¿Teoría de Vanguardia? Segundos comentarios a ¿Cuál Socialismo? (I) de Alí Anzola E.

"La propaganda es el brazo ejecutor del gobierno invisible"

Edward Bernays

Quisimos comenzar este segundo texto que comenta las reflexiones de Alí Anzola E.[i], con dos referencias de Engels y Mariátegui (https://www.aporrea.org/ideologia/a252647.html).

La primera, la cita de Engels como prefacio a la guerra campesina en Alemania (Prefacio a: Der deutsche Bauernkrieg[ii])

"Sobre todo los jefes deberán instruirse cada vez más en todas las cuestiones teóricas, desembarazarse cada vez más de la influencia de la fraseología tradicional, propia de la vieja concepción del mundo, y tener siempre presente que el socialismo, desde que se ha hecho ciencia, exige que se le trate como tal, es decir, que se le estudie. La conciencia así lograda y cada vez más lúcida, debe ser difundida entre las masas obreras con celo cada vez mayor, y se debe cimentar cada vez más fuertemente la organización del partido, así como la de los sindicatos. Aunque los votos reunidos en enero por los socialistas representen ya un ejército bastante considerable, aún se hallan lejos de constituir la mayoría de la clase obrera alemana; y por muy alentadores que sean los éxitos logrados por la propaganda entre la población rural, aquí precisamente es donde aún queda infinitamente mucho por hacer. No hay, pues, que cejar en la lucha; es preciso ir arrebatando al enemigo ciudad tras ciudad y distrito electoral tras distrito electoral. Pero, es preciso ante todo mantener el verdadero espíritu internacional, que no admite ningún chovinismo patriótico y que acoge con alegría todo progreso del movimiento proletario, cualquiera que sea la nación donde se produzca. Si los obreros alemanes siguen avanzando de este modo, no es que marcharán al frente del movimiento --y no le conviene al movimiento que los obreros de una nación cualquiera marchen al frente del mismo--, sino que ocuparán un puesto de honor en la línea de combate; y estarán bien pertrechados para ello sí, de pronto, duras pruebas o grandes acontecimientos reclaman de ellos mayor valor, mayor decisión y energía."

Llama la atención de esta referencia, la importancia que le atribuye Engels al estudio del socialismo y su difusión en la población trabajadora de la ciudad y del campo, su importancia para la organización política y para las organizaciones en las cuales se desarrolla la lucha económica-práctica, la lucha política, así como la lucha teórica.

Engels planteaba que la lucha de un movimiento socialista se desarrolla en forma metódica, no improvisada y sin capacidades teóricas, en tres direcciones concertadas y relacionadas entre sí: lucha teórica, lucha política y lucha económico-práctica. También decía que se trataba de un ataque concéntrico, para darle fuerza y la invencibilidad al movimiento socialista.

Es decir que la lucha en las prácticas, espacios y aparatos tanto económicos, políticos y teóricos, sintetizan una visión de totalidad histórica articulada a diferentes ámbitos sociales.

Un interesante debate teórico con consecuencias políticas ha sido el de si la "conciencia socialista" es expresión y desarrollo de la experiencia de la lucha de clases, sectores y grupos, o si es inyectada desde afuera por los intelectuales burgueses.

Cuando Alí Anzola se refiere a una "crisis de pensamiento" en las izquierdas uno puede remitir tal crisis a una "crisis de la conciencia y la teoría socialista".

Decía Lenin en el ¿Qué hacer?[iii], citando lo que denomina "palabras justas e importantes" de Kaustky:

"La conciencia socialista moderna sólo puede surgir de profundos conocimientos científicos. En efecto, la ciencia económica contemporánea es premisa de la producción socialista en el mismo grado que, pongamos por caso, la técnica moderna; y el proletariado, por mucho que lo desee, no puede crear ni la una ni la otra; de la ciencia no es el proletariado, sino la intelectualidad burguesa (subrayado por CK): es del cerebro de algunos miembros de este sector de donde ha surgido el socialismo moderno, y han sido ellos quienes lo han transmitido a los proletarios destacados por su desarrollo intelectual, los cuales lo introducen luego en la lucha de clase del proletariado, allí donde las condiciones lo permiten. De modo que la conciencia socialista es algo introducido desde fuera (von auβen Hineingetragenes) en la lucha de clase del proletariado, y no algo que ha surgido espontáneamente (urwüchsig) dentro de ella. De acuerdo con esto, ya el viejo programa de Heinfeld decía, con toda razón, que es tarea de la socialdemocracia introducir en el proletariado la conciencia (literalmente: llenar al proletariado de ella) de su situación y de su misión."

En este texto, Kaustky paso a sustentar la tesis de que entre el mundo de vida de la lucha de clases inmediata de los trabajadores y de los sectores populares (lucha económico-práctica según Engels) y la formación de la conciencia socialista como ciencia (lucha teórica según Engels), existe un hiato que solo puede ser llenado desde afuera por sectores de la intelectualidad burguesa.

Caricaturizando, se trataría de algo así como que el alumno proletario sólo puede ser educado por el maestro burgués para que el primero alcance la "conciencia y la ciencia socialista".

