Aquel Bolívar, que después de tanto tiempo, aún hoy sigue naciendo

Podríamos preguntarnos: ¿cuantas veces ha nacido Bolívar? ¿Cuantas veces han intentado matarle? ¿Con cuanta insistencia la Oligarquía ha querido borrar el recuerdo rebelde del imaginario del pueblo, de aquel Bolívar que renunció a sus privilegios de clase?

Alfonso Rumazo González, en una introducción que le hace al texto de Salcedo-Bastardo, titulado: Bolívar, el nacer constante, afirma que: "dos naceres tiene el hombre grande: aquel en que aparece a la vida física, sencillo e indiferenciado, y aquel otro que Simón Rodríguez dejó definido en esta sentencia suya: "los bienhechores de la humanidad no nacen cuando empiezan a ver la luz, sino cuando comienzan a alumbrar ellos". Y la escribió dedicada a Bolívar". Y es que nuestro Libertador tuvo muchos nacimientos, hasta convertirse definitivamente en la antorcha que enciende campos enteros y conciencias muchas, con la determinante convicción de avanzar siempre hacia la emancipación.

La independencia como proceso inacabado es una de las mejores oportunidades para pensar el renacer constante del pueblo en lucha, para renovar la fuerza combativa al servicio de la justicia, para democratizar la sociedad, en el histórico combate contra la opresión. Salcedo-Bastardo afirma, que Simón Bolívar tuvo, cuando menos, nueve nacimientos, los cuales se exponen de la siguiente manera:

I. A la existencia Real (Caracas, 1783).

II. A la personería Histórica (Caracas, 1795).

III. Al destino político (París, 1804).

IV. Al sustancial Americanismo (Londres, 1810).

V. Al quehacer guerrero (Nueva Granada, 1813).

VI. A la plenitud revolucionaria (Jamaica, 1815).

VII. A la conciencia del Estado (Angostura, 1819).

VIII. A la Madurez libertadora (Perú, 1825).

IX. A la eternidad Triunfal (Santa Marta, 1830).

Sin lugar a dudas, cada uno de esos naceres, estuvieron vinculados con la muerte, pues pareciera, que no hay posibilidades de la existencia de uno, sin su relación antagónica con el otro. Es decir, cada nacimiento, implica la muerte de algo, y esa premisa nos lanza sobre un tapete de interpretaciones que tienen que ver precisamente con la tinta con la que se escribe la historia. Veamos dos ejemplos. Afirma Salcedo-Bastardo (1998; p. 54) que,La Muerte fue una presencia ostensiva, demasiado reiterada en la primera mitad de la existencia de Simón Bolívar, sobre toda la cual imprimió sin duda una huella cierta y profunda. Tenía solamente treinta meses cuando falleció su padre, y la madre lo deja en la orfandad completa cuando él no llega aún a los nueve años. Luego, con el desarrollo de la guerra fueron muchas personas a las que Bolívar vio morir, sin embargo al mismo tiempo vio nacer todo un mundo, mientras otro entraba en agonía, dando cuenta así de un parto constante, de un nacimiento permanente.

Moría lentamente el antiguo régimen, la colonia se despedía de América (por lo menos en el plano de lo fáctico), mientras al mismo tiempo nacía la república, el Estado Moderno. Nació Bolívar aquel 24 de Julio de 1783, y con él, celebramos el nacimiento permanente de nuevas ideas, de nuevos debates, de nuevos procesos, pues aquella concepción teleológica de la historia, queda negada, al darnos cuenta que nos queda mucho por hacer, sobre todo en el marco de lo simbólico, de lo subjetivo.

El nacimiento de la nueva realidad latinoamericana a partir de 1830, trae consigo nuevos retos, los cuales tienen que ver también con naceres y defunciones. Construir la nación, implicaba necesariamente de un esfuerzo importante, tanto en el plano de lo material, como en lo subjetivo, y para ello Bolívar jugaba un papel central, ya que la lucha por la independencia de inicios de siglo XIX, marcó el devenir de lo que sería la construcción de la nación. Pensar constantemente a la nación será un símbolo de nacimiento permanente, porque en ella, yacen injusticias que se han petrificado en el tiempo, y contra las cuales parecieran no existir argumentos que permitan cuestionar dichas acciones sobre las que se sostiene la dominación. El latifundio y los privilegios de clase, pueden ser dos de los tantos elementos que hoy subyacen como reflejo de la ignominia que acosa nuestra Patria, por tanto para seguir naciendo, debemos pensar la sociedad en función de las problemáticas que promueven la segregación y la exclusión de las grandes mayorías.

