El actual proceso de cambios en la política social, en comparación con el rumbo neoliberal que trató de imponerse en Venezuela desde 1989, se justifica dentro de una estrategia de país y no por capricho de funcionarios o asambleístas; tal proceso, no sólo en la política social, sino en todos los aspectos de la vida en sociedad, debe causar los menores traumas y bloquear las mayores acechanzas de sus enemigos jurados, en lo económico: el neoliberalismo y en lo político, su aliado natural el fundamentalismo de derecha gobernante en los centros de poder mundial.
Saltar de un país subdesarrollado en todos los ordenes, donde ha imperado la mentalidad minera de desarraigo con la nación, el avance a un modelo de socialismo no definido, es como titubear en medio del río sobre avanzar, detenerse, regresarse o voltear hacia otro lado. Los cambios a nivel mundial hacia un sistema socialista, deben producirse y se producirán, por la misma inercia del crecimiento de la población, por la escasez de sus recursos y por la idiotez de los nuevos emperadores, pero en cuánto tiempo? Quemar etapas, sin una planificación de metas y con unos riesgos de aniquilamiento por los poderosos de siempre, no es sensato ni justo con quienes tienen esperanza en el proceso bolivariano.
En los países nórdicos, Noruega especialmente, hay fuerte renuencia para aceptar que el llamado “Estado Benefactor” que ha permitido que sus habitantes gozaran de un nivel de vida excepcional, se desmantele por políticas y políticos neoliberales, disfrazados de socialistas democráticos. Noruega es un país con menos de 6 millones de habitantes, petrolero, con unos sindicatos que no se han dejado pisotear como ocurrió en el resto de Europa. En estos momentos organizaciones noruegas que agrupan una cuarta parte de su población están en pié de lucha contra el neoliberalismo. Porqué además de las alianzas con pueblos del tercer mundo, no se busca el contacto y la experiencia de quienes han probado eficientemente un modelo que pretenden desmantelar las camarillas de políticos hedonistas que, al igual que en nuestros países, solo buscan sacar provecho personal de las supuestos modelos de modernización económica. El intento de descrédito del término “Estado benefactor”, por la intelectualidad neoliberal ha sido una de las puntas de lanza, publicitada por sus medios de comunicación, para destruir los logros de la población de los países mas avanzados económicamente, pero con todo su empeño lo han logrado en Europa solo parcialmente, pues temen ir a fondo por el “tsunami” que les puede resultar en su intento, como le ocurrirá en las próximas elecciones al titubeante señor que funge como primer ministro en Alemania, quien no sabe si ir a la derecha o a la extrema derecha en materia social.
La consolidación de un “Estado benefactor”, sustentado en el posesión de recursos energéticos que escasean y escasearán cada vez mas, a despecho de los pronosticadores de supuestas volatilidades, debía ser considerada como la primera etapa para lograr el avance con menos riesgos dentro del progreso humanista que se intenta en Venezuela. En vez de un paso atrás y dos adelante sería un paso adelante y punto.