De tal suplantación se fertilizó la tesis del "sustitucionismo político", con devastadoras consecuencias posteriores. La previsión de las mismas había sido alertada por el joven Trotsky, quién sufrió una suerte de periplo trágico entre sus intuiciones iniciales y su constatación final de lo que sería una revolución traicionada.

En "Nuestras Tareas Políticas" (1904) Trotski escribe la célebre frase ‘profética’ sobre el "sustitucionismo":

"En la política interna del partido, estos métodos llevan, como lo veremos más adelante, a la organización del partido a "substituir" al partido, al comité central a substituir a la organización del partido y, finalmente, al dictador a substituir al comité central; por otra parte, ello lleva a los comités a suministrar la "orientación" (y a cambiarla mientras que "el pueblo se mantiene en silencio"); en política "exterior" estos métodos se manifiestan en las tentativas para hacer presión sobre las otras organizaciones sociales utilizando la fuerza abstracta de los intereses de clase del proletariado y no la fuerza real del proletariado consciente de sus intereses de clase. Estos "métodos", como lo hemos visto, presuponen la identidad a priori del programa adoptado por nosotros y del contenido de nuestro trabajo de partido. Resumiendo: estos "métodos" llevan a la desaparición completa de las cuestiones de táctica política en la socialdemocracia.".

Según uno de los biógrafos de Trotsky, Isaac Deutscher en su libro "El profeta armado", Trotski parece intuir la futura degeneración del partido bolchevique.

Trotski muestra también esa percepción cuando subraya el peligro del sustitucionismo respecto al conjunto de la clase obrera en la futura revolución (peligro al que él también sucumbió, e incluso mucho más que Lenin en ciertos momentos):

"Las tareas del nuevo régimen serán tan sumamente complejas que no podrán ser resueltas más que por una confrontación entre diferentes modelos de construcción económica y política, a través de largas ‘disputas’, mediante una lucha sistemática no sólo entre diferentes corrientes en el seno del socialismo, corrientes éstas que emergerán inevitablemente cuando la dictadura del proletariado planteará decenas de nuevos problemas. Ninguna organización ‘dominante’ fuerte será capaz de suprimir tales corrientes y tales controversias (...). Un proletariado capaz de ejercer su dictadura sobre la sociedad no tolerará ninguna dictadura sobre sí mismo".

También Trotsky había cuestionado a Lenin la "idea absurda" de Kautsky de que la conciencia socialista tendría su origen en la intelectualidad burguesa.

Los riesgos del "sustitucionismo" corresponden precisamente a que en el afán de controlar la centralización del mando y la decisión (el "afán de poder" maquiavélico) se pueda conducir directamente a la dictadura de una "camarilla" o un "jefe único" sobre el partido y, quizás, sobre el conjunto de la clase.

En el fondo de esta polémica está el problema del poder tanto en una política de signo elitista como en una política democrática-radical.

Para el elitismo el "sustitucionismo" es algo necesario e inevitable, incluso bajo la aparentemente inocua teoría de la representación democrática. Mientras, para una política democrático-radical, acusada por los elitistas de "anarquista, ultra-democrática o autonomista", el problema del poder reside en hasta qué punto es posible desplazar el eje del mandato desde arriba, o de la representación política hacia la participación y el protagonismo directo de nuevos sujetos-actores de la política.

¿Cuál socialismo? El socialismo desde arriba, desde la tesis del "ordeno y mando", el de "forzar e imponer"; o el socialismo "desde abajo" desde el reconocimiento de corrientes y tendencias, de movimientos y organizaciones de base, que reclaman participación y protagonismo en el proceso de toma de decisiones de la política.

Decía Lenin, siguiendo a Kaustsky:

"Hemos dicho que los obreros no podían tener conciencia socialdemócrata. Esta sólo podía ser traída desde fuera. La historia de todos los países demuestra que la clase obrera está en condiciones de elaborar exclusivamente con sus propias fuerzas sólo una conciencia tradeunionista, es decir, la convicción de que es necesario agruparse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar al gobierno la promulgación de tales o cuales leyes necesarias para los obreros, etc. En cambio, la doctrina del socialismo ha surgido de teorías filosóficas, históricas y económicas elaboradas por intelectuales, por hombres instruidos de las clases poseedoras. Por su posición social, los propios fundadores del socialismo científico moderno, Marx y Engels, pertenecían a la intelectualidad burguesa."

A estas alturas de los debates en el campo socialista, uno ya no puede leer el ¿Qué hacer? sin leer simultáneamente en contrapunto el texto de Rosa Luxemburgo[iv]: "Problemas organizativos de la socialdemocracia" cuando señaló:

"Si aceptamos el punto de vista que Lenin considera propio y tememos la influencia de los intelectuales en el movimiento, no podemos concebir mayor peligro para el partido ruso que el plan organizativo de Lenin. Nada contribuirá tanto al sometimiento de un joven movimiento obrero a una élite intelectual ávida de poder que este chaleco de fuerza burocrático, que inmovilizará al partido y lo convertirá en un autómata manipulado por un Comité Central. En cambio, no puede haber garantía más efectiva contra la intriga oportunista y la ambición personal que la acción revolucionaria independiente del proletariado, cuyo resultado es que los obreros adquieren el sentido de la responsabilidad política y la confianza en sí mismos. 
Lo que hoy es un fantasma que ronda la imaginación de Lenin puede convertirse en realidad mañana."

