La Tecla Fértil

Los políticos contemporáneos deben dejar el populismo atrás e invalidarlo

Aunque internacionalmente busca entre lanzarse con otros gobiernos de su misma tendencia para adquirir poder y fortalecerse. El gran problema circunstancial es que estos pseudodirigentes desean que uno sufragué por ellos, cuando en ningún momento han estudiado Ciencias Políticas. Cuando uno introduce un tema, como calentamiento global, un menoscabo de la OTAN y la realidad de los millones de refugiados e inmigrantes, jamás tienen un proyecto a mano para buscar una consulta o solución al problema. De verdad que todos, deseamos esa oportunidad y, tener un amparo para cohabitar con el mundo político y alimentarse de él.

Algunas veces, pienso que perdí mi tiempo en la Escuela de Derecho, estudiando tres años de investigación jurídica, dos años de Filosofía Moderna y dos años de especialización en avance a mi carrera universitaria de orientador escolar y cursos de monitoreo en Educación Física porque fui atleta en el estadio Misael Delga y judo en la Universidad de Carabobo.

Digo esto, porque debí estudiar para choro y ya fuese candidato a constituyente, por ejemplo, ya apareció uno en Aragua marcado con el número 12.

Somos incrédulos en la prédica de la mayoría de los países del mundo y Venezuela por su plan antiglobalización fuimos aislados de la mayoría de los países del mundo desarrollado y por esa anarquía, poco nos llegan repuestos. Los rusos chinos y cubanos no son amigos de nadie, son grupos económicos cerrados.

La mayoría de nuestros políticos, reflejan una política inmisericorde y tan poco leídos. El tal populismo, nos está haciendo mucho daño. Los que utilizan esta palabra, poco saben de sus razones reales.

La cooperación internacional es perjudicial para los nacionalistas que por desgracia han sido electos en países de talla como EEUU, y de menos talla como el Reino Unido, Polonia y Hungría. Menos mal que Holanda, Austria y Francia lo han rechazado electoralmente. Rusia, una dictadura oligárquica, baila con la que más le sonríe, en este caso la presidencia de EEUU, que hoy es tropel, porque la prensa, buena parte del poder judicial, mucho político y público estadounidense bregan y hasta pugnan por encontrar respuestas a lo que acontece. Incluso han nombrado un juez especial para investigar el muy posible nexo entre Rusia y la reciente elección presidencial de EEUU. Putin insiste que Rusia no se ha inmiscuido en esa elección, pero las evidencias que surgen muestran lo contrario. Y continúan surgiendo para rubor y desprestigio del ruso.

Por supuesto que el presidente Trump pierde sueño en torno a lo que pueda descubrir y dar a conocer el juez especial, sobre todo ahora que hay mucho más "trapo sucio al sol" que hace un mes. Y esos ¨trapos" emergen cada día cuando el tropel Trumpista decía e insistía que no existían. El senado y la cámara de representantes también investigan una situación repleta de dichos y contradichos que surgen diariamente incluso por el afamado Twitter que el presidente Trump utiliza a ultranza, incluso con faltas de ortografía y otras manifestaciones muy de él, por demás de increíbles por lo simplonas y comprometedoras, que incluso sus más cercanos colaboradores le han sugerido que deje de escribirlos.

Los pueblos que han perdido la libertad, también perdieron el derecho de vivir en democracia y mucho más cuando sus sistemas judiciales caen bajo el dominio del despotismo y, la tiranía militar, como son los regímenes impuestos por la fuerza de las armas, de las ambiciones desmedidas o por regímenes impuestos para el dominio absoluto. La pérdida de la libertad no solamente implica suspensión de la vida democrática sino la aceptación impuesta de ideologías extrañas y hasta caducas por efecto de que ellas han creado condiciones para que los pueblos las repudien. Esas imposiciones lo primero que hacen es coartar la libertad de expresión que es derivada de la libertad de pensamiento que es inviolable, intocable, indivisible del ser humano.

Países que han perdido su libertad para pensar y expresarse, prácticamente lo han perdido todo y viven sometidos a imposiciones ajenas a la moral y las leyes; vivir sojuzgados por regímenes dictatoriales o totalitarios, que muchas veces surgen de procesos electorales democráticos debido a las ambiciones, egolatría, incapacidad y ningún respeto a los derechos humanos viven obnubilados por sus ansias y ambiciones de más poder del que tienen y no trepidan ante nada para conseguirlo.

