¡Cuídate, España, de tu propia España!/¡Cuídate de la hoz sin el martillo,/cuídate del martillo sin la hoz!/ ¡Cuídate de la víctima a pesar suyo,/del verdugo a pesar suyo/y del indiferente a pesar suyo! (César Vallejo, 1892 - 1938)
España se halla en una debacle económica a pesar del rescate de 100 mil millones de euros que recibió para sanear el sector financiero y un espantoso plan de ajuste económico que aprobó el gobierno.
Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), todo ha sido en vano y la economía española retrocederá en el 2013 un 0.6 por ciento y el crecimiento del PIB (Producto Interno Bruto) estará entre el negativo y el 0.1 por ciento, por esa razón el país se convertirá, junto con Italia, en una de las principales amenazas para la economía mundial.
Tal es la desesperación del gobierno conservador y abiertamente derechista de Mariano Rajoy que hasta se olvidó de su ideología. Su ministro de defensa, Pedro Morenés declaró hace unos días que “Hugo Chávez siempre ha sido un gran amigo de España”, todo por el afán de venderle armamento y ganar algo de dinero para la industria nacional que se halla en serios apremios.
Ya nadie se acuerda de una declaración en 2008 del líder del Partido Popular Mariano Rajoy cuando él mismo dijo que “no queremos a Chávez ni a Castro, queremos a Merkel y a Sarkozy, que son los que nos apoyan”.
El apremio financiero hizo que el gobierno de Madrid, que hasta ahora ha sido incondicionalmente obediente a los Estados Unidos, ignorase sorpresivamente el veto que ejerció Norteamérica en 2005, denegando la licencia de venta de componentes fabricados por sus empresas para sus aviones que el anterior gobierno “socialista” de José Luis Rodríguez Zapatero acordó vender a Venezuela. El don dinero manda y hace olvidar todas las consignas ideológicas, especialmente en condiciones cuando el ministro de hacienda de España, Cristóbal Montoro declara que “no hay dinero”. Esta es la única razón para que Pedro Morenés autorice la venta de material y el equipamiento militar a Caracas.
La política neoliberal del anterior gobierno llamado socialista y su continuidad por el Partido Popular, que asumió la presidencia en 2011, entregando el poder a los bancos e ignorando la corrupción, llevó a España a una bancarrota financiera. El índice de desocupación subió a más del 25 por ciento y para los jóvenes, superó el 50 por ciento. Y pensar que hasta el 2010, cuando lo tocó la actual crisis, el país había disfrutado durante unos 30 años de una relativa prosperidad. Quién no se acuerda de las declaraciones del primer ministro Zapatero cuando anunciaba que España había superado en el PIB per cápita a Italia y ya se estaba acercando a Francia. Hasta el 2007, el presupuesto de España fue más balanceado que el de Alemania, su deuda pública era del 36 por ciento del GDP frente al 60 por ciento estipulado por el Tratado de Maastricht y el país se consideraba como un modelo en la zona europea.
Había sido la meca para los inmigrantes latinoamericanos (llamados despectivamente “sudacas”), la mano de obra barata, explotada y frecuentemente desprestigiada.
Sin embargo, todo en la vida tiene su tiempo y le tocó el turno a España cuando la burbuja financiera de bienes raíces, que llevó a una severa crisis económica a los Estados Unidos y cuyo fin no se avizora hasta ahora, se trasladó alegremente en 2008 a Europa y en especial a España e Irlanda. Los bancos norteamericanos, austríacos, holandeses, franceses, británicos y en especial los alemanes financiaron la burbuja de bienes raíces sabiendo perfectamente las consecuencias. Pero el poder de Mammón (el diablo de la avaricia) para los banqueros siempre ha sido en el curso de la historia superior a la razón de supervivencia humana. Por algo Santo Tomás de Aquino había descrito alguna vez metafóricamente que el pecado de la avaricia como Mammón que era ascendido desde el infierno por un lobo, venía a inflamar al corazón humano.
La codicia de los bancos hizo quebrar la economía española, mientras que las ganancias del Deutche Bank, que dio fuertes préstamos fáciles a la banca española, subieron en un 67 por ciento debido a la burbuja inmobiliaria que fue creada artificialmente haciendo subir los precios de inmuebles en un 500 por ciento en el país. Por algo el presidente del Deutche Bank, Josef Ackermann ganó 8.8 millones de euros en bonos en 2012. Mientras tanto los bancos españoles al acabar la burbuja empezaron a acercarse a la quiebra exigiendo su refinanciación. Se estima que sus derivados tóxicos llegan a unos 170 mil millones de euros. El tercer más grande banco español Bankia no pudo recuperarse después de recibir 4.5 mil millones de euros de ayuda y, en mayo de este año solicitó al gobierno 19 mil millones de euros adicionales para evitar su quiebra.