De modo que el "sustitucionismo" del movimiento por los intelectuales provenientes de los círculos de la burguesía puede producir otro fenómeno: El control político del movimiento del pueblo trabajador por una dirección burguesa disfrazada del jacobinismo del Comité Central:

"Hablemos claramente. Históricamente, los errores cometidos por un movimiento verdaderamente revolucionario son infinitamente más fructíferos que la infalibilidad del Comité Central más astuto."

Lenin bebió mucho más de las fuentes del imaginario jacobino-blanquista, que de la auto-valorización del movimiento proletario como un movimiento con protagonismo de masas. Fue esto último lo que advirtió Rosa Luxemburgo:

"En la movilización revolucionaria de masas, la lucha política y la económica se funden en una, y la frontera artificial entre sindicalismo y socialdemocracia como dos formas de organización del movimiento obrero totalmente independientes entre sí es barrida por la marea. Pero lo que encuentra su expresión concreta en la época de las movilizaciones revolucionarias de masas es también una realidad en la etapa parlamentaria. No existen dos luchas distintas de la clase obrera, económica una y política la otra, sino una única lucha de clases, que apunta a la vez a la disminución de la explotación capitalista dentro de la sociedad burguesa y a la abolición de la explotación junto con la sociedad burguesa.

Cuando estos dos aspectos de la lucha de clases se separan por razones técnicas en la etapa parlamentaria, no forman dos acciones que transcurren paralelas, sino simplemente dos fases, dos estadios de la lucha por la emancipación de la clase obrera. La lucha sindical abarca los intereses inmediatos, la lucha socialdemócrata los intereses futuros del movimiento obrero. Los comunistas, dice el Manifiesto Comunista, representan, contra los distintos intereses sectoriales, nacionales o locales del proletariado, el interés común del proletariado en su conjunto. En las distintas etapas de la lucha de clases representan los intereses de conjunto del movimiento, es decir, el objetivo final: la liberación del proletariado."
[v]

En realidad el debate no fue sólo entre Rosa Luxemburgo y Lenin, sino entre Rosa Luxemburgo y Kaustky. Los problemas sobre la conciencia socialista, la organización y la táctica política provenían de los debates en el seno de la propia socialdemocracia alemana. Y además provenían de las propias discusiones de Marx y Engels frente al blanquismo:

"La socialdemocracia es el primer movimiento en la historia de las sociedades de clase que se apoya, en todo momento y para toda su actividad, en la organización y movilización, directas e independientes de las masas.

En virtud de ello la socialdemocracia crea un tipo de organización completamente distinta de las que eran comunes a los movimientos revolucionarios anteriores, tales como la de los jacobinos o los partidarios de Blanqui.

Lenin parece menospreciar este hecho cuando afirma en su libro (p. 140) que el socialdemócrata revolucionario no es sino "un jacobino indisolublemente ligado a la organización del proletariado, que ha adquirido conciencia de sus intereses de clase".

Continúa Rosa Luxemburgo:

"Para Lenin, la diferencia entre la socialdemocracia y el blanquismo se reduce al comentario de que en lugar de un puñado de conspiradores tenemos un proletariado con conciencia de clase. Olvida que esa concepción entraña una revisión total de nuestras ideas sobre organización y, por tanto, una concepción completamente distinta del centralismo y de las relaciones que imperan entre el partido y la lucha misma.

El blanquismo no contaba con la acción directa de la clase obrera. Por lo tanto, no necesitaba organizar al pueblo para la revolución. Se esperaba que el pueblo cumpliera su papel únicamente en el momento mismo de la revolución. La preparación de la revolución concernía únicamente al grupito de revolucionarios que se armaban para dar el golpe. Más aun, para garantizar el éxito de la conspiración revolucionaria se consideraba que lo más inteligente era mantener a la masa un tanto apartada de los conspiradores.

Los blanquistas podían tener esa concepción porque no había contacto estrecho entre la actividad conspirativa de su organización y las luchas cotidianas de las masas populares. Las tácticas y las tareas concretas de los blanquistas tenían poco que ver con la lucha de clases más elemental. Las improvisaban libremente. Por eso las resolvían a priori y les daban la forma de un plan ya elaborado. La consecuencia fue que los militantes de la organización se convertían en simples brazos ejecutores, que cumplían las órdenes previamente fijadas fuera del ámbito de su actividad. Se convertían en instrumentos del Comité Central. He aquí la segunda particularidad del centralismo conspirativo: el sometimiento ciego y absoluto de la base del partido a la voluntad del centro, y la extensión de dicha autoridad a todos los sectores de la organización.

Pero la actividad socialdemócrata se realiza en condiciones totalmente distintas. Surge históricamente de la lucha de clases elemental. Se difunde y desarrolla bajo la siguiente contradicción dialéctica: el ejército proletario es reclutado y adquiere conciencia de sus objetivos en el curso de la lucha. La actividad de la organización partidaria y la conciencia creciente de los obreros sobre los objetivos de la lucha y sobre la lucha misma no son elementos diferentes, separados mecánica y cronológicamente. Son distintos aspectos del mismo proceso. Salvo los principios generales de la lucha, para la socialdemocracia no existe un conjunto detallado de tácticas que un Comité Central enseña al partido de la misma manera que las tropas reciben su instrucción en el campo de entrenamiento.