Cuando el pueblo pierde su capacidad para enfrentar a un régimen opresor que no respeta la institucionalidad y que maneja o manipula la justicia puesta a su servicio, no hay posibilidad de reaccionar porque las fuerzas morales y materiales de un país están suprimidas o, peor, compradas y existen solamente para agrandar el poder de los que las manejan conforme a su albedrío.

Cuando los protagonistas de regímenes arbitrarios que han vulnerado las leyes y pisotean los principios morales viven acorralados por sus complejos y prejuicios, actúan enceguecidos y hacen oídos sordos a clamores que exigen libertad y retorno de la justicia. Los regímenes que actúan solamente al calor de sus ambiciones no vacilan en utilizar a la justicia para contar con mayor poder que les permita desarticular toda oposición que es calificada contraria no solamente al régimen imperante sino al pueblo, sus instituciones y sus derechos.

La fuerza de las armas, la corrupción de los valores, la explotación de ambiciones de los llamados partidarios, son armas que esgrimen los poderes omnímodos que utilizan al pueblo como pretexto ante organismos nacionales y foráneos para mostrar legalidad a sus actos; usan la mentira para señalar virtudes y cualidades ajenas a la realidad; encuentran enemigos y contrarios en todo y, cumplidores de las leyes y en "justa utilización de sus derechos" manipulan y utilizan estimatoriamente a los magistrados de la justicia que, comprados por el poder o tenencia del cargo, del dinero o de la seguridad familiar, se prestan a todo lo que la tiranía y sus acólitos desean.

Sólo en libertad, democracia y justicia es posible la institucionalidad que es ajena a todo sentido o sentimiento de ilegalidad; es el camino seguro para el cumplimiento de la Constitución y las leyes, es el medio y sistema para un actuar en concordancia con principios de honestidad, honradez y responsabilidad, condiciones precisas y necesarias para un desarrollo armónico y sostenido de los pueblos. La institucionalidad es, pues, básica para el encuentro de mejores condiciones de vida, para alcanzar superación en los campos educativos y de salud, para el logro de crecimiento económico y para la consolidación del imperio del Derecho en lugar del derecho de la fuerza tan ejercitado por gobiernos contrarios al sentido común.

Al concluir la reciente reunión del G-20 en Hamburgo, el presidente francés, Emmanuel Macron, dijo que el mundo estaba más dividido que nunca. Se refería por un lado al nacionalismo "popular" o "populismo" que mayormente cuestiona y hasta rechaza la cooperación internacional y, por otro, a los que creen en la continuación de esa cooperación que ha costado forjar desde 1945 y cuyos frutos deberían ser claros, pero que no lo son para los populistas hoy triunfalistas en países importantes como EEUU.

La reciente reunión de Hamburgo del G20 ha reflejado la polarización de lo que refiero, luego de los programados aplausos a Trump en Varsovia y las manifestaciones en Alemania. Esta reunión del G-20 ha sido la primera en país de libre expresión, ya que la de 2015 fue en Turquía y la de 2016 en China, ambos prohíben las manifestaciones de protesta. No fue así en Hamburgo, donde las enormes manifestaciones sobre todo (pero no solamente) contra el "populismo" de países históricamente importantes que hoy se oponen sobre todo al comercio y cooperación internacionales, lo que resulta no solamente increíble sino erróneo y por lo tanto deleznable.

Todo ello es pérdida de la libertad, es contrario a los derechos humanos y a todo sentido de equidad, ecuanimidad y justicia bien entendida y mejor practicada. La libertad se sustenta en la justicia y ésta en la democracia que es el mismo pueblo que hace al bien común. Pilar y sostén de la democracia y la justicia es la libertad, sin ella nada positivo es bueno y da lugar al imperio de lo malo, lo arbitrario, lo sucio e ilegal porque se impone el libertinaje de donde surge la anarquía.

Si hubo gente que por medios electorales llevó a sitiales de mando a individuos cuya forma errónea y descartable de ver las cosas debe ser rechazada en las urnas, "la gente leída" debe despabilarse y acudir a votar en mayor número de modo que la ignorancia y su insaciable angurria de conflicto y dividendo espurrio cedan el poder, sobre todo en EEUU, donde la tradición de contrapeso y balanceo de los poderes del estado ha sido históricamente efectiva, pese a todo. El reto hoy es sin precedente.

El país se encuentra atrapado en una paradoja. Por un lado, existe una extendida convicción social de que el sistema de justicia nacional es ineficiente y corrupto; y al mismo tiempo insistimos en judicializar cualquier conflicto, con el objetivo de castigar implacablemente a cualquiera que consideramos, con pruebas o sin ellas, culpable de nuestros males.

