"El arado y el mar"

El día que el guerrillero "Pica Piedra" salvó el honor de la Revolución

Cuando la teoría está ausente, sólo el coraje puede salvar el honor de la Revolución. Este cuento, que es historia viva, nos ilustra los días que vivimos.

"El Pica Piedra", de nombre legal Chirinos, descendiente de José Leonardo, siguiendo la tradición, se alzó en armas en las montañas de Iracara contra la cuarta república. Al cabo de unos años, la dirección pequeñoburguesa de aquella gesta entró en dudas sobre la viabilidad del esfuerzo, entonces convocó a lo más destacado de la insurgencia a una charla que daría un profesor de Economía de la universidad. Éste desmostró, con gráficos y curvas, que la Revolución no era posible, que lo sensato era bajar de la montaña y volver a la lucha dentro de la democracia burguesa. Aquellos combatientes hediondos a humo, monte y rebeldía, desconcertados por la charla del erudito, no encontraban qué responder. El desconcierto pronto se transformó en impotencia, el espíritu de derrota se apoderó de aquellos muchachos, no había quién respondiera, nadie allí tenía el conocimiento, la teoría, para rebatir al profesor…

Hasta que "el Pica" Chirinos saltó sobre una mesa improvisada que presidía la reunión de los guerrilleros y apuntando amenazante al profesor con un dedo le gritó: "Mire, yo no tengo el conocimiento para demostrarle que Ud. está errado, pero tengo la fe de que la Revolución siempre es posible, y como argumento ahora mismo le voy a dar una zurra". La reunión se suspendió, el profesor abandonó el campamento escoltado, y los guerrilleros durmieron esa noche tranquilos y riendo por el triunfo de "el Pica", por la victoria de la fe revolucionaria. Después de un tiempo todos bajaron derrotados.

"El Pica" se hizo legendario, durante muchos años se repetía el cuento, servía para ilustrar que es necesario el coraje y la fe para la Revolución, pero que no es suficiente, el coraje, solo, no gana guerras. Además, son necesarias la organización y la teoría, Revolución sin teoría es como arar en el mar, no es transformadora, no es victoriosa. Este cuento toma vigencia porque ahora estamos en una situación similar. Veamos.

Después del asesinato de Chávez, a la Revolución la arropó el desconcierto, y en ese desconcierto prosperó la traición: su legado fue falsificado, sus partidarios fueron defenestrados uno a uno, la épica fue cambiada por el pragmatismo, el camino fue torcido hacia el pasado. Ahora lo importante es permanecer a costa de todo, hasta de entregar la Patria al capitalismo internacional, se olvidó la Soberanía, el territorio de la Patria se vio herido por la extraterritorialidad que llamaron zonas especiales, las fronteras fueron corridas como quien movía una cerca en el llano de Páez.

Se argumentó, como el profesor aquel del cuento de "el Pica", que no era posible la Revolución, que ahora los capitalistas no eran malos, que los chinos son buenos, que tienen bancos, empresas que funcionan con mano esclava y contaminan como nadie en el mundo… pero son buenos, que las miles de compañías americanas y europeas que allí están no explotan, se portan bien… Que Chávez se equivocó, que le faltó pragmatismo.

Muchos se desconcertaron, callaron, se dejaron llevar por la corriente, aprobaron. Pero muchos se subieron a la mesa como "el pica", con más coraje que ciencia. Unos fueron bajados de allí con represión, otros con seducción, y quedan unos pocos que aún señalan con el dedo todas las semanas la deformación de la Revolución. Estos valientes, garrote en mano, que recuerdan y nos hacen recordar al Comandante, no deben transformarse en leyenda de dignidad como "el Pica", ya sabemos que no es suficiente; deben organizarse, construir vanguardia redentora y estudiar la teoría que guíe la acción revolucionaria de las masas, deben convertirse en líderes que garanticen que el sueño de Bolívar y Chávez no será pospuesto nuevamente, como en San Pedro Alejandrino, que no será reducido a homenajes en el Cuartel de la Montaña, que Chávez volverá a la calle a pelear por el Socialismo, contra los oligarcas y los reformistas. Ese es el reto.


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Toby Valderrama y Antonio Aponte

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