Potencia de fuego

"Un revolucionario blandengue, vacilante en los problemas teóricos y de estrechos horizontes, que justifica su inercia con la espontaneidad del movimiento de masas y se asemeja más a un secretario de tradeunion que a un tribuno popular, carente de un plan amplio y audaz que imponga respeto incluso a sus adversarios, inexperto e inhábil en su arte profesional (la lucha contra la policía política), ¡no es, con perdón sea dicho, un revolucionario, sino un mísero artesano!" (Lenin, ¿Qué hacer?)

Me habrán oído (o leído) ustedes repetir una y otra vez que sin victorias ideológicas no hay victorias políticas y que, por lo tanto, la de las ideas es, hoy por hoy, la batalla crucial. Claro que, para librar batallas hay que disponer de potencia de fuego, en este caso de pensamiento fuerte y potencia de análisis.

Sin embargo, asistimos a un escenario de muchas consignas y poco pensamiento, de lamentos ante la maldad del enemigo y escasa producción de ideas. La excepción, claro, está en el margen, pero no en los centros de dirección políticos. Digamos que los que dirigen no producen pensamiento, y los que piensan no dirigen. El problema es que para ser de verdad un dirigente hay que tener ideas dirigentes.

No se trata de disponer de talentos intelectuales extraordinarios. Como escribió Isaac Newton en una carta a Robert Hook en 1676, “si he visto más lejos es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes”. Y para analizar el capitalismo y superarlo, ya disponemos de esos gigantes. Lo que es absurdo es intentar partir de cero sin, no ya estudiar, sino ni siquiera leer las obras de Marx, Engels y Lenin.

Ir de “comunista” (y, lo que es peor, de “dirigente comunista”) sin haber leído El Capital, por ejemplo, es como hacerse pasar por médico sin haber leído ni un solo texto de medicina. Pero es que los hay que no han pasado del primer párrafo del Manifiesto Comunista. En cambio, no dudo que se hayan atiborrado de “neotextos” de tal o cual escuela, o de “manuales” pretendidamente de “divulgación”.

Si hablamos de “socialismo científico”, debemos tratarlo como lo que es, una ciencia. Y toda ciencia exige estudio. Enfrentarnos a las descomunales fuerzas del capitalismo y a los poderosos enemigos del socialismo en plan “amañados”, solo puede conducir a la derrota y al fracaso. Que es precisamente lo que ha ocurrido.

Evidentemente, no basta con la “munición” teórica para hacer las cosas. Digamos que la ciencia marxista son los cañones, pero que depende de nosotros apuntarlos con precisión. Lo que no es de recibo es que desechemos esa poderosa artillería y la sustituyamos con globos de colores o con simples insultos al enemigo. Mucho se van a asustar.

Si vamos en serio, vamos en serio. Lo demás es emporcar el campo de batalla.

tdr.santana@gmail.com


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Teodoro Santana


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