Un Bolívar profundamente atormentado, decepcionado, herido, aquel 1830 de despedida, da nacimiento a la inmortalidad, precisamente mientras se despide del plano de lo terrenal para fundar una tradición de lucha y reflexión constante sobre el devenir de la patria, un inconforme permanente, que después de haber fundado la Gran Colombia, que aglutinaba a cinco naciones del cono sur de América, lanzó la sentencia al mundo de haber arado en el mar, diciéndole a las futuras generaciones que faltaba mucho por hacer y que los esfuerzos hechos hasta el momento no eran suficientes para garantizar buen cauce de la patria. De esta forma, Simón Antonio, nos invitaba a la reflexión profunda y permanente sobre los esfuerzos realizados para con la república.

La oligarquía por su parte, no quiere morir, y por el contrario quiere matar todos los sueños libertarios que se han venido tejiendo desde Güaicaipuro hasta nuestros días, esa misma oligarquía que en los tiempos de Bolívar le temía a la independencia, hoy le teme a la democracia profunda, es la misma oligarquía que históricamente le ha tenido pavor a los cambios, al pueblo organizado, al trabajo productivo, a la democracia, a la revolución social. Su temor pasa por petrificar a la sociedad, como si fuera ésta un estamento inmutable en el tiempo, para que los pobres sean por la eternidad sujetos serviles a las formas suntuosas de vida de una minoría mezquina, individualista, cobarde y egoísta.

Hoy, en el cumpleaños doscientos treinta y cuatro de Simón Antonio, seguimos naciendo. Y es precisamente la convocatoria a la refundación de la patria, con la Nueva Asamblea Nacional Constituyente, la forma como el pueblo se entiende protagonista del provenir, constructor de nuevas realidades, y vanguardia de un proceso que está en construcción permanente, que entiende a la independencia como esfuerzo inacabado, vivo, dinámico. Apelar al poder originario, en estos tiempos, se convierte en un acontecimiento inédito, pues en sí mismo, este acto de reconocimiento, abre múltiples posibilidades para que el pueblo mismo sea capaz de saldar algunas deudas históricas que han estado pendientes en el tiempo y que a la oligarquía nunca le han interesado que se sean discutidas, pues ellas reproducen las lógicas de la dominación, de las que bastante se han servido para mantener vivos sus privilegios de clase. Ese nacimiento constante del que hemos estado hablando, se pone nuevamente de manifiesto con la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente, pues estamos ante la posibilidad de construir un mundo en el que quepan todos los mundos, consolidar un espacio en el que se expresen las distintas voces, avanzar definitivamente en la superación de la lógica rentista de la que se ha servido bastante la clase dominante, dignificar a los distintos sectores de la sociedad, construir un poder obediencial para que se comience a gobernar obedeciendo al mandato popular, y para que al mismo tiempo podamos construir autogobiernos comunales, que den cuenta de un programa popular de lucha territorializado, contextualizado, que le permita a la gente construir el vivir viviendo.

Si el pueblo es depositario del poder originario, y hacemos un ejercicio de activación de dicho poder, estamos ante el nacimiento de algo nuevo, que estamos seguros dará cuenta de una nueva arbolada, para que deje de ser la patria una entelequia en la que todo se compra y todo se vende, y que por el contrario la entendamos como el terruño que nos ha brindado calor y alimento.

Hoy, después de 234 años de aquel nacimiento biológico, nos damos cuenta que la patria es un gran vientre fecundo, en el que nacemos constantemente. Tierra fértil en donde nacen las nuevas ideas. La identidad de libertaria de éste pueblo va a seguir naciendo, porque es partero de la historia. Personas como Güaicaipuro, Bolívar, Zamora, Fabricio, Alí, Hugo, Livia, entre muchos otros y otras, son hijos e hijas de esta patria, y cada vez que se levante la voz en contra de la injusticia, allí habrá un nacimiento. Esa es nuestra esencia, siempre nacer, para ver morir aquello que ha sostenido a las clases dominantes.

Aquel llamado que hacía el comandante de rebeliones Hugo Chávez, en el golpe de timón, de que más importante de la comuna era el espíritu de ella, podemos parafrasearlo y decir en estos tiempos, que más importante que la constituyente, es el espíritu constituyente del pueblo en luchas, para nunca más se trunque el nacimiento constante de la esperanza libertaria.

En estos tiempos estamos escribiendo la historia que será leída mañana, asumamos con gallardía nuestra responsabilidad, asumamos que los actos de hoy serán abono para los nuevos nacimientos, todos ellos tributando a la vida, todos ellos trabajando por la alegría de todo un pueblo, que decidió salir definitivamente de la oscurana.

VIVA SIMÓN ANTONIO!!!

VIVA LA CONSTITUYENTE!!!

VIVA LA PATRIA!!!

Venceremos...

*Discurso pronunciado en la plaza Bolívar del Municipio Santos Marquína, Edo. Mérida. 24 de Julio del 2017.

(para leer más: Salcedo-Bastardo. Bolívar, el nacer constante. Ediciones de la UCV).



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Carlos Rivas

Escuela Popular de Comunicación ?Eulogio Paredes?. Vocero de la Casa del Costurero.

 carlos_rivas_45@hotmail.com

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