El Pacto de Azufre

¿Quién iba a pensarlo? Tú, Elías, el consentido del Presidente Chávez, aquel muchacho irreverente y comunista en tus tiempos de estudiante de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales en la Universidad Central de Venezuela (UCV), quien desde 1999 ha ocupado todas las funciones posibles y responsables en abolir las “viejas estructuras”, sin duda, quedarás marcado por la historia como el firmante del Pacto de Azufre.

Comenzaste desde aquel “congresillo” cuya única finalidad era liquidar el último reducto de la cuarta república, es decir, el extinto Congreso Nacional (elegido en 1998), y por supuesto, incompatible con la democracia que se prometía pare ese entonces a partir de una nueva Carta Magna. Aunque hay que advertir, Elías; si algo quedó “vivito y coleando” de esa vieja estructura parlamentaria, fueron los altos salarios, emolumentos y privilegios para sus integrantes. Jamás te salió una idea como “constituyente” para que tales cargos tuvieran responsabilidades honoríficas; es decir, trabajaran gratuitamente, por verdadero amor a la Patria. ¡Ni de vaina! Esa consigna ad-honorem, de trabajo social, sólo fue reservada para los pendejos. Allí comenzó el Pacto de Azufre.

Después, apreciado Elías, fuiste el verdugo en la liquidación del latifundio (mucha tierra en pocas manos) en Venezuela. Ciertamente, aquí el Presidente Chávez te brindó todas las herramientas para que acabaras con la injusta distribución de la tierra; parcialmente lo lograste. Sólo que tu paso por el Instituto Nacional de Tierras (INTI) y creo que también como Ministro de Agricultura y Tierras, permitió la creación de los minifundios (poca tierra en muchas manos), porque las grandes reservas de esa tierra quedaron en manos del Estado, es decir: El Pacto de Azufre. Incluso, amigo Elías, ahora es que tiene vigencia aquel texto de Miguel Acosta Saignes, escrito según su propio protagonista, en la clandestinidad hacia mediados de 1937, y como bien debes saberlo, lleva por título, Latifundio. ¡Qué ironía! Hoy, hasta las caraotas del pabellón criollo, nuestro otrora plato típico, deben ser importadas.

Asimismo, Elías, a nuestros humildes y empobrecidos campesinos los arreglaste con la entrega de algún tractor, el cual nos consta, en muchos casos ni siquiera sabían operar; y peor aún, no tuviste ni la idea, así como ninguno de tus “asesores” de explicarles cual debería ser el pensamiento socialista de la tierra. Hasta recuerdo una vez a Chávez, cuando en una de sus alocuciones habría preguntado a uno de esos campesinos cómo le había ido con la siembra desde la entrega del tractor y su crédito (los cuales también se diluyeron sin producción agrícola), y el modesto campesino palabras más, palabras menos, habría respondido: “Muy bien Presidente. Ahora no siembro nada. Alquilo el tractor por tantos miles de bolívares diarios y me va mejor”; razón por la cual, suponemos la cólera que habría tenido el Presidente (similar a la de Cristo con los mercaderes en su templo), al punto que ordenó la confiscación del tractor al supuesto beneficiario, y con ello, pues la reprenda pública de ignorantes y flojos a sus ministros. Nuevamente, Elías, el Pacto de Azufre se vio consolidado por las prácticas improvisadas de gestión e ineficiencia pública. Bien habría dicho García Bacca que podíamos tener el mejor de los líderes, pero si éste aventajaba en 20 o 30 años en su pensamiento a sus “colaboradores”, y éstos no tomaban iniciativa en reducir esa brecha pensativa, jamás alcanzaríamos el desarrollo.

Irónicamente, Elías, si alguna figura siempre estuvo no sólo cerca de Chávez, sino que siempre ha estado en el Alto Gobierno has sido tú. Empero, cómo generar tantas contradicciones con tu discurso contra-imperialista, el cual en la praxis siempre ha sido muy endeble. Has hablado de “derechas o izquierdas” como el uso que se hace del papel higiénico; es decir, atacas con tales descripciones sin fijar una posición exacta. Hoy eres apolíneo. Mañana dionisíaco. Con razón Vattimo, analizó nuestro problema de pobreza rural desde una visión de los “sin polis” (filosofía aristotélica); planteando El Sujeto y La Máscara, a lo cual agregaría que dentro de la Revolución Bolivariana parecieras diluirte con tu imaginario en ese Azufre, en las mismas proporciones en que Chávez lo mencionaría en aquel deslumbrante, enérgico y preciso discurso en la sede de la Organización de Naciones Unidas.

