La ética revolucionaria: primera y dolorosa urgencia

Mucho más allá de que el líder máximo de este proceso revolucionario la presentara como el primer eje del nuevo socialismo, la ética revolucionaria es la necesidad más urgente de este proceso. Más allá también de las contradicciones internas que existen dentro de las fuerzas que lo respaldan –había puesto "alientan", pero no alientan un carajo-, urge el brillo de la ética como norma de conducta de todos para dirimir diferencias. La ética revolucionaria tiene que ser un eje transversal que esté por encima de cualquier diferencia. La apropiación indebida de la verdad como dogma es un fraude intolerable. El uso de la maquinación o las zancadillas para ir logrando objetivos grupales es inmoral.

Si miramos hacia esos iconos de la revolución que son Bolívar, Lenin, Antonio Gramsci o el Che, veremos que lo que los hace universales es su testimonio ético. Fueron hombres que se entregaron a la realización del objetivo revolucionario diluyendo o supeditando su "yo" al "nosotros" colectivo. Desde nuestra óptica es indudable en ellos el esfuerzo por la prevalencia de lo colectivo por encima de lo particular. Ninguno de ellos escribió un tratado sobre ética o moral revolucionaria, sencillamente la proclamaron con su ejemplo de vida. La profunda cohesión entre lo dicho y lo vivido es lo fundamental en estos gigantes. Vale mucho más un testimonio de vida que un millón de palabras. Cuando en los modos de vida salta la incoherencia todo el andamiaje de mentiras se viene al suelo. Si un revolucionario era un entusiasta pata en el suelo hasta hace apenas un par de años y hoy lo vemos con signos externos de vida de nuevo rico –camionetas, guardaespaldas, caravana, restaurantes, dinero…- todo cuanto diga será excremento.

Si además vemos como se utilizan los sagrados nombres de pueblo, revolución, socialismo, etc., con angustia sospechosa, para poner a salvo los recién adquiridos privilegios, es claro que no sólo estamos antes un caso de fraude revolucionario sino ante un serio peligro. ¿Por qué?, porque muchos ingenuos se verán envueltos en este infierno de intereses y se dejarán arrastrar por el encendido verbo de los fraudulentos.

Hay desde luego una clave para entender la diferencia entre la filosofía de la praxis y el maquiavelismo. En Maquiavelo hay una aniquilación de la moral por la política en tanto que en la filosofía de la praxis la moral colectiva se impone a la política, al menos es así en la concepción vulgar de ambos conceptos. Fíjense que es común la atracción que se produce entre los grupos con intereses creados, cuando se presentan crisis, por un comunitarismo de visos mafiosos. Una suerte de tejido complejo de amiguismos inmorales se impone al imperativo ético. Se le niega espacio a la justicia para imponer las relaciones personales defendiendo toda conducta cuando se trata "de los nuestros", de los que sostienen nuestros proyectos, de los que están en nuestros guisos.

Lo hemos estado viendo estos días con tristeza infinita. Hemos visto defensas o ataques acríticos, posturas incondicionales y solidaridades o agresiones automáticas según el caso, que además de causar muy mala impresión, confunden al pueblo ingenuo. La ética revolucionaria no puede estar condicionada por los acuerdos o negocios. El imperativo ético debe ser absoluto. Bolívar decía, al referirse a la amistad, "tengo en mi corazón un altar y un tribunal". Un altar por la condición sagrada que a la amistad le confería y un tribunal porque siempre estaría condicionada a la conducta ética del amigo. Esto lo decía Bolívar respecto del amigo, era imaginable que lo dijera respecto a lo que hoy vemos: fidelidad al socio. Bolívar no tuvo socios de negociados, como no los tuvo Gramsci, Lenin o el Che.

Ver cómo se esgrimen los sagrados postulados de la revolución para defender intereses y negocios da asco. Así no se hacen las cosas. Eso es un fraude y quien así procede debe ser juzgado por el tribunal del pueblo. No sé cuando se producirá este juicio popular, pero sí se algo, más temprano que tarde la justicia popular será inexorable como el destino. Prefiero mil veces al atracador, que a fin de cuentas expone la vida para robar y no engaña a nadie. En su caso es un delito particular y es su propia vida la que expone, en este otro es un crimen colectivo porque son otros los que mueren. ¡Ya paren de confundir al pueblo!, ¡tengan algo de dignidad y asuman su poca vergüenza, siempre será menos grotesco!, ¿saben? En lo muy personal, no comparto sus posiciones pero los entiendo. Se cuanto pesa la vida cuando se está desempleado y cuanto cambia esa misma vida y con ella las ideas cuando se escalan posiciones. ¡Lo entiendo, hermanos,…pero… por favor, no le hagan más daño al pueblo! Sigan gozando de sus 15 minutos mientras duren pero no embarquen en sus sueños de poder a este noble pueblo.

Cuando era niño había unos alumnos que siempre buscaban camorra. Tenían la desgraciada virtud de embarcarnos en sus pleitos. Al final siempre terminábamos golpeados los más pequeños. Ellos nunca, siempre les iba bien, se mantenían al margen… aupando…los llamábamos "casquilleros". A estas alturas, les juro por Dios y mi madre santa, que no se lo permitiremos. La revolución tiene sus tiempos. No pueden haber dos, ni tres, ni cuatro revoluciones. La revolución es una sola y su activo más importante es la ética socialista. Si el estilo de vida de alguien muestra esa ética...¡bienvenido! sino es así... ¡que valioso puede ser el silencio!.

¡SON DIEZ!
MILLONES LOS QUE LES VAMOS A METER
¡SON DIEZ!


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Martín Guédez


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