La clase trabajadora… y la dictadura del proletariado

La transición del capitalismo a la sociedad comunista es la dictadura del proletariado, esto es Marx y Engels. La dictadura del proletariado es el control del Estado por la clase obrera para realizar los cambios estructurales en la sociedad dominada por el capitalismo.

La clase obrera es el obrero consciente de su clase social, es decir, que sabe que pertenece a una clase social explotada y que ve en esa realidad una historia de dominación. Y piensa que en una sola solución posible para su angustia, dice algo como que "hay liberar a toda nuestra clase social acabando con el sistema de clases, hay igualar a toda la sociedad bajo unos mismos principios y en una sola justicia".

Es así como el obrero, en su tiempo de luchas reivindicativas, dedica también otro tiempo para estudiar y comprender la mejor manera de realizar esta liberación; para organizar la sociedad y saber sobre qué principios y valores hay hacerla.

La clase obrera es un producto intelectual, es cierto, pero también un producto social, recordemos la Comuna de Paris. Entre los dos se forjó el líder obrero, el líder campesino, el líder revolucionarios, fundiéndose la práctica social de los pueblos con sus mejores teóricos. Ese líder ahora se nos extravió (y lo eliminaron) en el camino, y ahora no está al mando.

Por eso, hablando muy en serio, creo que debemos empezar todo de nuevo. Porque, quizá, sea más sencillo ahora…

…Porque antes debíamos aprender a leer y a escribir y enseñar a los otros hacer lo mismo; antes debíamos alimentarnos bien así tuviéramos que robar para poder estar sanos y poder entender las lecturas, las cuentas, las trampas de los patronos; antes era un deber como revolucionario mantenernos sanos y cuidar la salud de nuestros compañeros y enseñar a los más pobres hacer lo mismo; porque supimos que un pueblo débil y enfermo no aprende otra cosa que a vivir, ¡Y vaya que hay maneras y maneras de vivir! (De vivir, no a sobrevivir, porque sobrevive el que conoce una sola manera de vivir, pero si te acostumbras… puedes vivir de cualquier manera).

Antes era más difícil leer y entender, había que hacerlo en grupos. Lo más sencillo para lograr eso era a aprender a leer y leer bien practicándolo sobre temas de interés común, como una comunidad interesada, como "clase", sin que supiéramos entonces qué era una clase social. Antes teníamos que leer todas las noches después del trabajo (y de la cena, si la había); teníamos que estar muy unidos.

Como líderes bisoños, aspirantes a comunistas, empezábamos nuestro trabajo con pocos (Ana la maestra y jefa del grupo nos dirigía a todos, Laura la enfermera, Manuel que trabajaba en una metalúrgica en Boleíta, Richard el estudiante, José, un obrero jubilado, que aprendió a leer con nosotros junto a su mujer) Todos trabajando, unidos en la idea de entender aquello de la "conciencia de clase" de la cual nos habló por primera vez Ana, la maestra, y saber o descubrir cómo practicarla, "si no hay café para todos no hay café para nadie" –decía- . Comentábamos las noticias de la prensa y los abusos del presidente del municipio, los reclamos estudiantiles, y a la vez teníamos que obligarnos para los demás, había que motivarlos, interesarlos en lo que hacíamos, borrarles el miedo, despertarlos mientras nosotros mismos despertábamos.

Antes todo era más difícil...

Todo el mundo temía al amo sin saber por qué, como un atavismo manifiesto en su personalidad. En esos barrios de Dios solo había que cuidar que nadie creyera en el encanto de la lotería y de la traición. Aprendimos a costear nuestras pequeñas cosas de manera compartida, en el medio de la envidia y la traición.

Así llegamos, con mucha modestia, a conquistar nuestras primeras victorias políticas. Supimos reclamar nuestros derechos ciudadanos o humanos, o los dos de un solo golpe. Fuimos capaces de paralizar el tráfico de nuestra calle principal del barrio, todo un día. Porque quisimos hacernos sentir. Que los ricos y burócratas supieran que los pobres no éramos animales y que también pensábamos en sociedad, como una "clase consciente", ante todo. ¡Que el Municipio arreglara las cloacas y las calles del Barrio! Y que pensara en nuestra salud, no nada más en nuestros votos y en nuestro trabajo animal.

Y así fue. Pero no sin que los estudiantes fuéramos apresados, y que fuéramos golpeados casi todos por la policía. Sin embargo conocimos la victoria. Pudimos ver como el grupo se multiplicó y perdió miedo, sobre todo cuando esos mismos vecinos y policías que nos agredieron, terminaron sorprendidos de nuestro valor e invitándonos hablar "como gente civilizada", en nuestro propio terreno y en nuestro propio idioma….