Lo anterior se desprende, Elías, cuando recuerdo como en tiempos de lluvias en nuestro país, me traiciona la memoria si fue en 2010 o 2011 (eso es secundario), ante las pantallas de televisión agradeciste a Berlusconi (dijiste su nombre en primera persona, con una sonrisa sarcástica) por el envío de materiales de ayuda para nuestro país. ¡Dios! Sabiendo las condiciones fascistas, corruptas e incluso denuncias por parte de adolescentes y mujeres contra este señor, no pudiste agradecer en tercera persona hablando del gobierno de Italia o a su pueblo. ¡No! Refrendaste tu ideología cual Pacto de Azufre; verbigracia, no me importa quién seas, puedes ser mi “antítesis ideológica”: Si me reconoces, yo te reconozco, más allá de los desmanes cometidos o los abusos ejecutados contra pueblos enteros.

Elías, si bien pudiera comprender que todo lo dicho deja en evidencia que a estas alturas de la historia, motorizados por una tecnología y un pragmatismo desbordante, el discurso de izquierda y derecha política no existe, cuando menos en la praxis (es evidente su existencia teórica) jamás hubiese pensado que tú, cual contra-imperialista declarado, fuese a dar la estocada final del pensamiento de quienes todavía hablan de la “izquierda revolucionaria”. Supongo, Elías, que en tus estudios en la UCV, fuiste uno de los primeros en rechazar el noúmeno kantiano como fuerza de la moral y posteriores forma de pensamiento, o mejor dicho, que no comulguen con lo que puedas pregonar; pero hoy te has convertido en cual Wittgenstein (situación no condenable, porque el pensamiento también evoluciona) en virtud que al estrechar las manos del actual Secretario de Estado Norteamericano, John Kerry, has negociado el Pacto de Azufre; es decir, ya no me importa nada, al final solo soy contra-imperialista de palabra. ¡Total! qué sabroso es visitar el Imperio mismo, o en su defecto el “viejo continente” siendo Canciller. El ejercicio de mi gobierno requiere del suyo para mis “negociaciones internacionales”.

De todas formas, Elías, aún te queda otra tesis, aquella que Entralgo explica en su Historia de la Medicina, y quien rescatando los textos esenciales de Paracelso, nos señala que el azufre junto con el mercurio y la sal, son los elementos que representan la trilogía, el oxigonio de las fuerzas esenciales de nuestro cosmos. Habría que preguntar: ¿Cuál es el nuevo cosmos de la Revolución Bolivariana? ¿El mentado socialismo inexistente o mejor dicho en “construcción”? ¿El continuismo de un fracasado Capitalismo de Estado? ¿O los indicios que comienzan a verse de una política económica liberal como mecanismo de “rectificación” o supervivencia política?

Elías, si bien ya venías siendo el ejecutante del Pacto de Azufre, tu discurso contra-imperialista se ha agotado. La praxis de la política se convirtió en subalterna de tus principios “socialistas”. Ha quedado en evidencia que en la práctica de los gobiernos, la izquierda no existe como tampoco la derecha, más aún en tiempos de turbulencias sociales, políticas y económicas. Fuimos a “dialogar” con “El Diablo” y lo encontramos. Por ahora, ese “Diablo” pudo más que la lucha contra-imperial dejada por el Legado de Hugo Chávez y quienes se han declarado como sus “hijos”. Se ha sellado el Pacto de Azufre.



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Javier Antonio Vivas Santana

Más de 6 millones de lecturas en Aporrea. Autor de la Teoría de la Regeneración del Pensar. Dr. en Educación (UPEL). Maestría en Educación, mención Enseñanza del Castellano (UDO). Lcdo. en Educación en las menciones de Ciencias Sociales y Lengua (UNA). Profesor de pre y postgrado tiene diversas publicaciones y ponencias internacionales acreditadas y arbitradas por editoriales, universidades e instituciones de España, Rusia, Estados Unidos, Alemania, Francia, y naciones de América Latina.

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