Además, la influencia de la socialdemocracia fluctúa constantemente con los flujos y reflujos de la lucha en cuyo transcurso se crea y desarrolla el partido.

Por ello el centralismo socialdemócrata no puede basarse en la subordinación mecánica y la obediencia ciega de los militantes a la dirección. Por ello el movimiento socialdemócrata no puede permitir que se levante un muro hermético entre el núcleo consciente del proletariado que ya está en el partido y su entorno popular, los sectores sin partido del proletariado. Ahora bien, el centralismo de Lenin descansa precisamente en estos dos principios:

1) Subordinación ciega, hasta el último detalle, de todas las organizaciones al centro, que es el único que decide, piensa y guía.

2) Rigurosa separación del núcleo de revolucionarios organizados de su entorno social revolucionario.

Semejante centralismo es una trasposición mecánica de los principios organizativos del blanquismo al movimiento de masas de la clase obrera socialista.

Es desde este punto de vista que Lenin define al "socialdemócrata revolucionario" como "un jacobino unido a la organización del proletariado que ha adquirido conciencia de sus intereses de clase".

Pero es un hecho que la socialdemocracia no está unida al proletariado. Es el proletariado. Y por ello el centralismo socialdemócrata es distinto del centralismo blanquista. Puede ser sólo la voluntad concentrada de los individuos y grupos representantes de los sectores más conscientes, activos y avanzados de la clase obrera. Es, por así decirlo, el "auto-centralismo" de los sectores más avanzados del proletariado. Es el predominio de la mayoría dentro de su propio partido."
[vi]

¿Cuál socialismo? ¿El del pueblo trabajador, los sectores populares, los pueblos indígenas? ¿O el de una dirección pequeño burguesa, con intereses favorables al capital y aspiraciones correspondientes a las personificaciones políticas e ideológicas de fracciones del bloque social dominante?

También tomamos como segunda referencia a Mariátegui cuando señaló:

"A Norteamérica capitalista, plutocrática, imperialista, sólo es posible oponer eficazmente una América latina o íbera, socialista. La época de la libre concurrencia en la economía capitalista ha terminado en todos los campos y todos los aspectos. Estamos en la época de los monopolios, vale decir de los imperios. Los países latinoamericanos llegan con retardo a la competencia capitalista. Los primeros puestos están ya definitivamente asignados. El destino de estos países, dentro del orden capitalista, es de simples colonias. La oposición de idiomas, de razas (¿Dijo usted supremacía blanca? N. A.[vii]), de espíritus no tiene ningún sentido decisivo. Es ridículo hablar todavía del contraste entre una América sajona materialista y una América latina idealista, entre una Roma Rubia y una Grecia pálida. Todos estos son tópicos irremisiblemente desacreditados. El mito de Rodó no obra ya -no ha obrado nunca- útil y fecundamente sobre las almas. Descartemos, inexorablemente, todas estas caricaturas y simulacros de ideologías y hagamos las cuentas, seria y francamente, con la realidad.

El socialismo no es, ciertamente, una doctrina indoamericana. Pero ninguna doctrina, ningún sistema contemporáneo lo es ni puede serlo. Y el socialismo, aunque haya nacido en Europa, como el capitalismo, no es tampoco específico ni particularmente europeo. Es un movimiento mundial, al cual no sustrae ninguno de los países que se mueven dentro de la órbita de la civilización occidental. Esta civilización conduce, con una fuerza y unos medios de que ninguna civilización dispuso, a la universalidad. Indo-américa en este orden mundial, puede y debe tener individualidad y estilo; pero no una cultura ni un sino particulares. Hace cien, años debimos nuestra independencia como naciones al ritmo de la historia de Occidente, que desde la colonización nos impuso ineluctablemente su compás. Libertad, Democracia, Parlamento, Soberanía del Pueblo, todas las grandes palabras que pronunciaron nuestros hombres de entonces procedían del repertorio europeo. La historia, sin embargo, no mide la grandeza de esos hombres por la originalidad de estas ideas, sino por la eficacia y genio con que las sirvieron. Y los pueblos que más adelante marchan en el continente son aquellos donde arraigaron mejor y más pronto. La interdependencia, la solidaridad de los pueblos y de los continentes, eran sin embargo, en aquel tiempo, mucho menores que en éste. El socialismo, en fin, está en la tradición americana. La más avanzada organización comunista, primitiva, que registra la historia, es la incaica.

No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indoamericano. He aquí una misión digna de una generación nueva."
(José Carlos Mariátegui[viii]. Aniversario y Balance: en Ideología y Política)

Cuando señalamos que debía releerse y estudiarse el viejo Programa de Erfurt[ix] de la socialdemocracia alemana de 1891, lo hicimos señalando que muchos "revolucionarios" en Venezuela están a la derecha de tal Programa. Veamos por qué.

