Nicolás: 100 días contra la corriente

No, no se trata de presentar cifras estadísticas que pueden servir para evaluar 100 días de trabajo con eficiencia y honestidad al lado de la gente, en la calle. No se trata, simplemente, de mejoras sustanciales en la infraestructura nacional, el impulso de programas sociales, la lucha contra la corrupción y la atención directa a las demandas más urgentes de los distintos sectores de la sociedad venezolana.

Se trata, más bien, de una evaluación que tiene implicaciones profundamente políticas y sociales porque está en juego el avance de la Revolución Bolivariana. Son 100 días cargados de dificultades que hicieron necesaria una lucha permanente para derrotar planes desestabilizadores y garantizar la estabilidad democrática y el respeto a la institucionalidad consagrada en la Constitución Bolivariana.

Recordemos que, luego del anuncio de los resultados electorales, Capriles convocó abiertamente a la violencia contra las instituciones y provocó ataques contra los centros dispensadores de salud, asalto a las sedes del PSUV y el asesinato selectivo de dirigentes del chavismo. Se acentúo la campaña mediática para desprestigiar el país ante el mundo con el apoyo de las grandes corporaciones de la comunicación.

Los resultados electorales se convirtieron en una excusa para acelerar el plan desestabilizador con el objetivo inmediato de deslegitimar la institucionalidad democrática. Los reclamos ante el CNE solo buscaban quitarle fuerza institucional al Poder Electoral para deslegitimar cualquier actuación posterior (como por ejemplo el 8D) y al mismo tiempo deslegitimar a Nicolás Maduro como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela.

Otro aspecto del plan desestabilizador buscaba socavar el respaldo de los sectores populares al Gobierno Nacional y resquebrajar su identidad con la Revolución Bolivariana, desmovilizar las organizaciones sociales para debilitar el poder popular y neutralizar la fuerza movilizadora del chavismo como expresión mayoritaria de la sociedad venezolana.

En consonancia con el plan desestabilizador, las empresas que aún mantienen el control monopólico de la producción y distribución de alimentos redujeron los niveles de producción y algunas paralizaron su actividad. Impusieron un descarado acaparamiento que provocó una escasez artificial y desató la especulación de una manera tan brutal que la inflación parecía incontrolable. Largas e improvisadas colas en búsqueda de alimentos comenzaron a generar una angustia colectiva que podía conducir a la desconfianza.

Durante estos 100 días, Nicolás Maduro ha librado una dura batalla por la estabilización institucional del país. Una batalla por preservar el legado del Comandante Chávez y garantizar el impulso del “Plan de la Patria” como instrumento para darle continuidad al proceso transformador del país. Una batalla al lado de la gente con la política del “Gobierno de Eficiencia en la Calle” como mecanismo de participación activa de los ciudadanos en los asuntos públicos y atención directa a los problemas inmediatos y mediatos de la gente. En la lucha contra la corrupción se pueden mostrar resultados y voluntad inobjetables.

Más allá de los objetivos alcanzados durante estos 100 días, hay algo que no puede figurar en las estadísticas y quizás sea el mayor logro de este gobierno, me refiero al hecho indiscutible de haber derrotado el plan desestabilizador y frenar el escepticismo y la desesperanza que se estaba generando luego de la muerte del Comandante Chávez.

Son muchas las tareas pendientes. El tema económico deberá ocupar la atención requerida para encontrar novedosas respuestas que permitan el equilibrio posible para garantizar los cambios necesarios.

Nicolás Maduro y su equipo de gobierno han recorrido 100 días sin precedentes en la historia contemporánea de Venezuela. No es cualquier cosa sustituir el liderazgo del Comandante Chávez. 100 días nadando contra la corriente con la sana convicción de que un enorme reflujo social nos dará el impulso para marchar airosos hacia el objetivo estratégico. No todos arribarán, muchos se quedarán en el camino, pero solo tomar parte en este movimiento con honestidad, voluntad y esperanza nos puede dispensar la satisfacción necesaria para mantener la confianza en la posibilidad de construir una Patria donde todos podamos vivir con dignidad…una Patria socialista…



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Darío Morandy


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