las puertas del teatro de la democracia burguesa. A mediados de los 40´s la Fundación Rockefeller y el Comité Judío resuelven potenciar a intelectuales como Max Horkheimer, Paul Lazarsfeld, Theodoro Adorno, William Morrow y Jürgen Habermas y nace l famosa Escuela de Frankfurt, creada desde 1923 como "centro interdisciplinario de reflexión filosófica con incidencia práctica científica" o, en términos reales, centro de construcción de antileninismo y base de operaciones contra el marxismo y e Socialismo Científico. Con la Escuela de Frankfurt se dan los cimientos de la contracultura, la creación del LSD la masificación de las drogas psicodélicas bajo estudios científicos como e gran experimento desarrollado en Woodstock,; todo esto bajo el conjuro de los mass media como nueva definición de los medios de comunicación y su papel crucial en la promoción de las "culturas juveniles", las "tribus urbanas" o la "identidad intergeneracional" donde comienzan a surgir nuevos actores que desplazan al proletariado como sujeto revolucionario: los afrodescendientes, los emigrantes, los jóvenes, los musulmanes, las mujeres, los adolescentes.

El proletariado bolchevique daba paso al hippie comunero. El poderoso movimiento obrero, dueño y actor del programa científico de emancipación, más que dividido queda atomizado en tantos protagonistas como el capital requiera para difuminar las luchas. Ya no es la clase: ahora es el hijo del, la esposa del…. La clase da paso al movimiento; las revoluciones dan paso a las luchas antisistema; la Escuela de Frankfurt había ganado la batalla.

Mientras el capital avanza en su concentración y centralización resistiendo la tendencia de la caída de la ganancia, el movimiento obrero y el campesinado dan paso a las luchas de corto aliento, sin perspectiva histórica y generalmente fundadas en criterios reivindicativos, morales u culturales que no atacan esencialmente al sistema capitalista. Como decía Engels, sectas de "charlatanes sociales de toda laya que aspiraban remediar las injusticias de la sociedad con pócimas mágicas y con toda serie de remiendos, sin tocar en lo más mínimo, claro está, ni al capital ni la ganancia"

Nace así el progretariado como cuña en los destacamentos revolucionarios de los trabajadores. Nace en aquellos progresistas más identificados con los problemas de identidad socio-cultural o los reivindicativos de orden étnico, religioso o de género que a atender el problema fundamental de la explotación del hombre por el hombre en las sociedades de clases.

Y es natural que nazca, no solo por la incidencia de la burguesía en su nacimiento como ya hemos anunciado en líneas anteriores, sino por la misma dinámica del sistema capitalista que da condiciones objetivas a su existencia. Recordando a Poulantzas y su "mito de la pasarela", el pequeñoburgués vive en un limbo existencial entre el temor a la proletarización y su natural atracción al modo de vida burgués. Ese limbo lo desclasa y lo hace olvidar de su condición de trabajador y o conduce a esa natural búsqueda de identidad que la consigue (por lo más fácil) entre sus piernas, en el color de la piel, la explosión de hormonas típica de la pubertad o sus temores a la vida después de la muerte (y tantas otras, pues la burguesía en ésto es ampliamente democrática y permite cualquier irrupción de movimientos de este tipo, siempre que mantenga el decoro y los principios democráticos de la lucha no violenta, humanista y c i v i l i a z a d a).

La ausencia de referentes teóricos (al no decantarse ni por la ideología burguesa ni por la proletaria), los conduce a crearse sus propios referentes identitarios, colocándolos por encima de su condición de explotados (proletarización) y lo iguala ante el burgués (quien también puede poseer su mismo color de piel, su mismo género, su misma edad o su misma referencia metafísica).

El problema se complica aun más cuando un partido revolucionario cae pera de esta situación y coloca al mismo nivel la lucha de clases con la lucha de masas; en el momento en que prioriza los problemas atomizados y atomizantes de la pequeñaburguesía olvidando el problema estructural, histórico y ético de la lucha de clases. En ese momento solo se puede decir ¡ha vencido el progretariado!.

 

armichelenin@gmail.com



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