Cinco dimensiones del socialismo bolivariano

Seguir construyendo el socialismo bolivariano del siglo XXI es el segundo objetivo histórico del Plan de la Patria del comandante supremo, Hugo Chávez. Idea que concibió inicialmente en El Libro Azul (1992) como el proyecto nacional Simón Bolívar, dentro de un proceso evolutivo de signo profundamente transformador. En aquel entonces Chávez trazó un árbol ideológico y político erigido sobre tres raíces fundadas en el pensamiento preclaro de Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora; y que ahora continúa creciendo en cinco dimensiones socio-históricas:

Dimensión Ontológica: El socialismo bolivariano se centra en el ser humano, en el humanismo; no en ese humanismo bobalicón pensado por ciertos socialistas utópicos del siglo XIX, congeniados con el positivismo que se iniciaba en para fortalecer al capitalismo europeo. Humanismo que luego fue considerado por las corrientes socialdemócratas hasta el día de hoy, para intentar avenir el capitalismo con el socialismo; determinación absurda y contranatural que ha pretendido por años, fusionar dos modelos totalmente antagónicos.

En esta dimensión ontológica, construir el socialismo bolivariano pasa además por darle connotaciones diferentes a los conceptos de política, economía, cultura, independencia, libertad, ciencia, tecnología, territorialidad, geopolítica, sociedad, propiedad, ciudadanía; nuevas concepciones enraizadas y contextualizadas a nuestra realidad socio-histórica, obviamente concebidas con total alejo de aquellas que por décadas ha sostenido el modelo capitalista de padecimiento individual y social con instrumentos de opresión y dominación.

En otras palabras, establecer un entramado conceptual que fundamente al socialismo bolivariano sobre la base de crear a una mujer y un hombre en comunidad, encausados hacia la liberación de sus fuerzas internas, de manera tal que salgan de lo meramente individual, para potenciar sus capacidades de pensar, de inventar y de crear sus propios modos de existir, en interacción constante con sus semejantes (El Libro Azul). Asimismo, en una sociedad solidaria con emergentes perspectivas sobre la vida, el trabajo, la educación, la cultura; que no sólo les permita ir conformando espacios políticos propicios para el entendimiento y la convivencia, sino también para desarrollar de manera armónica y con estética otras formas de interactuar con trascendencia social, consultarse entre sí e interrelacionarse con la naturaleza.

Por ejemplo, enraizar tal realidad socio-histórica en el significativo señalamiento de Bolívar plasmado en el discurso de Angostura (1819): "nuestro pueblo no es el europeo ni el americano del norte, que más bien es un compuesto de África y América, que una emanación de la Europa". Ahí está la cultura indígena de nuestros ancestros como civilización originaria que data 15 siglos; siempre referida a la naturaleza, imbricada en una religión politeísta con un conjunto de valores profundamente humanos y ecológicos para compartir costumbres y tradiciones con la actividad alimentaria, laboral y recreativa.

Las expresiones estéticas y espirituales de los pueblos indígenas abarcan desde la creación cósmica de la mitología ancestral, la literatura de origen oral, la música con instrumentos autóctonos y hermosos cantares. El pensamiento cosmogónico de los indígenas lo revelan con gran poder esotérico mediante proyecciones terrenales, míticas, simbólicas; cargadas de poesía, metáforas, con sabiduría ancestral y expresadas mediante cantos, percutiendo instrumentos sonoros, sacudiendo pequeños cristales (wirikis), o fumando tabacos y pipas. Las imágenes de tan fascinante pensamiento religioso las refieren a múltiples deidades contrapuestas que se debaten entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte, entre la luz y la oscuridad; una existencia de las cosas que transcurre en oposición permanente, como lo imaginó el filósofo griego Heráclito de Efeso, buscando el equilibrio a partir de la lucha como fuente de vida, similar a los procesos de la dialéctica crítica señalada posteriormente por Federico Engels.

Por su parte, los esclavos negros llegaron al continente americano a partir del siglo XVI, provenientes de África occidental; ingresando a Venezuela para trabajar en minas y haciendas, trayendo su hermosa cosmogonía basada en el culto a los Orishas alusivos al sol, la luna, la tierra, el fuego y el rayo, y a la curación; con ritos, música rítmica y danza, elaboración de esculturas, artesanía y objetos personales en madera y metal. Adorando asimismo a los espíritus protectores. En África los pueblos viven en aldeas comunitarias, cohabitando en chozas rectangulares o redondas con techos de palos y paja, algunas multifamiliares separadas con tabiques de barro, provistas de cercados para resguardar el ganado; mientras la caza y el cultivo de cereales, tubérculos y leguminosas, son compartidos con la cayapa.

El mundo mágico, pleno de sabiduría, historias, leyendas y mitos, lo trasmiten dichos pueblos con la oralidad, gestos y un sinnúmero de expresiones audiovisuales como la mascarada y el babalao. En África ecuatorial, de dónde provino la mayoría de los esclavos, se conforman consejos de sabios presidido por un jefe religioso; donde acuerdan la organización con sagrado espíritu igualitario y fraterno, de los asuntos políticos, socioculturales, laborales y comerciales con los excedentes agrícolas, productos artesanales, pieles y minerales.

Concluyendo que, al igual que nuestros pueblos originarios de América, los de África han practicado por siglos el modelo humanista y socialista en el desarrollo de las relaciones de interacción económica y sociocultural; y que debemos tomar muy en cuenta en la construcción del socialismo bolivariano del siglo XXI.



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Sergio García Ponce

Ex-vicerrector de Desarrollo Territorial de la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV).

 sagarciap@yahoo.es

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