La crónica judicial reciente es sintomática de un sistema en crisis que enfrenta grandes dificultades para garantizar una resolución oportuna, transparente y justa de los casos; así como el debido proceso, la presunción de inocencia y el respeto de los derechos humanos de todos los involucrados. Es sintomático de la fragilidad institucional de la Justicia en el país, pero también de una sociedad que privilegia no la comprensión de los problemas que la aquejan, sino la búsqueda de culpables; y en la que se utilizan los tribunales para ajustes de cuentas políticos o personales.

No sobra recordar que es deber del Estado investigar y castigar todos los actos que contravengan las leyes, a través de procedimientos que garantizan una investigación adecuada de los hechos, y el respeto de los derechos de las víctimas y de los acusados. Nada justifica que se violen esos derechos básicos. Se ha discutido mucho de los problemas del sistema judicial para garantizar estos principios. Sin embargo, no se habla suficientemente sobre las prácticas sociales ni de la cultura política que impulsan y alimentan tales falencias.

Resulta hipócrita rasgarse las vestiduras, como se está haciendo ahora, sobre la irresponsabilidad de los jueces y fiscales que condenan a inocentes sin pruebas suficientes sin reflexionar, también, sobre la tendencia generalizada de designar culpables sin esperar las investigaciones correspondientes; el uso de los "procesos judiciales" como armas contra los adversarios políticos, o la competencia por aumentar penas de cárcel sin medir las consecuencias, ¿De qué presunción de inocencia estamos hablando cuando gran parte de la opinión pública no descansa hasta ver enmanillado al "malvado" de turno? ¿O para la cual cualquier medida sustitutiva es un arreglo o una muestra de debilidad del sistema? Eso no evita que muchos de los inquisidores pongan cara de compungidos cuando se informa que el 70% de reclusos no tiene sentencia o que el hacinamiento en las cárceles supera el 300%.

Un botón de muestra de que aprendemos poco de estas tragedias humanas: sin saber con precisión los errores que se cometieron en la aplicación del Proyecto Bolivariano

El complejo debate del Código del Sistema Penal no está libre de tensiones y debe ser tratado sin apuros, máxime tratándose de una normativa que, de ser bien administrada, podría activar de una vez por todas la tan esperada reforma judicial. El proyecto, que tiene un conjunto de artículos y disposiciones transitorias, debe comenzar a cobrar notoriedad pública a partir de los ajustes a la regulación sobre el aborto y, el pase de asuntos civiles a militares.

La posibilidad de que la entidad verde olivo no se subordine institucionalmente a la Fiscalía en el ámbito de las pericias sobre los delitos debe elevar varias alertas entre los uniformados, aunque luego ese ajuste fuese desechado. El Ministro de Gobierno debe asegurar que no exista en el país ninguna institución que pueda asumir el papel policial en las pesquisas criminales; valorar además su capacidad y presencia a escala, junto a su formación científica para poder esclarecer delitos que golpean a víctimas particulares y al Estado. Los militares, deben estar en los cuarteles, haciendo su labor de patria

Este nuevo punto de debate sobre el sistema penal- militar deja una reflexión que apunta a la urgente necesidad de fortalecer las instituciones, con la perspectiva de frenar la injusticia, un flagelo que carcome a nuestra sociedad.

Cuando los pueblos adquieren su independencia política, liberándose de dominios impuestos por la conquista y por la fuerza de las armas, lo primero que buscan es vivir en libertad y luego gobernarse con imperio de la justicia. Muchos han comprobado lo difícil y hasta imposible que es vivir sujetos a dominios políticos, económicos, sociales o de cualquier naturaleza porque sin el goce pleno de la libertad todo se hace difícil, los caminos de vida, desarrollo y crecimiento se hacen escabrosos. Adquieren condiciones de gravedad las políticas ideológicas impuestas por acción de regímenes totalitarios que buscan avasallar a los pueblos, es decir esclavizarlos o convertirlos en siervos que obedezcan humilde y ciegamente las imposiciones de regímenes que detentan poderes que nos les dan las leyes ni la moral.



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Emiro Vera Suárez

Profesor en Ciencias Políticas. Orientador Escolar y Filósofo. Especialista en Semántica del Lenguaje jurídico. Escritor. Miembro activo de la Asociación de Escritores del Estado Carabobo. AESCA. Trabajó en los diarios Espectador, Tribuna Popular de Puerto Cabello, y La Calle como coordinador de cultura. ex columnista del Aragüeño

 emvesua@gmail.com

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