En 1890 había renunciado Bismarck y había expirado la Ley Anti-Socialista, poniendo fin a una política de persecución sancionada por el Estado contra el partido socialdemócrata. De modo que aparecía en primera escena la recuperación de la táctica de la "lucha electoral de masas".

Se vivían tiempos de concentración y centralización del capital en los primeros monopolios: los medios de producción se convertían en el monopolio de un número relativamente pequeño de capitalistas y grandes terratenientes.

Monopolios y oligopolios económicos, tienen su correlato en la política elitista de masas[x]: ¿Cómo controlar y conducir políticamente a las masas desde pequeños centros de dirección y decisión? Leamos a Edward Bernays[xi]:

"La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las masas es un elemento de importancia en la sociedad democrática. Quienes manipulan este mecanismo oculto de la sociedad constituyen el gobierno invisible que detenta el verdadero poder que rige el destino de nuestro país. Quienes nos gobiernan, moldean nuestras mentes, definen nuestros gustos o nos sugieren nuestras ideas son en gran medida personas de las que nunca hemos oído hablar Ello es el resultado lógico de cómo se organiza nuestra sociedad democrática.

Grandes cantidades de seres humanos deben cooperar de esta suerte si es que quieren convivir en una sociedad funcional sin sobresaltos. A menudo, nuestros gobernantes invisibles no conocen la identidad de sus iguales en este gabinete en la sombra. Nos gobiernan merced a sus cualidades innatas para el liderazgo, su capacidad de suministrar las ideas precisas y su posición de privilegio en la estructura social. Poco importa qué opinión nos merezca este estado de cosas, constituye un hecho indiscutible que casi todos los actos de nuestras vidas cotidianas, ya sea en la esfera de la política o los negocios, en nuestra conducta social o en nuestro pensamiento ético, se ven dominados por un número relativamente exiguo de personas –una fracción insignificante de nuestros ciento veinte millones de conciudadanos— que comprende los procesos mentales y los patrones sociales de las masas. Son ellos quienes mueven los hilos que controlan el pensamiento público, domeñan las viejas fuerzas sociales y descubren nuevas maneras de embridar y guiar el mundo.

No solemos ser conscientes de lo necesarios que son estos gobernantes invisibles para el buen funcionamiento de nuestra vida en grupo. En teoría, cada ciudadano puede dar su voto a quien se le antoje. Nuestra Constitución no contempla a los partidos políticos como parte del mecanismo de gobierno y se diría que sus creadores no se imaginaron la existencia en nuestra política nacional de nada que se pareciera a la moderna maquinaria de los partidos. Pero los votantes estadounidenses no tardaron en descubrir que, sin que se les organizara o dirigiera, sus votos particulares, repartidos, quizá, entre decenas o centenares de candidatos, no resultarían más que en una gran confusión. El gobierno invisible, bajo la égida de unos partidos políticos rudimentarios, surgió casi de la noche a la mañana. En lo sucesivo, los estadounidenses aceptamos que, en aras de la simplicidad y el sentido práctico de las cosas, las maquinarias partidistas deberían reducir las posibilidades de elección a dos candidatos, tres o cuatro a lo sumo."

Y con radical crudeza Edward Bernays nos enseña cómo se gobierna desde la elite a las masas: "La propaganda es el brazo ejecutor del gobierno invisible":

"A medida que la civilización ganaba en complejidad y que la necesidad de un gobierno invisible era cada vez más patente, se inventaron y desarrollaron los medios técnicos indispensables para poder disciplinar a la opinión pública."

Toda política elitista se basa en la idea del gobierno de minorías, así sea bajo una democracia de partidos y de audiencias, que en realidad está gobernada por un gabinete de sombra, por pequeños "grupos de decisión" con un inmenso poder de movilizar recursos de poder para alcanzar sus objetivos.

Las primeras décadas del siglo XX fueron precisamente el campo de experimentación de la política de masas. Primero, a través de rígidos controles de la educación pública, y luego a través de cada vez más sofisticados medios de organización y centralización de la dirección de las conductas: el control y disciplina de la opinión pública.

De esta tendencia no escapó la construcción del socialismo post-leninista en la URSS. También allí, la máquina de educación centralizada y de propaganda de masas cumplió su papel de estabilizar un registro oficial de imaginarios y una cultura hegemónica.

A finales del siglo XIX, Engels y la socialdemocracia tenían la expectativa de que la sociedad moderna se dividía en dos campos hostiles y que esto rasgo constituía la característica común de todos los países industrializados de la época.

Se suponía además la productividad había crecido más allá del control de la sociedad, que la propiedad privada de los medios de producción había llegado a ser incompatible con su aplicación apropiada y su pleno desarrollo. Se trataba de la reiterada contradicción entre el carácter crecientemente social del proceso de producción y el carácter privado del proceso de apropiación. Suponía la socialdemocracia alemana de la época que:

"Sólo la transformación de la propiedad privada capitalista de los medios de producción - tierra y suelo, pozos y minas, materias primas, herramientas, máquinas, medios de transporte - en la propiedad social y la transformación de la producción de bienes en producción socialista llevada a cabo por y para la sociedad puede hacer que la gran empresa y la creciente productividad del trabajo social cambien para las clases hasta ahora explotadas de una fuente de miseria y opresión en una fuente del mayor bienestar y universal".