Antes era más difícil porque había que ser cautelosos con los enemigos, con los aprovechadores oportunistas, con la policía política y sus espías. Había que saber leer entre líneas, leer los gestos, buscar la verdad, la misma verdad con la cual nos entregamos a nuestra causa social y de la cual ya estábamos acostumbrados…

…Pero, hay que empezar a andar todo de nuevo.

La gente no quiere leer, a pesar de que casi todos saben leer, escribir, sumar, restar, dividir y multiplicar; la salud no importa, siempre y cuando haya inversiones en dólares. Nuestra gente, mal educada, contaminada de publicidad y consumismo, tiene que estar a punto de la muerte para interesarse algo sobre triglicéridos, cirrosis y diabetes; ahora que aprendimos a satisfacer el hueco sin fondo de nuestras insatisfacciones ancestrales, como pobres hambrientos, ahora que sabemos que podemos llenar el estómago siempre que la publicidad obligue y beber todos los días. Es un rasgo de distinción social y nada más. Pero, a pesar de todo, hoy abunda la publicidad y escasean los productos de consumo ¡No vamos a estar nerviosos y angustatiados!

Ahora, cuando leer, estudiar, trabajar, o tener un espacio para conversar es más sencillo, ya no queremos comprender de qué se trata la revolución socialista y de qué se trata eso de "consciencia de clase", la vida, la muerte, el dolor, nada de nada, preferimos en cambio las emociones y sensaciones fuertes, distraernos siempre y si fuera posible hasta dormidos.

Ahora un obrero es tan igual a un capitalista que sabe cómo vender sus servicios, en el mercado sindical, al mejor precio. Ahora ser empresario capitalista es un mérito de "esfuerzo y trabajo" que debe ser imitado por todos. (No en vano Luis Miquelena de obrero del calzado llegó a morir como El Empresario Luis Miquelena).

Ahora la gente no quiere saber nada del vecino, a pesar de que casi todos tiene donde vivir, y viven en espacios comunes; nadie tiene tiempo para conversar sino de calumniar y chismosear. Ningún líder estudiantil estudia por el goce y la necesidad de conocer de dónde venimos y para donde podemos ir, solo busca halagar al líder en el poder; nadie quiere aprender nada que no represente dinero (y en mucha cantidad); ningún líder obrero o estudiantil sabe qué es eso de "conciencia de clase", que es el marxismo, el socialismo el comunismo, ni le interesa mucho saberlo si lo tuviera que aprender, a pesar de los discursos.

Hoy, aunque parezca extraño, tenemos mucho más cosas que antes pero somos más nerviosos que antes, más angustiosos más desesperados; tememos al ladrón y al asesino pero codiciamos lo que no tenemos… y por ese motivo nos hemos hecho más intolerantes con la humanidad; preferimos a los perros.

Somos más prejuiciosos con nuestros iguales. Creemos que somos muy diferentes de los vecinos y los juzgamos en privado: nos hemos vueltos más chismosos y menos comprensivos.

Dejamos de ser humildes porque tenemos casa, y creemos que nos la merecemos; se nos olvidó muy rápido que esa oportunidad de oro nos la dio Chávez y su conciencia –lo demás es paja-.

Estudiamos y no sabemos por qué estudiamos, ni no cómo eso fue posible; perdimos la memoria, pero tampoco sabemos por qué la perdimos; conocemos algo de la historia de Venezuela, pero no podemos seguir la historia de esta revolución; padecemos de una especie de senectud social, recordamos lo lejano y se nos olvida lo inmediato.

Ahora tenemos un presidente que vaciado de todo sentido existencial, ha hecho del idioma y de la lengua la representación de su desmemoria; culto a la ignorancia.

Nos da tristeza que ahora sea un líder venezolano quién haga gala de la ignorancia, impúdicamente –creyente él en todos los valores pequeñoburgueses- del desprecio al idioma y a la lengua, solo porque se le da la gana que eso es revolucionario. Compararlo con José Martí es suficiente para entender su vacuidad...

Antes, cuando mandaba la socialdemocracia adeco copeyana todo fue mucho más difícil, es cierto. Pero ahora, que tenemos universidades, computadoras, viviendas, fábricas, parques, puentes, una Caracas "bien bonita"; festivales y conciertos gratis, festivales de teatro, ferias de libros, de música, de turismo, perdimos humanidad.

Somos una revolución que estamos comiéndonos, con desespero, las lentejas; hambrientos, insaciables, sin pensar cómo y de qué nos vamos a alimentar mañana; que no aprendimos nada de la historia, de nuestra memoria, de nuestra tradición, es decir, a vivir de nuestro sueños y pelear por ellos.

Por eso creo que hay que empezar de nuevo y desde cero.

 



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Héctor Baiz

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