Dilemas y decisiones pendientes en el chavismo

¿Quién decide? Aun en el supuesto de que hay un solo chavismo, hay que reconocer que hay varios frentes y niveles, entre los cuales debiera haber confianza y coordinación, además de un intercambio productivo de pareceres y observaciones. Me refiero a a) el gobierno, el gabinete, la dirección del PSUV; b) las bases chavistas; c) los partidos y demás organizaciones aliadas. La unidad debe basarse en la escucha, en el procesamiento adecuado de las discrepancias y diferencias, en el diálogo interno y el buen tratamiento de todos los sectores y opiniones. Nada de estigmatización, de persecuciones, de descalificaciones. Bienvenida la crítica. Las decisiones deben hacerse lo más democráticas posibles, sin caer en un democratismo, porque también hay urgencia en las decisiones.

Primer dilema: política de alianzas, compromisos y negociaciones. Siguiendo pasos metodológicos que vienen de la época de Mao Tse Tung, hay que estar claros en cuál es el enemigo principal, cuál es la contradicción principal. El primero, es obvio, es el imperialismo y sus agentes internos: la dirigencia de la MUD y, dentro de ella, el sector más extremista: Primero Justicia, María Corina, etc. La contradicción principal se refiere al reconocimiento de la institucionalidad, de los resultados del CNE, del presidente Maduro. Lograr reconocimientos, aun los más hipócritas, es una ganancia que va aislando el núcleo principal de la oposición y al gobierno norteamericano. Allí se enmarcan todas las conversaciones con los grandes burgueses (Mendoza, Cisneros, gremios empresariales, Iglesia) que se han dado y se seguirán dando. Se entiende que con esto no se avanza al socialismo; pero sí se logra estabilidad política para sostener las trincheras ganadas en el poder constituido.

Segundo dilema: las 3 R; corregir sobre la marcha; seguir pa´lante. El gran vicio de estos 14 años de gobierno bolivariano es no haber hecho balances de los planes, del rendimiento de los funcionarios y cuadros, no haber ido hasta el final en las revisiones, las rectificaciones y los relanzamientos. Por supuesto, no podemos paralizar la acción de gobierno; pero hay que entender que hay problemas de fondo, importantes, que ahora salieron a la superficie, y se hacen urgentes. Por ejemplo: las empresas nacionalizadas que han fracasado bajo la administración estatal, la cuestión de nuestra dependencia tecnológica, la acentuación de nuestro rentismo, el problema de la seguridad, del abastecimiento. Pero sobre todo, el atraso señalado por el Comandante Chávez: la construcción del Poder Comunal. Hay que “apagar incendios”; pero hay lograr que, al apagarlos, podamos preparar el terreno para la siembra de la “democracia sin fin” en la que insistió el Comandante.

Tercer dilema: movilización de las masas, acción de gobierno, lucha de ideas. Hay que movilizar a las masas. Un campo propicio es la fiscalización de los precios, el control para evitar el acaparamiento. Eso exige la formación masiva de fiscales populares de INDEPABIS, por ejemplo. Hay que activar las actividades de formación política y de diagnósticos y propuestas, de verdad, verdad, llamando al contingente de intelectuales con la revolución, para que agencien esos nuevos proyectos. Tomarlos en cuenta. Hay una relación directa entre la movilización de las masas, la política comunicacional y el aporte de nuestros intelectuales. Ya basta de reservas a los académicos, científicos e intelectuales. Esta pelea es también una lucha de inteligencias.

Cuarto dilema: aceptar las reglas de juego democrático. Ya está bueno de denigrar de nuestra institucionalidad llamándola “burguesa”. Al contrario, hay que hacerla funcionar. Nuestra Constitución establece que hay un estado de Derecho y Justicia. Somos una democracia participativa. Si la derecha está desarrollando una estrategia de ocupar trincheras en la opinión pública, en la misma institucionalidad, preparar el revocatorio, participar en las municipales, etc. no debemos escurrir el bulto. No hay que temerle a pérdidas parciales. Hay que comprender por qué se producen. En todo caso, la responsabilidad sería nuestra: porque no supimos ser lo suficientemente inteligentes como para desarrollar una estrategia, una táctica, unas maniobras, unas acciones. Porque omitimos o cometimos errores en la eficacia, en la transparencia, en la eficiencia, en el trato, en el lenguaje. Asumir que el socialismo es una democracia sin fin, y ella implica el debate público, la victoria y la derrota circunstanciales, manteniendo una institucionalidad.

Una voluntad ante cuatro dilemas. Esta es la cuestión.


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Jesús Puerta


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