El universo de referencia socialista llamó a este proceso "socialización de los medios de producción". Algo distinto de un proceso de nacionalización en manos de administradores y gestores públicos de los intereses de reproducción de la acumulación de capital; es decir, de las "nacionalizaciones capitalistas".

Para Engels y la socialdemocracia en el siglo XIX todas las demás clases a excepción de la clase trabajadora se apoyaban en la "propiedad privada de los medios de producción" y tenían como objetivo común la preservación de los cimientos de sociedad contemporánea.

De modo que un programa de transición requería de la conformación de un área cada vez más extensa y además eficiente de propiedad a social, en la cual el interés material y la conciencia revolucionaria se disputaran la posibilidad misma de la lucha en contra de la enajenación social. Se trataba de una política de mayorías en interés de las mayorías.

Sin embargo, estimular el interés material individual sobre la conciencia del ser social; es decir, estimular el egoísmo posesivo, adquisitivo y consumista por sobre el bien común, fue desde entonces una de las luchas psicológicas y culturales claves para inhibir y neutralizar una nueva conciencia socialista. Paradójicamente, la política de masas requería suplantar la conciencia del ser social por una "muchedumbre desarticulada y solitaria"

Sin la palanca de la socialización y de la lucha contra la enajenación en las prácticas económico-practicas, políticas y teóricas, se reforzaban precisamente la división jerárquica del trabajo económico, político y teórico sobre las masas. En el campo económico, Fayol, Taylor y luego Ford cumplieron sus tareas para reforzar el viejo despotismo de fábrica. En el campo político, los partidos de masas modernos encuadraron a las clases peligrosas en programas políticos y tácticas electorales en los cuales, la participación se redujo al gatopardo y suponer que "votar era decidir". En el campo de conocimiento, las ciencias, las humanidades y las técnicas, se reforzó la tesis de un sistema de formación para configurar elites culturales y científicas.

Por un lado, se establecieron por arriba los decisores, los propietarios y gerentes, los gobernantes y sus grupos auxiliares de burócratas y de tecnócratas, y por abajo los ejecutantes, los ciudadanos siervos y los descalificados para decidir algo en cuestiones de conocimiento, saberes e información.

No existía desde entonces auto-valorización de los trabajadores y trabajadoras, ni participación, ni control, ni decisiones ni protagonismo en el campo económico, político y teórico. Su papel se reducía a ejecutar mandos y ordenes, y el despotismo social se disfrazaba de "contratos libres".

De allí que para la socialdemocracia a finales del siglo XIX la lucha por conquistar derechos: el "derecho a tener derechos", fue parte de una agenda electoral en el terreno de las prácticas políticas de mayorías.

Sin derechos políticos, la clase trabajadora y los sectores populares no podía continuar sus luchas económicas y desarrollar su organización económica-practica, ni sindicatos, ni lo que a la postre fueron las primeras formas de control y gestión del proceso de trabajo, tanto bajo los primeros esbozos de la cogestión, luego el control obrero, la autogestión y los consejos de trabajadores.

En el terreno económico, las empresas y unidades económicas se organizaban no bajo criterios de democracia económica, sino bajo criterios de "despotismo de fábrica". Y se despotismo fue naturalizado y adornado por diferentes teorías de la organización de la "administración socio-técnica de las empresas" pasando incluso por la escuela de las "relaciones humanas" hasta los actuales "círculos de calidad". Desde entonces se entronizó el pensamiento corporativo en las unidades de producción y de trabajo. Al final, no hay nada más natural que la patronal como un verdadero "padre de familia".

Lenin supuso que la disciplina de fábrica y de cuartel eran los ejemplares para construir el socialismo. Los estuches organizativos de la modernidad, la famosa burocracia weberiana hizo gala de sugerir que el curso del cálculo, el control, la racionalización y la optimización requerían inevitablemente del "cuadro administrativo".

La burocracia como actor entró en escena desdoblándose luego en la burocracia ejecutante y controladora, y la tecnocracia diseñadora y decisora. Hasta Lenin vivió la cruda tragedia de decidir qué hacer con los "especialistas burgueses".

La apología del desarrollo de las fuerzas productivas requería de todos estos elementos como premisas del desarrollo. Del socialismo como lucha contra la alienación y la explotación, se pasó al socialismo como lucha para ganarle al capitalismo en indicadores métricos de volúmenes de producción, metas de producción, y a la postre, otra modalidad de desarrollismo.

¿Cuál socialismo? ¿Sin cambio civilizatorio del patrón productivista y consumista?

¿Cuál socialismo si no se asume con rigor este debate sobre las organizaciones de producción, distribución y consumo en un esquema de socialización del poder económico y sus modelos de desarrollo-consumo?

La socialdemocracia alemana del siglo XIX partía de la premisa: "No puede llevar la transferencia de los medios de producción a la posesión de la comunidad sin haber obtenido primero el poder político".

¿Ha escuchado usted a algún miembro relevante de la jefatura del PSUV enarbolando la necesidad de construir un área significativa de la economía nacional bajo un esquema de propiedad social bajo control directo de los trabajadores y de la comunidad, modificando radicalmente el modelo consumista competitivo de civilización capitalista?