En estas condiciones no le quedó otra alternativa a la banca alemana que lanzar un rescate de 100,000 millones de euros a la gran banca ibérica para evitar con este gesto sus propias pérdidas en el mercado financiero español comprometiendo así al gobierno de Rajoy de ser responsable por el pago del costo de rescate, de los intereses que serán de unos 30 mil millones de euros y de posibles impagos de la banca. Este “rescate” significa a la vez la transferencia del control del sistema bancario nacional a la Comisión Europea, al Banco Central de Europa (BCE) y al Deutche Bank lo que implica una pérdida parcial de la soberanía española. Los beneficiarios reales de este paquete serán la Gran Banca, la Confederación Española de las Organizaciones Empresariales (CEOE) y el Capital Internacional, en especial el alemán. El pueblo como de costumbre será el gran perdedor.
El primer ministro Mariano Rajoy ya lo anunció, al aprobar su gobierno el 12 de julio el nuevo recorte de 65,000 millones de euros para poder rescatar a los bancos. Declaró que “no se puede elegir entre un bien y un mal; tiene que elegir entre un mal y un mal peor” y que habría que sacrificarse más para contribuir a mejorar el panorama desolador de la economía nacional. Según él, “los españoles no podemos elegir si hacer o no sacrificios. No tenemos esa libertad”.
Su paquetazo de recorte ya fue bautizado como “sado-monetarismo” lo que significa austeridad salvaje, nuevos despidos, quiebras de casas y reducción de las pensiones. En concreto, implica una rebaja del importe por la prestación por desempleo; la eliminación de la deducción por compra de vivienda; el recorte de las pensiones y la restricción de la jubilación anticipada; el aumento del Impuesto al Valor Agregado (IVA) general del 18 al 21% y el reducido que se aplica a la mayoría de los alimentos del 8 al 10%, lo que representa un aumento del 16 y del 25 por ciento en el dinero a pagar como impuesto en una compra.
Los más destacados economistas ya advirtieron sobre el fracaso del sado-monetarismo. El Premio Nobel en Economía, Paul Krugman y el economista británico de London School of Economics, Richard Layard lanzaron “Un Manifiesto por el Sentido Económico” firmado por cientos de especialistas internacionales, advirtiendo que las causas y la naturaleza de la crisis han sido interpretados equivocadamente tanto en los Estados Unidos como en Europa y las medidas de austeridad adoptadas por los gobiernos podrán agravar inclusive más la crisis económica en vez de solucionarla.
Según ellos, no ha sido el endeudamiento del sector público que fue el causante de la actual depresión sino los excesivos préstamos y el endeudamiento del sector público y en especial, de los bancos. Cuando reventó la burbuja inmobiliaria, el sector privado redujo drásticamente sus gastos para pagar la deuda lo que desencadenó el colapso del gasto agregado y la depresión económica, haciendo empeorar en seguida el endeudamiento público de los gobiernos.
Al presentarse tales casos, según estos economistas, el sector público tiene que convertirse inmediatamente en la fuerza estabilizadora, tratando de mantener el gasto. Reducirlo fue un gran error pues los efectos depresivos de la disminución del gasto privado fueron reforzados por la austeridad en el gasto público que a la vez aniquila cualquier intento de inversión. Así se produce un vacío económico caracterizado por la ausencia del gasto y la demanda. El pueblo se convierte en la víctima principal y nadie sabe cuánto durará su paciencia, capacidad de sufrir y su abnegación.
Los últimos acontecimientos en España muestran un incremento cada día más visible de la protesta ciudadana. El movimiento popular ya tiene suficiente potencia para emprender una lucha organizada por sus reivindicaciones. El problema reside en la ausencia de un liderazgo capaz de aglutinar todas las fuerzas dispersas en un monolito para obligar al gobierno cambiar la actual política económica. La última marcha de mineros lo demostró cuando la dirección de la Confederación Sindical de Comisiones Obreras (CCOO) y la del Sindicato Unión General de Trabajadores (UGT) desalentaron a los mineros a acampar en Madrid y así sumar su protesta con la de los empleados públicos, jubilados, estudiantes, desempleados, etc.
Se anuncian nuevas marchas de protesta, nuevas huelgas de obreros y estudiantes, pero la experiencia de Grecia está demostrando que las protestas populares casi a diario, y en la mayoría de los casos espontáneas no produjeron efectos deseados y los griegos tuvieron que tragarse las pastillas de austeridad con resignación y soportar los bombardeados constantes de los medios de comunicación globalizados con el propósito de desanimar al pueblo, asustarlo y desmoralizarlo.
Lo mismo podría pasar en España donde el movimiento organizado popular fue desarmado, primero por el general Francisco Franco y después por las ideas del Eurocomunismo del italiano Enrico Berlinguer, el español Santiago Carrillo y del comunista francés Georges Marchais. Seguidamente los social demócratas del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) representados por Felipe Gonzáles y después por personajes como José Luis Rodríguez Zapatero quienes abrazaron con cariño las ideas del neoliberalismo y se identificaron con todas las guerras de la OTAN.
Dicen los sabios, que son los hombres los que eligen su camino y hacen su destino y el futuro para sus hijos. Los banqueros y los poderosos saben perfectamente lo que hacen. ¿Y el pueblo español, lo sabrá?. Quién sabe
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