¿Me puede nombrar alguno que de verdad encarne tal programa de batalla político-cultural?

Quizás en algunos resquicios del sistema de economía comunal, pero:

¿Puede compararse este proceso con el alcance que tuvo, por ejemplo, en el Chile de Allende el proceso de construcción de un área de propiedad social y estatal, o la experiencia de los cordones industriales o de las juntas de abastecimiento (JAP)?

Decimos que aquí se está en pañales y a la derecha del programa socialdemócrata de Erfurt de 1891, porque no hay coraje político algunos para asumir una agenda de transición al socialismo que pase por el cuestionamiento de fondo de un modelo civilizatorio, así como por la socialización y creación de un área de propiedad social, o el control popular de la distribución de bienes y servicios esenciales para satisfacer las necesidades colectivas del pueblo trabajador.

No existe una prioridad de la perspectiva del sujeto del trabajo y del vivir bien sobre la perspectiva del sujeto del Capital y del desarrollismo consumista. En realidad, la mala noticia es que por revolución lo que muchos entienden es que puedan "tener más", tanto como sus jefes, rodeados de banquetes, camionetas y escoltas; en fin, el buen vivir es la vida de privilegios.

¿Cuál socialismo? Estimado amigo, su pregunta puede llegar a ser un gran disfraz, pues lo que habita en las mentalidades dominantes es: ¿Cómo disfrazamos este capitalismo realmente existente en fraseología socialista?

Claro que existen figuras de redistribución (hasta se habla sin la vergüenza de "Estado de bienestar" en la ANC: ¿Y qué paso con el debate del buen vivir?) mientras exista renta petrolera y política fiscal, pero no modificación sustantiva de las relaciones humanas en los procesos de trabajo; es decir, transformación en el modo de apropiación y en las relaciones sociales de producción, distribución y consumo. Como se le decía a los niños de antaño: ¡Eso es caca, o te va a salir el coco!

En cambio, en la Alemania de 1891, la socialdemocracia se plateaba como tarea del Partido dar forma a la lucha de la clase obrera en una unidad consciente y unificada y señalar la necesidad inherente de sus objetivos:

"Por lo tanto, el Partido Socialdemócrata alemán no lucha por nuevos privilegios de clase y derechos de clase, sino por la abolición del régimen de clase y de las propias clases, por iguales derechos e iguales obligaciones para todos, sin distinción de sexo o nacimiento. Partiendo de estos puntos de vista, lucha no sólo contra la explotación y la opresión de los asalariados en la sociedad de hoy, sino contra todas las formas de explotación y opresión, ya sea dirigida contra una clase, partido, sexo o raza."

Usted revise los programas vigentes en las prácticas efectivas de los partidos políticos en Venezuela y no encontrará alguno que llegue a proponer algo semejante. Todos, sin excepción, están a la derecha de la socialdemocracia alemana en 1891.

Y lo peor, la agenda de la socialdemocracia alemana por la profundización de la democracia política, es hoy elemento retórico esencial de los partidos de oposición reformistas de centro-izquierda y liberal-democráticos de derecha en el país. Es decir, la presunta "izquierda" en el gobierno reniega de ir a fondo en una agenda como la siguiente:

"1. El sufragio universal, igualitario y directo con votación secreta en todas las elecciones, para todos los ciudadanos sin distinción de sexo. Representación proporcional y, hasta que se introduzca, redistribución legal de los distritos electorales después de cada censo. Períodos legislativos de dos años. Celebración de elecciones en una fiesta legal. Compensación por los representantes electos. Suspensión de toda restricción de los derechos políticos, salvo en caso de incapacidad legal."

"2. Legislación directa del pueblo a través de los derechos de propuesta y rechazo. Autodeterminación y autogobierno de la población de Reich, estado, provincia y municipio. Elección por el pueblo de magistrados, que son responsables y responsables ante ellos. Voto anual de impuestos."

Fíjese que más allá del contexto nacional específico y sus referentes directos, el punto 2 toca ya en 1891 el tema de los referendos (derechos de propuesta y rechazo), habla de una real distribución el poder hacia abajo (autogobierno y autodeterminación de la población). Habla de elección de los magistrados por el pueblo. Voto de impuestos.

Eso se parece más a la Comuna que a un régimen parlamentario tradicional, y el punto 1 supone una profundización democrática del régimen parlamentario existente, con elecciones universales, secretas, directas e igualitarias, con representación proporcional. Se trata de la agenda de una nueva democracia política planteada, escúchese bien, en 1891, cuando en Venezuela presidía Andueza Palacios antes que le diera el golpe Joaquín Crespo.

Planteaba la socialdemocracia alemana en 1891: Educación de todos para portar armas. Milicia en el lugar del ejército permanente. Determinación por la asamblea popular sobre cuestiones de guerra y paz. Solución de todas las controversias internacionales por arbitraje.

Planteaba la socialdemocracia alemana en 1891: Abolición de todas las leyes que ponen a las mujeres en desventaja en comparación con los hombres en cuestiones de derecho público o privado.

Planteaba la socialdemocracia alemana en 1891: Abolición de todas las leyes que limitan o suprimen la libre expresión de opinión y restringen o suprimen el derecho de asociación y reunión. Declaración de que la religión es un asunto privado. Abolición de todos los gastos de fondos públicos con fines eclesiásticos y religiosos. Las comunidades eclesiásticas y religiosas deben ser consideradas como asociaciones privadas que regulan sus asuntos de manera totalmente autónoma.

Planteaba la socialdemocracia alemana en 1891: Secularización de las escuelas. Asistencia obligatoria a la Volksschule pública. La educación gratuita, los materiales educativos gratuitos y las comidas gratuitas en la Volksschulen pública, así como en las instituciones de enseñanza superior para los niños y niñas considerados calificados para la educación en virtud de sus capacidades.

¡Fíjese que interesante! En pleno 2017, se está contemplando la medida que en las escuelas públicas funcionen de verdad comedores y se garantice el derecho a la alimentación.

Planteaba la socialdemocracia alemana en 1891: Libre administración de justicia y asistencia jurídica gratuita. Administración de la ley por jueces elegidos por el pueblo. Llamamiento en casos penales. Compensación por personas injustamente acusadas, encarceladas o sentenciadas. Abolición de la pena de muerte.

Planteaba la socialdemocracia alemana en 1891: Cuidado médico gratuito, incluyendo partería y medicamentos. Enterramiento gratuito.

Planteaba la socialdemocracia alemana en 1891: Impuestos sobre la renta y el patrimonio devengados para sufragar todos los gastos públicos, en la medida en que se paguen mediante impuestos. Impuestos de herencia, graduados según el tamaño de la herencia y el grado de parentesco. Abolición de todos los impuestos indirectos, costumbres y otras medidas económicas que sacrifican los intereses de la comunidad a los de unos pocos privilegiados.

Fíjese que en materia tributaria, Venezuela en 2017 no ha logrado abolir los impuestos indirectos, como el IVA, ni construir un sistema tributario ni siquiera socialdemócrata a lo planteado en Alemania en 1891.

Y si faltara poco, leamos las medidas de protección al trabajo en 1891:

a) La fijación de un día normal de trabajo que no exceda de ocho horas.

b) Prohibición de empleos remunerados para menores de catorce años.

c) Prohibición del trabajo nocturno, excepto en aquellas industrias que requieran trabajo nocturno por razones técnicas inherentes o por razones de bienestar público.

d) Un descanso ininterrumpido de al menos treinta y seis horas semanales por cada trabajador.

e) Prohibición del sistema de camiones.

2. Supervisión de todos los establecimientos industriales, investigación y regulación de las condiciones de trabajo en las ciudades y el campo por un departamento de trabajo del Reich, oficinas de trabajo del distrito y cámaras de trabajo. Higiene industrial rigurosa.

3. La igualdad jurídica de los trabajadores agrícolas y de los trabajadores domésticos con los trabajadores industriales; abolición de las leyes que rigen a los domésticos.

4. Salvaguardar la libertad de asociación.

5. Adquisición por el gobierno del Reich de todo el sistema de seguro de los trabajadores, con participación decisiva de los trabajadores en su administración.

¿Cuál Socialismo? ¿Cuáles son las alternativas históricas: las posibilidades y viabilidades de las utopías transformadoras?

Estoy de acuerdo con usted en que:

"Por eso propongo que a partir de los supuestos promulgados por la revolución Bolivariana, desde los años en que el comandante Chávez crea el "MBR200" hasta el presente comencemos a valorar la evolución y cambios del pensamiento revolucionario desde la perspectiva ideológica."

Pero hagamos el esfuerzo de analizar estos cambios a partir de la realidad histórica venezolana, continental y mundial.

¿Cuál socialismo? Pues no el que signifique un retroceso histórico a fechas anteriores a 1891 al menos.

Creo que nadie desea volver a los tiempos de Joaquín Crespo.

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NOTAS:

[i] https://www.aporrea.org/ideologia/a252402.html

[ii] https://pendientedemigracion.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe2/mrxoe213.htm

[iii] https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1900s/quehacer/que_hacer.pdf

[iv] https://www.marxists.org/espanol/luxem/04Problemasorganizativosdelasocialdemocracia_0.pdf

[v] https://www.marxists.org/espanol/luxem/06Huelgademasaspartidoysindicatos_0.pdf

[vi] https://www.marxists.org/espanol/luxem/04Problemasorganizativosdelasocialdemocracia_0.pdf

[vii] Nota de Javier Biardeau.

[viii] https://www.marxists.org/espanol/mariateg/1928/sep/aniv.htm

[ix] https://www.marxists.org/history/international/social-democracy/1891/erfurt-program.htm; http://www.sinpermiso.info/sites/default/files/textos/8_erfurt.pdf; https://www.marxists.org/espanol/m-e/1890s/1891criti.htm

[x] Este fue el tema por excelencia de la política norteamericana de control masas en la época de los oligopolios y monopolios. Léase: Edward Bernays: Propaganda.

[xi] https://focalizalaatencion.files.wordpress.com/2011/09/propaganda-por-edward-bernays_es.pdf



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Javier Biardeau

Articulista de opinión. Sociología Política. Planificación del Desarrollo. Estudios Latinoamericanos. Desde la izquierda en favor del Poder constituyente y del Pensamiento Crítico

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